Barcelona es una ciudad diferente en su relación con el fútbol. Primero, y quizá principalmente, porque es monocolor y monocorde. La resistencia existe, pero es menuda y queda fagocitada por el Barça, que además del principal el equipo, es un dinamizador político y casi la religión laica de la ciudad.
Este concepto único hace del Barcelona una institución diferente, su entorno no se mueve en los mismos parámetros que el resto del fútbol mundial. Habitualmente es una balsa de aceite, la información sale bien dominada desde las oficinas, los jugadores no se van del discurso homogéneo de la institución, y entre todos encuentran enemigos externos para afianzar los lazos (es curioso, es una institución enorme que vive convencida de que está permanentemente atacada por los más diversos factores).
En el Barcelona no son habituales las filtraciones, no se conocen las broncas de vestuario hasta meses después de su estallido y mantienen un blindaje bastante fuerte que les hace inmune a cualquier crítica exterior, que siempre será tomada como un ataque a la institución.
Un club tan bien pertrechado ideológicamente puede ser excepcionalmente fuerte, dominar la escena con paso firme y sin miedo a injerencias. Pero también está a merced de un grave peligro: la guerra civil. A estas alturas ya todos saben que no hay conflicto más duro que el que sale de dentro, más aún en un club en el que sólo puede surgir de dentro.
El Barcelona lleva años, casi una década, de paz social, pero esos días parecen estar en su ocaso. La legendaria estabilidad se resquebraja. No es sólo la guerra entre Rosell y Laporta, es que se extiende como una mancha de petróleo en el mar. Los entrenadores, algunos emblemas, jugadores descontentos, el director deportivo, todos parecen menos cómodos de lo habitual, como si estuvieran navegando en la zozobra.
Esto, claro, también se empieza a ver en la prensa. No esperen algo espectacular, enormes rajadas y comentarios sonoros. El seny obliga al lector a leer entre líneas. Así que si llegan a la portada del 'Mundo Deportivo', partidario del actual presidente, y ven que define a Martino diciendo que es “un jefe nada filósofo ni rollista que dice lo que piensa” en portada no crean que sólo es eso. También es una enmienda al pasado, un recado a un técnico, Guardiola, cuya imagen sí que entraba en esa definición, le gustase a él o no.
Si los resultados acompañan a Martino las críticas se mantendrán con sordina, poco más allá de las ráfagas de Laporta a Rosell y los guiños de algún disidente. Pero quizá ya hay algunos que están esperando que la apuesta no sea la correcta, que el castillo de naipes caiga y la batalla, que ya existe, pase a la superficie.
Tata no tiene una tarea fácil. Llega a un equipo con una plantilla enorme y un pasado cercano egregio, pero también es nuevo en un entorno único que no ha tenido tiempo de aprender y su plantel, lujoso, cuenta con algunos agujeros evidentes que pueden amargar el año. El fútbol decidirá, pero los disparos se oyen de fondo en el Camp Nou.