Nadie se plantea que Sergio Ramos se dedique por las tardes a atender pacientes en una consulta de fisioterapia, ni que Pau Gasol tenga que mantener a flote una pequeña empresa. Simplemente con jugar en sus respectivos deportes les sirve para vivir sin preocupaciones el resto de su vida.
Pero por desgracia, no siempre es así. Los Juegos Olímpicos, que acabaron este domingo, nos ha permitido conocer a decenas de deportistas que han batido récords, que dedican horas de entreno a mejorar y que desprenden pasión por lo que hacen. Y pese a que cumplen las mismas características que los jugadores de la élite del fútbol, del tenis o del baloncesto, en muchas ocasiones tienen que compaginarlo con otras carreras profesionales para cuando llegue la temida retirada.
Nos han dado oros olímpicos pero no tienen el futuro asegurado de la misma manera. Muchos de nuestros olímpicos tienen que compaginar su carrera en el deporte con otras formaciones académicas.
Olímpicos, enfermeros y músicos
Tal es el caso de la chica de nuestro primer oro, Fátima Gálvez, que junto a Alberto Fernández se convirtió en campeona olímpica de tiro en la modalidad de foso mixto. Aparte de tiradora, Gálvez tiene la diplomatura de Enfermería. Actualmente no tiene que ejercer de ello, pero hasta que llegó a la cima del tiro, tenía que combinar ambas profesiones. Además, este año, mientras se preparaba para Tokio 2020, ha iniciado el grado en Psicología.
A su compañero Alberto Fernández le pasa algo parecido. Él compagina sus entrenos de tiro con los conciertos. Es un apasionado de la música y junto a unos cuantos amigos, tiene un grupo de música, Los Geiperman, con quien da bolos por bares y realiza tributos a grupos míticos como Hombres G.
Otros deportistas no se conforman con una sola carrera. Teresa Portela, plata en piragüismo en la modalidad k1-200, tiene los títulos de Magisterio, Fisioterapia y Diétetica y Nutrición. Todo un ejemplo de esfuerzo y trabajo teniendo en cuenta la de tiempo que hay que dedicar al deporte de élite.
Es cierto que muchos han conseguido vivir del deporte que practican, pero cuando no formas parte de ese grupo de deportistas que llenan portadas y cuentan con millones de seguidores en redes sociales, es más complicado. Un ejemplo de deportista que puede permitirse dedicarse exclusivamente al deporte (sin grandes lujos) es Saúl Craviotto, Policía Nacional de profesión. Curiosamente, decidió volver a vestir el uniforme durante la pandemia, aunque no por necesidad, sino para ayudar a sus compañeros durante el estado de alarma.
También lo pueden hacer Sandra Sánchez y Damián Quintero, oro y plata en karate kata respectivamente. Sin embargo, ambos poseen carreras universitarias, porque nunca se sabe cómo va a ser el futuro. La primera tiene la carrera de Ciencias del Deporte (INEF) y Quintero la de Ingeniería Aeronáutica.
Trabajar y entrenar
Algunos han tenido que ejercer otras profesiones mientras entrenaban. David Calero y Nico Rodríguez han tenido la oportunidad de centrarse únicamente en el deporte. Pero durante mucho tiempo, tuvieron que compaginar ambos mundos.
David Valero, medalla de bronce en ciclismo de montaña, trabajaba por las mañanas de mecánico y por las tardes de ciclista. Solo con el doble trabajo podía dedicarse a su sueño. A Nico Rodríguez le pasó algo parecido. Estaba a punto de renunciar a su sueño de triunfar en el mundo de la vela. De hecho, se había trasladado a Ámsterdam para empezar a trabajar de odontólogo, carrera para la que había estudiado cinco años mientras sacaba tiempo para entrenar. Las tornas cambiaron cuando el soñador Jordi Xammar se puso en contacto con él con el objetivo de que fuese su pareja en los Juegos Olímpicos.
Estos días en los que hemos vivido con pasión los Juegos Olímpicos, hemos sido conscientes del esfuerzo que supone ser deportista de élite. Pero con qué facilidad nos olvidamos de que no todos tienen las oportunidades de los jugadores del Real Madrid.