El Ejecutivo griego intenta ganar tiempo para negociar con Europa un acuerdo más ventajoso. Sin embargo, la actitud del Bundesbank puede ponérselo muy difícil en los próximos días. De hecho, instigado por el banco central germano, el BCE ya ha rechazado dos de las patas del plan de Syriza para que Grecia pueda llegar a junio sin necesidad de un programa de rescate de la Troika: por un lado, no permitirá que los bancos helenos financien a su Gobierno comprándole deuda en masa. Por otro, se niega a alargar más los vencimientos de la deuda griega que tiene en su balance.
De repente, toda la estrategia de Syriza comienza a hacer grietas y recuerda a un simple muñeco de trapo en manos del BCE, igual que ocurriese con Chipre en marzo de 2013. Entonces, Mario Draghi tan sólo tuvo que amenazar a los bancos chipriotas con desenchufarlos de la asistencia del BCE. Y Nicosia tuvo que volver al redil europeo con el rabo entre las piernas ante la perspectiva de perder todos sus depósitos en euros.
Desde el día en que Tsipras tomó el testigo de Samaras, un descomunal interrogante pesaba sobre la cabeza de los nuevos miembros del Ejecutivo heleno. Fueran o no votantes de Syriza, en el fondo todos los ciudadanos griegos se preguntaban lo mismo: estos tipos sin experiencia en las tareas de gobierno… ¿serán capaces de cambiar el horizonte económico de Grecia? ¿Podrán plantar cara a las todopoderosas instituciones europeas, o nos veremos obligados enseguida a volver la vista con nostalgia hacia la vieja casta de los Karamanlis, Papandreu y demás? Para el nuevo Gabinete era una cuestión primordial atajar cuanto antes esa duda.
Primero había que retratarse como un fenómeno completamente distinto a ese Samaras que parecía derretirse cada vez que Merkel se ponía a su lado. De ahí las declaraciones casi irreverentes del ministro de Finanzas, hasta el punto de dejar entre desconcertado e irritado a un presidente del Eurogrupo que en su visita a Atenas no sabía muy bien dónde se había metido. Dijsselbloem no podría ocultar su asombro ante Varoufakis, quien le anunciaba sin cortarse un pelo el mayor ‘simpa’ de todos los tiempos, sólo comparable por cierto al que ya hicieron los propios griegos en 2012.
Con su actitud frente a las instituciones europeas, Syriza está ganando apoyos en Grecia incluso de la gente que no le votaría nunca
El mensaje de que la actitud genuflexa había acabado causó furor en Atenas y logró marcar distancias con el timorato Samaras. “Veremos qué desarrollo tiene esta estrategia… Pero por el momento Syriza está ganando el apoyo incluso de la gente que no le votaría nunca. Los griegos sienten que están de alguna forma recobrando su dignidad perdida”, explica Yannis Symeonides, periodista y autor de la biografía no autorizada de Papandreu.
Acto seguido, el Gobierno de Tsipras inicia una gira relámpago por el continente para demostrar que puede gestionar toda la marea de líderes europeos que se le viene encima. Hay que tratar a Alemania como un país más y no como el líder de la zona euro. Y hay que aislar a Merkel trabando una alianza antiausteridad con Francia e Italia.
Sólo que al mismo tiempo los bancos pierden depósitos, lo que pone en entredicho la política de Syriza y levanta el espectro de un corralito. Por mucha voluntad que se tenga, si el dinero se larga simplemente no se puede...
De modo que ése es el siguiente objetivo inmediato: tapar la sangría bancaria. ¿Y cómo se hace eso? Pues asegurando la financiación del Estado griego. El detalle de un programa de rescate más indulgente no se puede negociar de un día para otro en una estructura tan cacofónica como la Unión Europea. Se antoja muy difícil poner de acuerdo a tantas voces soberanas incluso con la mano dura de Merkel de por medio. Así que hay que ganar tiempo asegurándose unos cuantos meses más de fondos que alejen el fantasma del impago.
Syriza necesita que el BCE permita a los bancos griegos comprarle letras del Tesoro para evitar a la Troika. Pero el banco central ya ha dejado claro que esto no ocurrirá
El plan de Syriza se basa en emitir letras a corto con las que financiarse. Pero para ello tiene que haber alguien que se las compre. Y los bancos griegos tienen un límite impuesto por el BCE respecto a la cantidad de deuda griega que pueden comprar. Por eso, el Gobierno griego exige que ese tope se suprima o se eleve. Es decir, toda la estrategia de supervivencia Tsipras se basa en la buena voluntad del BCE. Sin embargo, fuentes del banco central ya han dejado claro este martes al FT que eso no se permitirá. El reciente optimismo de la bolsa helena bien podría deshincharse ante esta noticia.
Las intenciones de Syriza tienen los pies cortos y un obstáculo no menor: la ortodoxia del banco central alemán. Después de que el Bundesbank haya cedido a una inyección masiva de dinero, el consejo de gobierno del BCE no puede tensar mucho más la cuerda. En estos momentos, la posición más radical del banco central alemán se impondría casi con toda seguridad en el caso griego, máxime cuando esta vez cuenta con los apoyos de españoles, portugueses e irlandeses. Los halcones germanos se muestran partidarios de que se aplique la ley con todas sus consecuencias. Y ésta recoge en los tratados una cláusula de no bail-out o no rescate. Es decir, si un país no cumple y sus bancos no son solventes, pues que se les retire la asistencia del BCE y que incurran en default.
En la actualidad, el BCE acepta financiar a los bancos griegos a cambio de bonos basura del Estado heleno porque el país está sometido a un programa de rescate que garantiza esos bonos. En el mismo instante en el que el programa de rescate no respalde esa deuda, entonces el BCE no puede tomar esos títulos y las entidades se quedarían sin liquidez.
La posición del Bundesbank se impondría casi con toda seguridad en el consejo del BCE. Eso significa que el 28 de febrero se cortaría la financiación a Atenas si sale del programa de rescate
Además, los bancos griegos están perdiendo depósitos a marchas forzadas, despertando el fantasma de un corralito. Sin embargo, el corralito no se produce porque el BCE ha dispuesto lo que en la jerga se conoce como una Emergency Liquidity Assistance (ELA). ¿Y qué es eso? Pues explicado mal y pronto no son más que los furgones llenos de dinero y listos para repartir cash entre las sucursales al más mínimo atisbo de que se queden sin fondos. Es decir, se trata de evitar que un banco se quede sin billetes y ese rumor circule por la población provocando un pánico bancario. En cuanto el BCE considere que un banco griego es insolvente porque no hay rescate que lo avale, esta entidad no tendría acceso a la ELA y en las actuales circunstancias podría quebrar.
Gracias a estos dos instrumentos, el BCE mantiene con respiración asistida a los bancos helenos. Pero si el 28 de febrero el Gobierno de Syriza decide no proseguir con el rescate, entonces corre el riesgo de que se imponga el criterio del Bundesbank y pierda el paraguas del BCE. La UE y el Ejecutivo heleno tendrían que alcanzar algún tipo de acuerdo antes de esa fecha si no quieren exponerse a la ortodoxia del banco central germano.
Para colmo, aunque los mensajes de Syriza surtan efecto de cara al público doméstico, semejante política de comunicación presenta el serio inconveniente de que en esta aldea global cualquier cotilleo heleno bien pueda salir en la portada de un periódico tabloide germano y, a la postre, todo suene a un gran insulto en la cara del que encima pone el dinero. O lo que es lo mismo, un terreno todavía más abonado para la disciplina del Bundesbank.