La suya es la fe del converso, pues Murakami no era de sus escritores preferidos. Sin embargo, le permitía hacer lo más le gusta: divulgar la cultura nipona de la que es especialista y conocedor. Carlos Rubio, autor de El Japón de Murakami (Aguilar, 2012), se zambulló entonces en la obra del escritor de Baila, Baila, Baila. Y salió victorioso.
Este libro trata de Japón a través de uno de sus escritores más conocidos en Occidente, Haruki Murakami. Y viceversa, a su manera, trata de Murakami a través de Japón. De modo que se dirige tanto a los interesados en el país como a los seguidores del escritor. Y funciona como un artefacto doble: un especie de guía sobre la cultura japonesa y una bitácora de lectura de la obra murakamiana, todo entrelazado.
El autor, especialista en literatura japonesa, cita a menudo a personajes de Murakami como ejemplos de hechos históricos o trasuntos de personales reales; recorre ciudades; repasa argumentos y recupera personajes con el único fin de hacer visible el trasunto cultural nipón como gran telón de fondo de uno de los autores más leídos por el mundo Occidental.
-¿Es éste un libro sobre Japón o sobre Murakami?
- Las dos cosas. No puedo hablar del pez si no hablo del agua, o la relación entre ambos. Aunque parezca muy occidental en las formas, en los detalles: la comida, la música, lo que leen sus personajes o en la forma de vestir, en sus valores, en su corazón, en su forma de relacionarse, Murakami es profundamente japonés.
-Pensemos, por ejemplo, en Kafka en la Orilla… Allí aparecen personajes como el coronel Sanders o Johnnie Walker, desconcertantemente occidentales.
-Sí, pero son iconos culturales del mundo globalizado que vivimos. Murakami habla un lenguaje común a todo el mundo, pero son lenguajes no significados. La expresión sin embargo que existe detrás de todo esto es profundamente japonesa, porque expresa esa división cultural que ellos experimentan.
-Aclarémonos, dice usted en el libro que en Japón conviven dos modelos de sociedad, la rural y la urbana, la aldea y la gran ciudad, ¿en qué libro de Murakami se expresa mejor esto?
-En El fin del mundo y Un despiadado país de las maravillas, un que representa dos tipos de Japón: el de la modernidad, donde la sociedad de la información domina al individuo, una sociedad muy deshumanizada, y el Japón de la tradición, donde el personaje es un lector de los sueños, alguien que recupera la memoria, que muestra al Japón de una tradición cultural muy rica. Ambos son paralelos y representan un conflicto pasado-futuro, tradición y modernidad. Ese resultado se expresa en los conflictos de los personajes: soledad, angustia vital, la búsqueda de algo que se ha perdido: la esposa, el gato, el amigo, esa búsqueda es el seguimiento de un conflicto japonés y que sólo puede encontrarse en la historia.
-Usted menciona en el libro cuatro momentos históricos de Japón claves para entender la historia de la generación de Murakami: el siglo XIX, con la dinastía Meiji; el comienzo del siglo XX con Japón como potencia; la derrota de la segunda Guerra Mundial y la posguerra… ¿Por qué exactamente?
-Porque expresan el verdadero conflicto de valores de la sociedad japonesa, que justamente expresa Murakami. En 1868, con la restauración Meiji, amenazada por potencias como Rusia, Francia o Gran Bretaña, Japón se ve obligada a militarizarse y tecnificarse: hacer ferrocarriles, telégrafos, armas, vías de comunicación. Era una sociedad feudal. Adquiere, además la noción del individuo de Occidente, que allí no existía. Los japoneses estaban acostumbrados a pensar en términos del grupo al que pertenecían y a su clase social: el campesino, el artesano, el samurái, el noble, y posponían cualquier decisión individual en función de ese interés grupal. Sin embargo, en este momento, se entiende que el progreso depende del individuo, de que éste sea ambicioso. Llega el gobierno militarista en los años 20 y 30, comparable a las potencias Occidentales, anexiona Korea, Taiwán y desencadena una segunda guerra mundial.
-También es el momento en que tiene oportunidad histórica de carearse con Estados Unidos, y lo hace.
-Sí, pero es derrotado y se acaba el sueño militarista japonés. Hay presencia militar muy humillante y hay que empezar de nuevo. Es cierto que ha habido profundos cambios. Está la constitución de 1947, la mujer ya tiene derechos sociales, hay una reforma agraria, derecho de opinión, sufragio universal, hay derechos sociales que se adquieren en esa época, pero, al lado de eso hay una gran crisis de valores, los japoneses que nacen en la posguerra ven que los héroes que sus padres tenían ahora son criminales de guerra y son vilipendiados; el emperador que antes era deificado ahora tiene el estatus de otro japonés: los valores que esa juventud japonesa tiene cuando crece, que es Murakami, no son los tradicionales, sino los de la cultura dominante, que es la cultura pop, el jazz, las películas, las novelas. Murakami se va a formar en esa cultura que tiene por debajo un gran vacío espiritual.
-Sería el momento de los movimientos estudiantiles, de los que Murakami no llegar a participar…
-Sí, porque no estaba muy politizado. ¿Pero qué ocurre? En esos movimientos la gente busca su identidad y se pregunta, qué somos, ¿Una sucursal de occidente? Y aunque Murakami ignore esta tradición, no deja de ser japonés y de comportarse como tal. Los movimientos estudiantiles en los años 60 son domesticados. La cultura de consumo engulle esos ideales a través de los medios de comunicación, a través de la cultura popular… ¿Qué pasa con los personajes de Murakami? Sus personajes son consumidores natos y tienen ese conflicto. Y esa es la soledad y la búsqueda constante y los personajes murakamianos siempre buscan algo y eso es fruto de la experiencia histórica japonesa. Por eso la historia es tan importante para poder hablar de la soledad de los personajes de Murakami, de la orfandad espiritual, de porqué buscan a tientas cosas. Eso es lo que demuestro en el libro.
-Pero también podría decirse que la soledad es un fenómeno global.
-Sin duda, pero los personajes murakamianos tienen un componente muy japonés: la pugna entre individuo y sociedad es más fuerte, porque la sociedad es represora y el esfuerzo del individuo por reafirmarse es más exigente. Es titánico, casi heroico.
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