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El día de Florentino

  

Ocho goles del Real Madrid. Tres de Cristiano, dos de Bale, dos de Chicharito y uno de James Rodríguez. Ninguno de Benzema, es verdad, el delantero centro y por tanto el que teóricamente carga con la mayor responsabilidad en el asunto de anotar, pero ocho goles. Y la mayoría golazos, exhibiciones variadas y continuas de remates para los que no está capacitado cualquiera. Una demostración de lo que puede conseguirse cuando se juntan en una misma alineación los mejores y más luminosos depredadores del planeta. El sueño que posiblemente se imaginó Florentino cuando desabrochó su cartera. No siempre sucede, pero cuando el partido se da, sólo un equipo compuesto así es capaz de descorchar una goleada como la que padeció Riazor.

No resolvió el Madrid las dudas que lo ponen en entredicho y han discutido su posición en la tabla de resultados, recibió dos goles, pero cuando la pegada se desinhibe no hay problema que valga. Una apisonadora. El cabezazo inicial de Cristiano, afeado nuevamente por su vanidosa celebración, es una maravilla, una proeza de suspensión en el aire y giro de cuello para transformar un centro donde no había nada en la sentencia de muerte para el rival. Porque tras el 0-1, el partido se acabó. Luego llegó el zurdazo curvado y demoledor de James, contra el que no existe antídoto. Y más tarde las llegadas de Bale como inesperado delantero centro, mucho más eficaz que el titular. Y después otro remate de zurda de Chicharito para el que no hay defensa ni arquero que tenga respuesta. Y entre media los regalos que Cristiano (mejor celebrados) nunca perdona y el cierre afortunado del mexicano para su doblete personal. Los caprichos de Florentino dándole la razón, reunidos en una sesión coral de bella contundencia.

Hay días en los que la política de fichajes del Madrid, además de muchos millones, le ocasiona un puñado de disgustos. Pero otros, como ayer en Coruña, en los que tal colección de delanteros dejan al personal con la boca abierta y el dedo en la grabadora. Pegada brutal. Una bacanal. El día que soñó Florentino. Sólo le faltó Benzema...

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