La ansiedad lingüística la sufren la mayoría de las personas. La vergüenza a la hora de exponerse por miedos y creencias a la hora de aprender o hablar idiomas existe y se puede tratar aunque muchas veces se desiste o se rechaza hablar otra lengua mientras se está aprendiendo.
Horwitz and Cope (1986) acuñaron este concepto de ansiedad lingüística definiéndolo como “un fenómeno complejo, distinto de la ansiedad general, que se relaciona con el autoconcepto, las creencias, los sentimientos y los comportamientos que aparecen en una clase de idioma y que provienen de la unicidad del proceso de aprendizaje de idioma. Lo que puede provocar comportamientos específicos relacionados con la clase, un bloqueo”.
Es decir, emociones negativas que se materializan en frustración, temblores, abandono de las clases o del empleo, insomnio ante presentaciones en ese idioma, desmotivación, baja autoestima… Es por eso fundamental trabajar para potenciar la autoestima y la seguridad para afrontar esa ansiedad en el aprendizaje de los idiomas y en el trabajo con herramientas como la neuroeducación y la conexión emocional (Inteligencia Emocional, Mindfulness…).
¿Qué es la ansiedad lingüística?
La ansiedad lingüística es un factor emocional negativo que surge al usar un idioma extranjero y puede afectar tanto el aprendizaje como el rendimiento. Crea un sentimiento de vulnerabilidad al tener que hablar/utilizar una lengua que no es la nativa y puede influir también en los niveles de autoestima y motivación.
Cuando hablamos en otro idioma experimentamos este tipo de ansiedad porque tenemos que expresarnos delante de otros y podemos sentirnos vulnerables, pues no estamos empleando todo nuestro potencial comunicativo. La presión grupal también puede aumentarla, sobre todo en los adolescentes.
¿Por qué sentimos ese miedo?
“Normalmente, la ansiedad lingüística aparece cuando la persona se siente estresada, ya sea porque tiene miedo a cometer errores o le da vergüenza expresarse en esa segunda lengua extranjera que aún no domina. Esto le provoca nerviosismo al hablar, escribir, leer o escuchar en ese idioma”, nos explica Inés Ruiz, directora de la escuela online ELEInternacional. “Se puede incluso crear un rechazo hacia el aprendizaje de esa lengua porque siente niveles de vulnerabilidad altos si en clase o en el trabajo los compañeros se ríen de la pronunciación”, añade.
¿Qué podemos hacer?
Lo primero es entender que la vulnerabilidad es normal, tenemos que aceptar nuestros sentimientos. No pasa nada por equivocarnos, así se aprende. Este es un problema que requiere mejoras en el entorno para poder tener una forma de trabajo que reduzca los posibles desencadenantes. Con la ayuda de unos métodos de enseñanza y una perspectiva más emocional (uso del error como proceso de aprendizaje) o trabajando en casa ciertas habilidades personales (como afianzar el sentimiento de seguridad y autoconfianza).
Por ejemplo, la inteligencia emocional nos ayuda a enfrentarnos a los retos de la vida de forma positiva y a reducir y evitar sentimientos negativos o de frustración, así como a relacionarnos en distintas situaciones sociales. “Cuanto más control tengamos de las emociones, mayor será la motivación y autoconfianza y menor la ansiedad. Se trata de practicar sin miedo y normalizar el uso de la lengua extranjera en nuestro día a día”, explica la profesora.
Consejos para reducir la ansiedad lingüística
Las personas que sufren esta ansiedad lingüística deben encontrar formas de normalizar la lengua en su día a día. Si por ejemplo escuchan podcasts de camino al trabajo o les gusta cocinar y probar nuevas recetas, podrían intentar hacerlo en el idioma que están estudiando.
“Pueden ver películas o series en Netflix con subtítulos e imitar el acento y las expresiones nuevas. Así como con sus canciones favoritas. Pueden ver en Youtube el vídeo con la letra para cantar a modo karaoke y practicar la pronunciación”. Leer libros en un Kindle también es una buena idea, ya que tiene la opción de seleccionar una palabra y ver su traducción. Puedes guardar las búsquedas y después hacer un quiz con estas. En definitiva, hay que encontrar formas de darle uso a la lengua de una forma significativa a través de actividades que realicen en su día a día para normalizarla.
¿Cómo ayuda la neuroeducación?
Según Francisco Mora, uno de los expertos más reconocidos en España en neuroeducación, esta se basa en tomar ventaja de los conocimientos sobre cómo funciona el cerebro integrado con la psicología, la sociología y la medicina, en un intento de desarrollar y potenciar tanto los procesos de aprendizaje y memoria de los alumnos como enseñar mejor en los profesores. La neurociencia estudia el funcionamiento cerebral, por tanto, en la neuroeducación aplicaremos estos conocimientos con el objetivo de perfeccionar los procesos de enseñanza o aprendizaje y en educación lo traducimos en metodologías nuevas.
Esta disciplina aporta una visión actual de forma que seamos capaces de mejorar los métodos de enseñanza y, como resultado, de dar una mayor calidad educativa, es decir, si nosotros sabemos de qué forma aprenden nuestros alumnos, podremos adaptar el contenido con el fin de que el aprendizaje sea más experiencial y significativo para ellos. Además de tener en cuenta factores psicológicos que también intervengan en este proceso.
¿Y el mindfulness ayuda?
“La respuesta es sí, tanto en la reducción de los niveles de ansiedad, como en la mejora del foco atencional. Una de las técnicas mindful más usadas es la meditación, que además de ser un entrenamiento de la atención, también puede ser una actividad que ayude a la reducción del estrés o la ansiedad para que no se vea afectada por estos factores y, por lo tanto, se favorezca el proceso de aprendizaje”, afirma Ruiz.
Ya en 1976 en la Universidad de Harvard se hizo un estudio sobre este asunto en el que se comparaban grupos de estudiantes que meditaban/no meditaban en el que se podía ver una relación entre esta práctica y una reducción en los niveles de ansiedad, en consecuencia incrementa la capacidad de atención. También es interesante un artículo publicado en la American Psychological Association (2017) en el que se investiga sobre el pensamiento disperso y cómo la meditación puede contribuir a reducir este estado de desatención.
La meditación o las técnicas mindful no solo ayudan de forma directa a los procesos atencionales, sino que además mejoran los factores que pueden ser perjudiciales como el pensamiento disperso, la regulación emocional, los tiempos de reacción o la ansiedad. Y es aquí dónde puede generar un gran impacto en la forma en la que nos planteamos el aprendizaje y cómo podemos ayudar a nuestros alumnos, dándoles herramientas que no solo influyan en su desarrollo académico, sino en el personal y emocional.