Telefónica anunciaba el pasado miércoles un giro en su estrategia mundial. Un giro que más bien parece un desvío para dejar la autovía de Latinoamérica, al menos tal y como el operador concebía sus negocios en la región hasta ahora.
El problema capital, como siempre sucede en los negocios, como mucho de lo que pasa en el mundo, tiene como causante el dinero, poderoso caballero. Telefónica no es tan rentable como lo era hace años. José María Álvarez-Pallete plantea un borrón y cuentas nuevas. Quiere mejorar la rentabilidad de la compañía. A toda costa. Cualquier propuesta parece buena si mejora la situación.
Se habla de desinversiones, de fusiones, de colaboración con otras empresas... El operador lo pintó de normalidad en la presentación que de este plan hizo Pallete hace tres días, pero en los corrillos de los periodistas tras el acto se llegó al consenso de que Latinoamérica tiene puesto el cartel de 'Se vende'. Luego habrá que ver qué países sufren o no esta suerte, pero ese cartel, de forma velada, ya luce sobre filiales latinas de la compañía de telecomunicaciones española -salvo sobre Brasil-.
Una decisión que los analistas ven con buenos ojos. También los mercados. Las acciones de Telefónica subieron un 1,15% al día siguiente. Aire fresco para el título del gigante azul, que vive los peores momentos en Bolsa de su historia.
En su día Latinoamérica fue un buen plan. En 2012 la compañía facturaba más de 31.000 millones de euros en la región, pero desde entonces ha perdido un tercio de los ingresos. La inestabilidad política y económica del continente han zarandeado el balance.
Amenazas de nacionalizaciones, cambios de gobierno inesperados y la inflación galopante de determinados países son un quebradero de cabeza para los directivos de la compañía. Hace diez años Telefónica facturaba casi 3.000 millones de euros en Venezuela. La República Bolivariana ha sido un rodillo que ha menguado la cifra de ingresos hasta los 18 millones de euros. Sí, leen bien, 18 millones de euros.
Argentina aportaba al global del grupo 2.700 millones de euros en 2008. Hoy son 2.300 millones de euros pero, además, en 2018 Argentina dio un paso más en su inflación. Fue declarado país hiperinflacionario, algo que sucedió con Venezuela un año antes, en 2017.
Los problemas legales son también un sin vivir para el operador, que se ha planteado dejar Perú tal y como publicó Vozpópuli hace unas semanas. El país andino reclama 700 millones de euros a la compañía. Las leyes en las regiones de Latinoamérica preocupan también a Telefónica, que tiene provisionados 622 millones para hacer frente a los posibles pagos.
Sin ir más lejos hace un par de días se conoció que Telefónica deberá satisfacer 59 millones de euros a la Hacienda peruana por impuestos atrasados entre 1999 y 2004. De momento el sumatorio total de litigios perdidos en el país asciende a 70 millones de euros, pero puede ser mucho peor, a pesar de que el operador explica en sus cuentas que confía en salir airoso.
Protestas sociales
El continente sufre ahora momentos de agitación social. Chile, país en el que el Telefónica tiene filial, vive entre protestas y manifestaciones, lo mismo que Ecuador o Venezuela. Un virus, el del malestar social, que parece extenderse por la región. No son buenas noticias. Tampoco lo es un Gobierno de extrema derecha como el de Bolsonaro en Brasil, a pesar de que sea la única región que cuente con el beneplácito de Telefónica al otro lado del mar.
El anuncio de cambio de estrategia de Telefónica se produce ahora, pero no hay que olvidar que la compañía capitaneada por Álvarez-Pallete arrancó el año vendiendo filiales latinoamericanas como Costa Rica, Panamá o Nicaragua. Aquellas menos rentables. Es un cambio estrategia que se veía venir, y no parece que las de entonces vayan a ser las últimas ventas.