Turespaña, el organismo público encargado de promocionar nuestro país, dice que los asados de carne son el plato típico de Navidad. Sin embargo, no sería de extrañar que esa tradición cambie, pues el cordero o el cochinillo son ya alrededor de un 30% más caros que hace tres años, antes de la crisis inflacionista. El marisco y el pescado fresco también han subido en torno al 20%, mientras que la ternera, el pollo o el pavo cuestan un 25% más.
También es probable que muchas sobremesas sean menos abundantes en dulces que hace tres años, pues con el mismo dinero las familias compran menos bombones o mazapanes al haberse encarecido un 30%. El vino tampoco sobrará al haber subido un 12%, mientras que la cerveza es un 22% más cara que en 2020, antes de que los precios empezaran a crecer con fuerza.
Según el Índice de Precios de Consumo (IPC) que publica el Instituto Nacional de Estadística (INE), lo que más se ha encarecido en el supermercado es el aceite de oliva, ahora un 164% más caro que en la misma época de 2020. Es decir, una botella cuesta casi el triple. Le sigue el azúcar (59%), las salsas y condimentos (48%), la mantequilla (44%), la leche (44%), los huevos (43%), las patatas (38%) y el arroz (36%), entre otros.
En el otro extremo están los frutos secos, que sólo han subido un 5%; y las bebidas espirituosas y licores (10%). En cualquier caso, no hay ni un sólo producto de la cesta de la compra que sea más barato ahora que en diciembre de 2020. Los precios de los alimentos acumulan ya 26 meses de subidas consecutivas: desde septiembre de 2021 no han registrado ni una sola bajada.
La compra que hicieron los hogares para la Navidad de 2021 ya fue un 5% más cara que la de 2020; la de 2022, un 15% más cara que la de 2021; y la de este año será un 9% más cara que la de 2022. Es decir, esta será la tercera Navidad con incrementos notables en los precios, según los datos que publica el INE. Por tanto, las familias sólo tienen dos alternativas para abaratar costes: cambiar a menús más económicos o recortar en cantidad.
A la subida de los alimentos se suma la de los servicios de alojamiento (39%), la de la restauración (16%) y la de la energía (11%). La vida se ha encarecido, en términos generales, un 16% desde 2020. La gran pérdida de poder adquisitivo se produjo en 2022, cuando la inflación media fue del 8,4% y los salarios sólo subieron un 3,1%. Este año, según los convenios colectivos, las subidas salariales pactadas están alineadas con el IPC.
En todo caso, una brecha sin cerrar. Con datos de remuneración por asalariado (en base a la contabilidad nacional) Raymond Torres, director de Coyuntura Económica de Funcas, calcula que, desde inicios de 2021, los salarios han subido un 8,4%, frente al 16% de los precios. En este sentido, estima que la pérdida de poder adquisitivo alcanza el 6,6%.
Tras situarse en el 3,2% en noviembre, Funcas espera que la tasa general de inflación suba al 3,3% en diciembre y la media del conjunto del año esté en el 3,6%. Para 2024, el servicio de estudios proyecta un 3,5% de inflación media, pero advierte de que es una previsión más incierta y estará condicionada por el calendario de la retirada de las medidas antiinflación –IVA de los alimentos, impuestos sobre la electricidad, precio del transporte público, etc.–.