Teresa Ribera estrenó 2024 llamando "populista" y "negacionista" a uno de los principales directivos de este país, Josu Jon Imaz. Fue un 24 de enero cuando la entonces ministra de Transición Ecológica arremetió con una dureza inusitada contra el consejero delegado de Repsol. Se trata de multinacional que genera 28.000 puestos de trabajo en España y que opera en un sector tan decisivo como la industria. Ribera, con una larga carrera como técnica a las espaldas, se había convertido a esas alturas en una política de colmillo afilado, presta a sacar adelante el proyecto de su jefe de filas, Pedro Sánchez.
Ese choque con la industria marcó el inicio de un 2024 venido a más en lo personal para Ribera, que arrancó enero como vicepresidenta tercera del Gobierno y cerrará diciembre como vicepresidenta primera de la Comisión Europea. La duda que aún flota en el hemiciclo del Congreso es si dedicó más energía a potenciar su carrera en la UE que a resolver los menesteres de su ministerio.
El mayor ejemplo es el que más dolores de cabeza le ha provocado en el tramo final de su mandato. Su papel en la gestión de la DANA a punto estuvo de llevarse por delante el sueño de ocupar un sillón de comisaria. El PP de Alberto Núñez Feijóo no logró su objetivo de tumbar la candidatura, pero sí logró sacar los colores a la ministra en el momento y el lugar más inoportuno para ella. Concretamente, en Bruselas, en el proceso final de la elección.
A Ribera se le ha achacado el haberse volcado de lleno en la carrera comunitaria. Y lo cierto es que su sucesora, Sara Aagesen, ha heredado un puñado de problemas sin resolver. De entrada, la nueva ministra tiene la tarea de reconducir la relación con los empresarios, particularmente, con los que han sufrido el azote de otro ministerio. Empresas como Repsol o Moeve (antigua Cepsa) serán los principales afectados por el 'impuestazo' que María Jesús Montero cargará a las energéticas.
Puentes rotos
Ribera quebró puentes con compañías vitales para acometer la transición energética que impulsa su ministerio, y que tienen una gran imagen el exterior. Un buen ejemplo es el de la propia Repsol, que recibió recientemente en Nueva York el premio Platts a la mejor compañía energética del año, por sus esfuerzos de transición.
La ministra no ha sido capaz de dar un mayor impulso a las inversiones, pese a contar con la financiación de los fondos europeos. Según el último balance de la Intervención General de la Administración del Estado, al concluir octubre sólo habían llegado realmente a sus destinatarios 374.000 de los 5.435 millones de fondos presupuestados.
Las grandes energéticas son fundamentales para llevar a buen puerto el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC). Esta es la hoja de ruta con la que el Gobierno marcará el futuro del sector hasta el final de la década. La actualización de ese plan fue una de las últimas medidas que ha firmado Ribera como ministra. Lo envió a Bruselas a finales de septiembre, con tres meses de retraso. Esa demora también coincide con las semanas previas al examen de comisaria.
Un matrimonio 'influyente'
Ribera llevó el PNIEC a la misma reunión del Consejo de Ministros en la que se aprobó el real decreto que permitirá crear la nueva Comisión Nacional de la Energía (CNE). Es otra de las herencias polémicas que deja la ex ministra. En el sector energético se atribuye el proyecto a las ambiciones de tener un mayor control no sólo de Ribera, sino de su marido, Mariano Bacigalupo. El actual consejero de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) es uno de los mayores expertos españoles en regulación energética. Su nombre, de hecho, ha aparecido en la carrera de Ribera hacia la Comisión Europea, por las posibles incompatibilidades.
Sara Aagesen debe ahora finalizar la tarea. No será fácil, habida cuenta de que el PP hará lo posible por retrasar en el Parlamento su puesta en marcha. El último paso será designar los consejeros, una tarea incómoda para la nueva ministra, ya que tendrá encima el foco de la oposición y de las empresas. Lo sucedido en el Banco de España les invita a sospechar que Sánchez intentará hacer la nueva CNE a su medida.
La nueva comisaria europea también ha llamado la atención en 2024 por su sorprende giro sobre el debate nuclear. Durante el mandato de Ribera se ha articulado el calendario de cierre de las centrales españolas. De hecho, la central de Almaraz está a punto de cruzar el punto de no retorno, por la caducidad de sus permisos.
Ribera se alzó desde que llegó al Gobierno como una declarada política anti nuclear. Por eso sorprendió tanto que, a las primeras de cambio, amarrado ya el puesto en Bruselas, se mostrara partidaria de impulsar la nueva generación de reactores en la UE. Otra 'patata caliente' que hereda su sucesora. La resolución del conflicto la verá Ribera a distancia, desde su despacho de todopoderosa comisaria.