La liga de fútbol de Arabia Saudí lleva meses generando una cantidad ingente de polémicas. Leyendas que buscan una última bolsa de billetes en el desierto, promesas que cercenan su progresión para asegurar el futuro de su familia o jugadores en pleno auge que deciden abandonar la élite un tiempo. El perfil de futbolistas que ha tomado el avión para jugar en la competición saudí es muy variopinto.
Los máximos mandatarios saudíes aspiran a convertir su liga en una de las más potentes del mundo, y eso pasa por airear la chequera hasta agotarla. Claro que eso no es problema. Además, la concesión del Mundial 2034 a Arabia Saudí ha acelerado un proceso de reconversión que ha pasado, en cuestión de años, de medio-largo plazo a inminente.
Por un lado, se busca potenciar el producto local, creando artificialmente una afición y un seguimiento por el fútbol en un país donde el balompié genera cero entusiasmo. ¿Cómo se consigue eso? Trayendo a jugadores con mucho cartel. Tras varios intentos y negociaciones fracasadas, en diciembre de 2022 aterrizó en Arabia Saudí la gallina de los huevos de oro por excelencia, Cristiano Ronaldo.
El ariete portugués, tras un regreso con más pena que gloria en el Manchester United, firmó por el Al-Nassr hasta 2025 a razón de 200 millones por temporada. Cifras desorbitadas en Europa, pero no tanto para los jeques que buscan mediante el olor del dinero un prestigio del que jamás gozarán.
Más o menos en el mismo espacio de tiempo, a la liga de Arabia Saudí terminaron llegando futbolistas con mucho caché, entre los cuales estaban Karim Benzema, Neymar Jr., N'Golo Kanté, Sadio Mané, Jordan Henderson, Riyad Mahrez, Gabri Veiga o Kalidou Koulibaly, por citar un puñado de nombres.
Mientras este desembarco tenía lugar, en lo más profundo de la infraestructura futbolística saudí se tejía un plan. Como contamos en Vozpópuli el pasado verano, el príncipe heredero Mohamed bin Salmán tiene un plan. Y este no pasa por reventar otros mercados, sino por potenciar el propio, creando una entidad futbolística real y tangible con peso en las zonas de influencia más importantes del balompié, es decir, Europa.
El plan de Arabia Saudí
La liga de Arabia Saudí necesita nombres, y ya los tiene, pero también debe potenciar el talento propio, sobre todo de cara al Mundial de 2034, donde los magnates esperan que la selección saudí haga un papel más que digno, superando con creces el pobre rendimiento de Qatar el pasado campeonato.
En este sentido, el plan por el que apuestan los saudíes fijó como requisito desde esta misma temporada 2023/2024 que todos los clubes incluyan en su plantilla al menos diez jugadores por debajo de los 21 años de edad, esto es, futbolistas idealmente surgidos de las mismas canteras y ciclos de formación de los equipos.
El éxito o fracaso de esta entente lo conoceremos dentro de una década, cuando la anfitriona debute en la cita cita mundialista.
Lo que sí vemos cada día es cómo se resquebraja la liga saudí. A excepción de Cristiano Ronaldo, que cerró el 2023 con más de 40 goles marcados en este 2023, sumando selección portuguesa y Al-Nassr, toda una proeza para un hombre de 38 años. Amén de levantar su primer título con el club saudí tras vencer 2-1 al Al-Hilal en el Campeonato de Clubes Árabes.
Mientras tanto, Neymar se ha roto el cruzado apenas unas semanas después de firmar por el Al-Hilal, club que además le ha retirado la ficha recientemente. Esta desgracia no le ha impedido seguir con su ritmo de vida festero habitual, ahora a bordo de un crucero. El español Veiga, que dejó tirado al Celta de Vigo en la temporada de su centenario, desluce todo su talento en los estadios vacíos de Arabia Saudí.
Benzema, que hace dos años era el rey del mundo, está a disgusto con todo lo que le rodea. De hecho, no se ha presentado a la pretemporada con su equipo y sigue de vacaciones esperando una llamada de algún club importante. Otros son más honrados, como Jordan Henderson. El futbolista inglés fichó por el Al-Etiffaq hace justo seis meses, convencido por su amigo y excompañero en el Liverpool, Steven Gerrard. Los 816.000 euros semanales no han podido más que la desgana vital que lo guía en Arabia Saudí.
Si uno se da una vuelta por el portal Transfermarkt, hay muchos futbolistas que se han devaluado desde su llegada a Arabia Saudí. N'Golo Kanté, centrocampista por el que toda Europa suspiraba tras sus buenas temporadas en el Chelsea, tuvo su pico máximo de valor en 2019, cuando estaba tasado en 100 millones de euros. A inicios de 2024, el jugador del Al-Ittihad no sobrepasa los 10 kilos.
Karim Benzema, flamante Balón de Oro y buque insignia del Real Madrid hasta este verano, ha pasado de 35 millones en 2022 a 15 actualmente. El arrepentido Henderson, aunque no goza del talento ni el reconocimiento de los dos últimos citados, viró de 10 millones a 7,5.
El caso de Sadio Mané, compañero de Cristiano Ronaldo en el Al-Nassr, es escandaloso. En 2019, Transfermarkt le valoró en 150 millones, cuando vestía la zamarra del Liverpool. Tras su paso por el Bayern, se depreció hasta los 60 millones. Desde que está en Arabia Saudí, no llega ni a los 20. Decadencia total. Por último, Neymar ha pasado en 4 años de valer 180 millones de euros a 45. Y tiene que caer más todavía tras la rotura del cruzado. Mismo proceso que Firmino, que cayó desde los 90 millones en 2019 a los 10 actuales.
En términos de audiencias, la cosa no parece irle mucho mejor a la liga saudí. Por televisión, la liga está teniendo muy poco tirón entre los saudíes, que siguen sin ver en el fútbol una pasión a la que engancharse. Basta con ver la Supercopa de España celebrada allí. Lejos de la buena organización, los aficionados no sabían ni qué nombre corear ni cuándo apretar al equipo rival. En términos locales, la media de espectadores no supera los 8.000, llegando incluso a celebrarse partidos con un centenar de personas.
A falta de ver cómo se desarrolla la LIV Golf y los diferentes proyectos deportivos en otras disciplinas, parece claro que la estrategia desde Arabia Saudí necesita un reseteo urgente para no seguir derrochando dinero a fondo perdido sin más ganancia que el engrandecimiento del ego de unos pocos turbantes.