El Madrid considera que hay partidos que vence solo con la camiseta, que no necesita correr más que lo justo para alcanzar sus objetivos. En ocasiones tienen razón y eso, paradójicamente, es a la vez una bendición y una carga para el equipo de Ancelotti.
Se plantan en Sofía para jugar contra el Ludogorets y lo afrontan como un entrenamiento con público. Las diferencias son las lógicas entre el club más grande y el más pequeño de la competición, los que llevan el 10 en la bocamanga y un par de dragones de diseño en el pecho contra los que acuden al partido con una camiseta brillante, más propia de finales de los ochenta que del siglo XXI. Y en el plantel, unos con un presupuesto exorbitado contra el campeón búlgaro, que tampoco es decir mucho.
El fútbol, a pesar de todo, puede igualar lo que sobre el papel parece irracional. Tiene saques de esquina, motivo suficiente para que el Madrid encaje goles por encima de sus posibilidades y privilegia a aquellos que lo intentan, que se mueven y dejan el alma en el partido. No fue el caso de los de Ancelotti, que entraron en el campo de Sofía con un aire burocrático impropio de una noche de Champions. Por ello se encontraron con un gol en contra en los diez primeros y la necesidad de hacer un poco más. El tanto en contra les activó lo justo, y con eso les dio para provocar dos penaltis, uno de ellos fallado por Cristiano, y un buen puñado de oportunidades más. También concedió, aunque Casillas, al menos bajo palos, resucitó sus talentos en Bulgaria. Suficiente para salir victorioso.
El Madrid había sacado una alineación rara. Sin Kroos, sin James, sin Benzema, como si la noche no fuese de campanillas. Nuevo examen al voluntarioso pero desacertado Chicharito, al correcto pero no brillante Isco y al muy insuficiente Illarramendi. Por cada partido bueno hace tres malos y no le da al equipo nada de lo que se le requiere: ni salida de balón ni equilibrio. Por si fuera poco, también comete errores tontos que dejan a los rivales ocasiones. En eso último se pareció ayer también a Marcelo, que lleva varios partidos muy desacertado. Con otro rival enfrente la sangría hubiese sido importante.
Tuvo que entrar en la segunda mitad Benzema para solventar la papeleta, pues el partido se encaminaba a un empate que, si bien podría valer para la clasificación, era una afrenta para un equipo como el Madrid. El francés, ese delantero finísimo, tuvo el rato suficiente para marcar un gol y generar alguna otra ocasión más. Con los mejores es más fácil.