Cuando la pandemia de la covid-19 estaba a punto de trastocar a Estados Unidos y Europa, Bernard Madoff pedía clemencia a las autoridades de su país. Después de diez años de encarcelamiento y con 81 años, el abogado del inversor norteamericano solicitaba su salida de prisión el 5 de febrero de 2020 porque solo le quedaban 18 meses de vida por una enfermedad renal en etapa terminal.
Madoff fallece un año después de aquella súplica, a los 82 años en la prisión de Butner, en Carolina del Norte, repudiado por su esposa, que dejó de ir a verlo a prisión, y por sus nueras y nietos, que decidieron cambiar su apellido para distanciarse del escándalo protagonizado por el financiero.
La reputación de este empresario se vino abajo de la noche a la mañana como un castillo de naipes después de que se descubriese en 2008 el sistema fraudulento que había utilizado para timar a cientos de personas y que resultaron ser una estafa de cerca de 65.000 millones de dólares.
Madoff había empezado su actividad como financiero en mercados no oficiales, donde intercambiaba acciones de bajo precio en los años 70. Fue uno de los cinco intermediarios que crearon el mercado Nasdaq en competencia con la Bolsa de Nueva York.
Los resultados que del fondo que fundó más tarde alcanzaron resultados espectaculares. Ofrecía unas rentabilidades para los inversores que nadie igualaba en el competitivo mercado de Wall Street, algo que resultaba mágico.
Como era de esperar, no existía tal magia, tan solo un truco que arruinó a cientos de personas. La estafa consistía en pagar a los nuevos inversores con el dinero de personas que le habían confiado antes sus ahorros para que los rentabilizara.
Madoff le aseguraba a sus clientes que compraba acciones que replicaban al índice S&P 500 y que obtenía grandes rendimientos gracias a la diversificación de las inversiones. La SEC, el regulador del mercado de Estados Unidos, recibió seis chivatazos sobre el inversor, pero no se inició una investigación. Las cuentas de Madoff, pese al tamaño de sus inversiones, eran auditadas por una firma sin actividad aparente.
Un gestor de inversiones, experto en el mercado de los derivados, atisbó las malas prácticas desarrolladas por Madoff y presentó una carta a la SEC en Boston en la que denunciaba y describía lo que sucedía.
Las autoridades tardaron nueve años hasta que consiguieron probar todas las acusaciones que apuntaban a una estafa y que condujeron a la detención de Madoff en diciembre de 2008 por parte del FBI en los primeros compases de la crisis financiera. El 29 de junio de 2009 llegaba la sentencia, fue condenado a 150 años de prisión, el máximo permitido. Se declaró culpable de los 11 cargos que le fueron imputados.
Las víctimas del timo
Madoff consiguió embaucar en su estafa a entidades bancarias, grupos de inversores, fundaciones u organizaciones caritativas. No tuvo escrúpulos a la hora de timar a grupos de la comunidad judía de Estados Unidos, de la que él mismo era un personaje ilustre. También actores como Kevin Bacon, John Malkovich o fundaciones próximas a Steven Spielberg cayeron en la trampa.
La gran rentabilidad de las inversiones de Madoff y el glamour de sus clientes le permitieron llevar a cabo sus actividades durante casi dos décadas, desde los años 90 hasta la última gran crisis financiera que comenzó con la quiebra del banco Lehman Brothers. En aquel momento empezó a tener problemas para reembolsar el dinero a sus clientes y eso desencadenó que se destapara todo el truco.
"Cuando empecé con este problema, este delito, creí que sería que sería algo de lo que podría salir, pero eso se volvió imposible", aseguró Madoff al tribunal que le juzgó. "Por más que lo intenté, más profundo cavé mi un agujero", indicó antes de pedir disculpas.
Drama familiar
La detención y el fraude de Madoff tuvieron un fuerte impacto en su círculo más cercano. Su familia fue señalada como cómplice de las corruptelas del financiero. El 11 de diciembre de 2010 se encontró muerto a su hijo menor, Mark Madoff, de 46 años. Fue encontrado colgado de una tubería y se concluyó que fue un suicidio.
Él y su hermano pequeño, Andrew, denunciaron las estafas de su padre después de que les informase de cómo ganaba su dinero. Posteriormente se demostró que sus hijos no participaron en los negocios, fueron víctimas de numerosas acusaciones y tuvieron que hacer frente a demandas.
Dos semanas después de la confesión del estafador, él y su mujer, Ruth Madoff, intentaron suicidarse en su ático de Manhattan, según relató ella en una entrevista a The New York Times.
La vida de su mujer cambió drásticamente tras el escándalo. Pasó de ser un personaje de la alta sociedad neoyorkina a una paria. Llegó a un acuerdo con los fiscales para recibir 2,5 millones de dólares a cambio de renunciar a todas las propiedades, joyas, obras de arte y ropa.
Más adelante, se trasladó a vivir a casa de su hijo Andrew, en Connectiut, para cuidarlo cuando enfermó de cáncer. El hijo menor del matrimonio muró en 2014 por un linfoma y su madre se mudó de nuevo para estar cerca de sus nietos.
La estafa de Madoff en España
España fue, después de Estados Unidos y Suiza, el país con mayor número de afectados por la estafa de Madoff. La mayor parte de los que se vieron perjudicados fueron los clientes de banca privada de Banco Santander a los que se ofreció el fondo de inversión Optimal Strategic Us Equity, gestionado por su filial suiza Optimal Investment Services.
El Santander alegó que los supervisores nunca alertaron sobre Madoff y les ofreció una compensación a sus clientes por la que les canjeaban el 100% de su inversión, descontado los intereses, por participaciones preferentes del grupo. El 97% de los afectados se sumaron a este acuerdo.