La operación Chamartín, uno de los desarrollos urbanísticos más ambiciosos de Europa aunque varado durante casi 25 años, parece entrar en una de las muchas fases críticas que ha tenido a lo largo de los últimos años. Aunque las negociaciones ente las Administraciones y la promotora Distrito Castellana Norte (DCN, participada mayoritariamente por BBVA, con el apoyo de Grupo San José) aún no han dado frutos, todos coinciden por primera vez en mucho tiempo en señalar un clima de optimismo que podría hacer pensar en que las conversaciones iniciadas a finales del pasado año podrían llegar a buen puerto.
"Somos optimistas, es verdad que aún no hay ningún acuerdo firmado pero estamos mucho mejor que antes, seguimos hablando con el objetivo de alcanzar al menos unos puntos en común antes de junio", apunta el presidente de DCN, Antonio Béjar. Además de ser significativo por prodigarse menos en público que los responsables municipales o de Fomento, el discurso de Béjar también llama la atención por salir, aunque sea de forma moderada, del carril de prudencia al que acostumbraba hasta ahora.
Apenas 48 horas antes, Íñigo de la Serna, ministro de Fomento, se había pronunciado en unos términos similares. "En este tema era poco optimista al llegar al Ministerio, después ha sido moderadamente optimista y ahora soy bastante optimista", apuntó el pasado lunes en su intervención en el foro El Ágora, organizado por el diario El Economista.
El presidente de DCN atendió brevemente a los medios después de la presentación de un informe encargado por la promotora a dos profesores de la Universidad Autónoma de Madrid, cuyas conclusiones apuntan a que, de llevarse a cabo bajo las premisas planteadas actualmente, la operación Chamartín generaría 214.000 puestos de trabajo, tanto a lo largo de los 20 años previstos para su desarrollo como posteriormente para articular el nuevo barrio que nacería del proyecto.
Una baza más de DCN para tratar de convencer al Ayuntamiento de Madrid para que el desarrollo se lleve a cabo, unida a los estudios sobre el apoyo de los vecinos a su plan para la operación, cuyos resultados también son concluyentes.
El tiempo para lograr un acuerdo definitivo se agota por momentos. El Ayuntamiento de Madrid fijó junio como tope para cerrar las negociaciones
"La parte técnica no plantea ninguna dificultad. El problema no es técnico sino de concepto", añadió Béjar, quién no ocultó que el tiempo para lograr un acuerdo definitivo se agota por momentos. El Ayuntamiento de Madrid fijó la fecha de junio como tope para cerrar las negociaciones, toda vez que si los acuerdos suponen modificar el Plan General de Urbanismo, la tramitación se iría más allá de la presente legislatura municipal, que concluye en mayo de 2019.
Por lo poco que ha trascendido de las negociaciones, las partes habrían acercado posturas sobre la posibilidad de reducir el número de viviendas previstas en el plan original (en torno a 17.000), situar la estación de Chamartín como eje principal del desarrollo, a partir del que se articularía el nuevo barrio y favorecer la creación de un centro de negocios, al estilo de los de ciudades europeas como Londres y París.
Otro síntoma de un cierto acercamiento de posturas ha sido la presencia de representantes del Ayuntamiento de Madrid y de Adif (propietaria, juntó a Renfe, de más del 60% de los terrenos del ámbito) en las jornadas de trabajo organizadas por los expertos que asesoran a DCN en esta operación, liderados por el estudio Richard Rogers, para aportar nuevas ideas con las que articular la obra.
Además, las denominadas mesas técnicas, cuya frecuencia quincenal prevista se había interrumpido en las últimas semanas, hasta el punto de que estuvo algo más de un mes sin convocarse una reunión, han retomado la actividad con firmeza. De hecho, para finales de la próxima semana está previsto un nuevo encuentro.
Optimismo es la palabra de moda en el entorno de la operación Chamartín. A fin de cuentas se aproximan semanas decisivas para el futuro del desarrollo, en busca del ansiado punto de no retorno. Pero, a diferencia de los últimas veces, al menos hay coincidencia en el clima de la negociación.