Hace un mes escaso, José María Aznar dijo que tomó nota de las ausencias de Mariano Rajoy, los ministros y los altos cargos del Partido Popular en la presentación de su último libro de memorias. Si no fuese porque es improbable pillar a un político actual leyendo un libro, podríamos atribuir las ausencias a que los dirigentes actuales del PP habían leído El compromiso del poder y estaban enfadados con la persona que, reconozcámoslo, los creó a todos en política.
Aznar acusa a Jacques Chirac de haber persuadido al rey Mohamed VI para denunciar el tratado pesquero con la UE, que permitía a los barcos españoles faenar en las aguas del banco sahariano (pese a que éstas y sus frutos pertenecen, según la doctrina de las Naciones Unidas al pueblo saharaui), y presionar así a Madrid a reconocer la anexión del Sáhara Occidental (pág. 53); califica un artículo de Juan Luis Cebrián de “vomitona” por prescribir “una política de ruptura y aislamiento” del PP tras la derrota de Jaime Mayor Oreja y Nicolás Redondo en las elecciones vascas de 2001 (pág. 129), y a Felipe González le atribuye la mayor “puñalada” que él había visto dar en su vida política, en este caso al espetar a Redondo en un mitin en la campaña electoral de 2001 que los amigos de los socialistas son los del PNV (pág. 126).
A Mariano Rajoy, que consiguió ganar las elecciones generales y ser presidente del Gobierno al tercer intento, Aznar le hace reproches, más suaves en el estilo literario, pero quizás más duros en el fondo. Juzgue el lector.
En el último capítulo, titulado Mis diarios del 11-M, Aznar describe su descontento con la campaña electoral de las elecciones de marzo de 2004, en las que se presentaba Rajoy y que éste había encargado dirigir a Gabriel Elorriaga.
1 de marzo: “Es el primer día que voy a participar en la campaña de las elecciones generales. (…). Luego, acto en Tomelloso. Ahí me ha enviado el mando. Voy a gusto, aunque hay gente que no entiende nada. (…) Mi preocupación por la marcha general de las cosas aumenta”.
2 y 3 de marzo: Aznar convoca a Moncloa a Rajoy, Elorriaga, Carlos Aragonés y Pedro Arriola. “Les digo sin contemplaciones lo que pienso. No me dejo nada. Mariano reacciona con inteligencia y sensatez. (…) Espero que esto sirva de reacción, que hace falta.
6 y 7 de marzo: “Estoy preocupado por cómo van las cosas. Creo que perdemos gas. Los sondeos así lo reflejan, pero eso me importa poco. Los activos de los ocho años no se explican. La necesidad de la mayoría tampoco. De economía se habla poco. En Cataluña literalmente no se hace nada; como me temía nos hemos quedado sin mensaje. El tono general es bajo. (…) No me han pedido que vaya al País Vasco ni a Cataluña, ni prácticamente a ningún sitio. (…) Particularmente doloroso me resulta lo del País Vasco…”.
8, 9 y 10 de marzo: “Hoy comienza la recta final de la campaña. La impresión es que vamos hacia abajo. Ojalá se reaccione y se consiga. (…) tengo la impresión de estar encerrado y sin hacer nada en la campaña. (…) Creo que las cosas no van bien y me muerdo los puños pasando horas aquí dentro”.
Para cabar, en la lista de “personas extraordinarias” con las que tuvo “la fortuna de trabajar en el partido y en el Gobierno” y “sin cuya dedicación y sin cuyo talento político el Partido Popular no sería hoy lo que es” (pág. 323), Aznar coloca a Mariano Rajoy el último de siete, por detrás de Rodrigo Rato (imputado en Bankia), Javier Arenas (que desde entonces ha fracasado otras dos veces más en ser presidente de la Junta de Andalucía), Francisco Álvarez-Cascos (que abandonó el PP y fundó su propio partido en Asturias) y Ángel Acebes (al que Rajoy echó de la secretaría general del PP en el Congreso de Valencia).
Es una frase hecha que las palabras se las lleva el viento y también que el papel lo aguanta todo. Aznar ha dejado para la posteridad su opinión sobre Rajoy en este libro… que muy pocos entre los creadores de opinión parecen haber leído o comprendido.