Sé muy bien de los méritos profesionales del señor John Carlin como periodista y escritor (infinitamente mayores que los míos, por supuesto). Reconozco mi admiración desde hace años por un estilo literario, el suyo, que contribuyó a engrandecer la que fue legendaria sección de Deportes del que fue diario icono de varias generaciones, El País.
Me gusta su ironía británica, su capacidad para elevar las anécdotas a categoría de historias deliciosas o emotivas. Sin embargo, este domingo le pudo la pasión -en su acepción más destructiva-, ¿el odio? y perpetró un artículo contra Cristiano Ronaldo que podría llevar la firma del más vulgar marujo de la mala prensa rosa. O amarilla.
¿Quién es Carlin ni nadie para afirmar que "nunca en la historia del fútbol hubo alguien que combinase tanta grandeza como jugador con tanta ridiculez como persona"? El portentoso jugador portugués merece muchos y muy duros palos por ciertos y reiterados modos y maneras en el campo de fútbol, ¿pero le conoce lo suficiente el articulista británico como para juzgarle fuera de los estadios, en el plano más personal?
¿Qué sabrá míster Carlin si Cristiano es "un pobre tipo" o si "en el fondo no es feliz"? Y si encima justifica ese psicoanálisis de barra de bar mentando a la familia, el resultado es barriobajero. Muy impropio.
"Su padre fue alcohólico, apenas estuvo presente en su vida y murió cuando Ronaldo tenía 20 años. La figura paterna la usurparon una panda de buitres cuyo único interés era sacar la mayor tajada económica posible de sus éxitos. No tuvo gente a su alrededor que tuviese la bondad de intentar ponerle los pies en la tierra; tuvo falsos aduladores". No siendo yo precisamente fan de Cristiano, leer y releer estas palabras me duelen como puñaladas en carne ajena. Porque son de una crueldad innecesaria.
Concluye John escribiendo que "debajo de ese cuerpo de Adonis superstar lo que hay es, efectivamente, un blando chiquillo malcriado. Tanta buena suerte ha tenido en la vida, y tanta mala también". Y se queda tan ancho.
Lo fácil sería contraatacar afirmando, con idéntica rotundidad que Carlin, que si Cristiano es un "pobre tipo" será porque dona decenas de millones de euros con fines solidarios. Lástima que yo no sea tan osado. Así me va. He leído algunas noticias que informan sobre la generosidad de CR7, pero yo no estoy al tanto de los movimientos de sus orondas cuentas corrientes. Vamos, que no tengo ni idea en qué gasta o deja de gastar lo muchísimo que gana.
También podría contestar al columnista inglés tirándome a la piscina diciendo que Cristiano es el hombre más feliz de la Tierra. Se le ve muy a menudo de viajes, fiestas y, sobre todo, disfrutando con la familia, especialmente con su hijo y su madre, ¿no? Pues ya está. ¿Pero qué coño voy a saber yo de los sentimientos íntimos de un futbolista del Real Madrid (ni de nadie) al que no conozco?
El propio Carlin describió el estilo de sus artículos de la siguiente forma: "Evidentemente exagero, y espero que el lector tenga la complicidad suficiente para entender que estoy exagerando y que hay un punto de cachondeo, que a fin de cuentas es solo fútbol y no un asunto de vida o muerte".
Lo que ha escrito John Carlin sobre Cristiano Ronaldo es mucho más que una exageración literaria que sólo ha encontrado la complicidad de los más radicales. Y por más veces que se lea el artículo, ni cachondeo ni, mucho menos, fútbol. Esta vez si le ha salido al colaborador de El País un asunto de vida. De toda una vida, la de Cristiano, que sólo le compete al deportista luso y a su familia.