José Antonio Teixeira debería demandar al Comité de Competición. Presentar el mismo vídeo que se aportó para que le retiraran la amonestación a Juanfran y tratar de probar un pecado de prevaricación. El árbitro del Málaga-Atlético fue desautorizado por el órgano sancionador de manera gratuita e injusta por una acción que redactó correctamente en el acta y que reforzó sin ninguna duda el visionado de las imágenes. Una decisión sospechosa que influye justo en el encuentro (Atleti-Barça) hacia el que todos los futboleros, no sólo los patrios, están mirando en estos momentos. El lateral podrá jugar el partidazo.
Competición entró sobre todo en contradicción consigo mismo, porque hizo exactamente algo de lo que se desmarca siempre, que se tiene prohibido: rearbitrar una jugada. Y encima mal, en el fondo peor de lo que lo había hecho Teixeira al primer vistazo. Lo más irritante son las explicaciones utilizadas para corregir al juez: “La prueba videográfica que se acompaña acredita que Juanfran no derriba a Antunes, que se dejaría caer al suelo simulando ser objeto de falta”. E insiste: “La apreciación de la prueba permite, en efecto, concluir más allá de toda duda razonable, en la inexistencia del hecho reflejado en el acta (derribar a un contrario en la disputa del balón), por lo que procede estimar las alegaciones y dejar sin efecto tal amonestación”. Y no miente el acta, sino el fallo del comité.
Teixeira pudo excederse en la interpretación del reglamento. La amonestación puede ser considerada rigurosa, dura, discutible. Pero lo que no deja lugar a la duda es que la acción, fortuita o intencionada, existe. Sea o no de amarilla, hay choque y derribo. Por eso el caso suena raro y feo. Provoca la impotencia de un colegiado desmentido de mala manera que ahora, por simple orgullo, debería recurrir si le dejaran. Y cuelga sobre el Atlético un nocivo tufo a favores que ni necesita ni son reales. De hecho hay quien considera que el dictamen del comité, lejos de beneficiarle, le perjudica. Y la prueba videográfica que aportan quienes lo aseguran (el único gol del Barça en el doble cruce de la final de la Supercopa, de Neymar) hasta lo acredita.
Pero no se trata de eso, sino de las sospechas que se han echado encima los tres miembros del comité y la sensación, casi certeza, de que sus reuniones y sus decisiones son un cachondeo. Incoherentes, contradictorias y caprichosas. Incluso demandables. Los árbitros pitan en caliente; los comités resuelven en frío. Por eso sus errores tienen menos defensa.