Es verdad que sin rival, o eso pareció. Pero las facilidades del Schalke no logran ocultar la exuberancia del Madrid en un partido arrollador y maravilloso, un gustazo para la vista. Por más que Cristiano lo calificara sobre la marcha como un simple “partido bueno más”, una frase que ubicar más en la prepotencia incorregible del emisor que en su coreada humildad, el recital fue de los que hace época, la mejor versión de todas cuantas se han visto últimamente del Madrid. Porque a la contundencia, el equipo de Ancelotti incorporó una belleza que el espectador agradece. Hubo maniobras deliciosas y goles sublimes a cual más bonito. Y hasta Casillas se sumó al festival con una parada descomunal.
Otra vez 1-6, como ante el Galatasaray. Un resultado y un adversario que permiten establecer comparaciones. Ante los turcos, el Chelsea de Mourinho no pasó del empate a uno. Por más que el anterior entrenador del Madrid minimice los contratiempos a los que se está teniendo que enfrentar su sucesor, es una evidencia que la era Ancelotti lo está dejando en su lugar. Este es un Madrid que compite y se acerca a la excelencia, porque además la busca. Lo de ayer habla de un equipo que persigue ganar antes que justificarse, divertir y divertirse antes que discutir y pelearse. Con llantos distractores de los que no consigue alejarse (ayer Cristiano volvió a hacerlo lamentándose de su recién cumplida sanción por un comportamiento del que no se muestra arrepentido), pero más centrado en los asuntos de balón.
No hace falta seguir al ritmo de la propaganda, que ya distorsiona la realidad con carreras fuera de tiempo, que ya celebra la décima sin haber superado los octavos (como cada uno de los últimos doce años). Pero es evidente que la salud del Madrid le concede motivos para el optimismo. Aparte de sus prestaciones y sus posibilidades, han ganado estado de ánimo. El Atlético tiene mucho trabajo.