Los deterioros del Banco de Valencia han vuelto a protagonizar uno de los alegatos más impecables realizados por la fiscal Carmen Launa en el juicio del caso Bankia hasta la fecha. La letrada conoce muy bien cómo se originó la caída de la entidad y ha sabido relacionarla de manera quirúrgica a la presunta falsedad de las cuentas de BFA a 31 de diciembre de 2010.
En la creación del SIP nunca se tuvo en cuenta dentro de Bancaja su participación en el Banco de Valencía, que ascendía a un 40%. Esta entidad tenía unos deterioros valorados en unos 300 millones de euros, pero la realidad es que estos ascendían a los 663 millones, según ha expuesto la fiscal, apoyada en los datos expuestos por el interventor General de Bankia, Sergio Durá.
Launa ha afeado a José Luis Olivas que nunca avisara de esta situación, ya que era "perfecto conocedor" porque ostentaba la presidencia de la entidad y tenía un "cargo importante" dentro de la participada. El propio Miguel Ángel Fernández Ordoñez, exgobernador del Banco de España, reconoció que Olivas era el interlocutor del Banco de Valencia con el supervisor.
Con el Banco de Valencia no hubiera nacido Bankia
Sea como fuere, lo importante es que la creación de BFA-Bankia se realizó sin tener en cuenta estos 663 millones de deterioro de una participada del Grupo Bancaja, una de las siete cajas que integraban el SIP.
Por este motivo, la fiscal considera que se incurrió en un déficit de valoración en BFA en el momento de su creación, por lo que se "alteró la imagen fiel de la entidad". Launa recalca que la entidad que dirigía Rodrigo Rato no podría haber consolidado a Banco de Valencia y no habría recibido ayudas públicas.
El Ministerio Fiscal, finalmente, se ha remitido a los informes de los peritos cedidos a la causa por el Banco de España, y ha cuantificado en 5.759 millones el déficit de saneamientos que arrastraba BFA-Bankia.
