Al director Jesús López Cobos (Zamora, 1940) le ha costado un riñón, literalmente, ser "otro" y ahora, superado el cáncer, luce la serenidad de quien sabe el calibre de su vida. Ya muy lejos anímicamente de su etapa en el Real, afirma que los abonados se van de ese teatro por descontento, no por la crisis.
El que fue el primer español en subirse al podio de la Scala, el Covent Garden, la Ópera de París o el Metropolitan y director musical del Real de 2003 a 2010, cuando llegó a ese coliseo Gerard Mortier, vuelve a Madrid para dirigir hasta el domingo en el Auditorio Nacional al pianista Michel Camilo en un programa dedicado a Brasil, Gershwin y Falla.
Nada más terminar los ensayos, y aún exhausto por el esfuerzo, asegura en una entrevista con Efe que está "muy contento" con el programa del recital, articulado en torno a la pieza de Heitor Villa-Lobos "Bachianas brasileiras, número 3".
Tras dirigirla hace dos años en Bergen le propuso a Camilo que preparara esta pieza "bellísima y dificilísima" y el dominicano, anuncia, "la ha montado muy bien y suena fantástica".
Alrededor de ella se pensó el resto, es decir, "Impressioni brasiliane", de Ottorino Respighi, "Rhapsody in blue", de George Gerswhin, y las suites 1 y 2 de "El sombrero de tres picos", de Falla.
"Es un programa de inspiración popular y estoy seguro de que va a gustar muchísimo", augura el maestro, que fue el director de los canciones de inauguración del Auditorio Nacional y del que es ahora responsable Antonio Moral, ex director artístico del Real.
Afirma que se ha distanciado "muy rápidamente" de su etapa en ese teatro, entre otras razones porque el pasado mes de enero le detectaron un tumor maligno en un riñón, "probablemente producido por el estrés".
"La suerte es que estaba encapsulado y aunque me han quitado el riñón no me han tenido que dar quimio ni radio", detalla López Cobos, que en abril, apenas cinco semanas después de ser operado, dirigió en Valladolid la tercera de Mahler, la pieza más larga del repertorio clásico.
A lo "suyo" se unió que a su mujer, Brigitte, le tuvieron que practicar en aquellos meses un doble by-pass, también superado "muy satisfactoriamente", dice aliviado y orgulloso mientras enseña una fotografía de la "guapísima" en su móvil.
"Ahora estamos dedicados a gozar del día a día y este verano, por primera vez desde que era estudiante, he cogido dos meses de veraneo", rememora casi relamiéndose.
Por eso, "todo", es decir, cosas como el devenir del coliseo madrileño, le pilla "muy lejos" aunque tampoco se ahorra sus impresiones.
"Los teatros que hacen 20 ó 24 producciones de ópera al año pueden dedicarse tanto a las obras contemporáneas como al repertorio. Si sólo tienes 9 montajes -como el Real- y el 80% es moderno tienes un problema con el público", detalla.
"Los abonados devuelven el abono por que se sienten defraudados, por descontento, no por la crisis. La cuestión es que un director artístico no debe sólo programar para su gusto", remata.
De su etapa en el Real está muy orgulloso de los frutos que ha dado su trabajo de siete años con la orquesta titular. "Me da igual que me lo reconozcan, ellos me lo agradecen y yo lo sé".Que ahora no haya un director estable de la orquesta le parece "muy desequilibrante": "Quieren ser un teatro de referencia pero la Scala ha tenido durante 40 años a dos; el Covent Garden a tres en 40 años y Barenboim lleva en la Staatsoper 20 años".
"Cualquier institución necesita un mínimo de estabilidad. Ese cambio continuo es un yo-yo en la calidad", resume.López Cobos pasa cerca del 90 por ciento de su tiempo fuera de España, dirigiendo orquestas por todo el mundo y entregado a su pasión por enseñar a los jóvenes su vasto conocimiento.
Los próximos tres años tendrá que dedicarse, además, a sus contratos con la Ópera de Berlín, con la que debutó en 1971, y la de Viena, ciudades que "aún" parecen inmunes a la crisis que "en todas partes", lamenta, se ceba con la cultura.