El Barcelona se salió de la senda del cruyffismo y las consecuencias han sido devastadoras. La histórica goleada encajada en el Parque de los Príncipes deja un escenario dantesco. Un equipo sin identidad futbolística que se limita a agruparse en torno al talento de Messi y sus socios de delantera. Un equipo que ha perdido el hambre en la presión y el fútbol en la medular. Un equipo mediocre sin el balón en los pies y vulgar cuando tiene la posesión construyendo desde atrás.
Bartomeu equivocó la elección con Luis Enrique, ganador de una Champions, dos Ligas y dos Copas en estos dos años y pico. Pero a Luis Enrique solo lo defendían los resultados hasta ahora. Ni los jugadores ni el juego. Y eso tiene fecha de caducidad. Formateo el disco duro del Barcelona y desinstaló el cruyffismo. De aquellos barros, estos lodos.
Advirtió Guardiola hace unas semanas en Manchester, cuando los resultados más adversos provocaban las críticas más feroces:"Elijo este estilo porque creo que es la mejor forma para ganar". Luis Enrique elige ganar porque cree que es el mejor de los estilos. Algo que no casa con la historia de un club en el que Cruyff grabó a fuego su fútbol total y el buen trato de la pelota como camino hacia la excelencia. El Barça ha pasado de alinearse con Cruyff a hacerlo con Mourinho.
Guardiola advertía en la derrota que elige un estilo porque es la mejor para ganar y Luis Enrique elige ganar porque cree que es el mejor de los estilos"
La salida de Xavi supuso la pérdida del oremus del sistema. Sin embargo, Luis Enrique tenía otro plan. Verticalizar el juego y llevarlo a un escenario en el que se sentía inexpugnable: el cruce de golpes con su demoledora delantera. El propio Xavi ponderaba el peso de la tripleta atacante: "Messi es el mejor jugador del mundo y de la historia y encima tiene una relación de amistad con Neymar y Suárez. Para el barcelonismo es la mejor noticia que puede haber. Los ves jugar y uno disfruta, marcando la diferencia, se buscan, generan ocasiones de gol infinitas durante todo un partido". Pero el Barça olvidó que se hace camino al andar. El fin ha comenzado a justificar los medios en el Camp Nou.
Messi tiene más Balones de Oro que Champions y en Barcelon el debate maniqueo de la pugna entre Leo y Cristiano ha borrado otro más importante, el de la propuesta azulgrana. Iniesta ha perdido peso y Busquets es un jugador desdibujado que sufre en una medular desconocido. El Barcelona ha pasado del todocampismo de sus mediocampo a la vertiginosidad de su tridente. Se habla poco de lo mal que saca la pelota el equipo cuando le presionan arriba, poco de que Piqué lleva años sin pareja estable atrás y nada de que la marcha del díscolo Alves ha desfigurado la zaga.
Tampoco ayuda el cáracter agrio de un Luis Enrique faltón que responde airadamente a las críticas futbolísticas de la prensa. El entrenador no tiene el respaldo de un vestuario que ha visto cómo el técnico desafiaba a la estrella en una maniobra inconcebible.
El Barcelona ganará probablemente la Copa del Rey y quizás la Supercopa de España. Pero con ello solo maquillará el gravísimo problema estructural que le afecta. Su fútbol se ha ido por el sumidero. Toca recuperar la identidad futbolística como equipo, renovar una plantilla que sigue teniendo excelsos jugadores, pero a la que le falta hambre porque se empachó de ganar y Luis Enrique les propuso un fútbol exitista atajando, tirando solo de su talento.
Por todo ello saldrá inexorablemente el técnico asturiano.
Y en la lista de Bartomeu, que da señales también de una desorientación preocupante, aparecen nombres tan dispares como los de
Valverde (al que ya han llamado en dos ocasiones),
Unzué (para algunos el verdadero entrenador actual) o
Sampaoli (por quien habría que pagar una cláusula de rescisión de un millón y medio de euros al
Sevilla). El más cruyffista de todos los entrenadores que aparecen en el escenario,
Eusebio, fue despedido con cajas destempladas por Bartomeu y está a un paso de renovar con una excitante
Real Sociedad que va cogiendo cuajo. Da pena ver la vulgarización de un equipo señorial como el Barcelona. Pero es excitante el desafío de devolverle la excelencia a este equipo que parece no haberse recuperado de la pérdida de
Johan.
Sale el lateral derecho y llega al trote hasta el borde del área para asistir a Cavani. Hoy escribe Emery el epitafio de Luis Enrique.
Si no fuera porque el equipo no está trabajado y esto se veía venir, uno pensaría que los jugadores le están haciendo la cama a Luis Enrique
Messi, Suárez y Neymar, desaparecidos. Sin noticias de Iniesta. El Barcelona está fuera de la Champions. Baño a Luis Enrique de Emery
Rabiot se está comiendo a Busquet. Se juega al ritmo de Verratti. Llegan por fuera Di María y Draxler. Naufragio absoluto azulgrana.