Hace algo mas de un año se produjo un conflicto en un hospital madrileño. Alguien decidió, sin consultar con los afectados, convertir el Hospital general de la Princesa, un clásico, en un centro para crónicos. Se recogieron firmas. La más curiosa fue la de Ana Botella. Los redactores del manifiesto y los firmantes (sanitarios, pacientes y Ana Botella) pedían diálogo y que los vecinos/usuarios de ese hospital no se vieran afectados por una decisión que sólo se había hablado en los despachos. Finalmente se paró el atropello y hoy la Princesa se mantiene como un gran hospital.
Hace algunos meses los comerciantes de Serrano se enteraron de casualidad de que su alcaldesa iba a quitar un carril y poner aparcamientos de bicis y paradas de taxis en su lugar. Ese carril evita la doble fila y ha devuelto a esa vía la importancia que tuvo antes de las faraónicas obras de Alberto Ruiz-Gallardón. Ha sido un carril, pero podía hacer sido un centro de mayores, una biblioteca, un colegio...
Los comerciantes, y también algunos vecinos, se quejaban de que no les hubieran consultado como afectados y de que tampoco les pregunten sobre la suciedad de esa calle, el mal estado de los árboles o del mobiliario urbano. Pidieron, por carta, que no se pusiera en marcha esa reforma.
Ana Botella recibió el mensaje con las protestas y su siguiente movimiento ha sido poner en marcha las obras. Se olvidó muy pronto de su firma en La Princesa. Ana Botella, como el alcalde de Burgos, con el Gamonal, y otros muchos, demasiados, aplican viejos sistemas de gobierno en los que para hacer unas obras para los vecinos de la calle se consulta a todos menos a los afectados. La democracia, y más en el gobierno de la ciudad, se debe hacer atendiendo los intereses generales y no los deseos de unos técnicos o políticos de despacho que no están en la realidad de unos tiempos en los que la participación, contar con la calle, debe ser norma democrática básica.
Ruiz-Gallardón no se fiaba de sus concejales y les quitó el poder a las juntas de distrito, lo más cercano al vecino. Ana Botella pudo cambiar esa orden y descentralizar el poder de decisión y acercarlo al vecino. No lo hizo.
No contar con los ciudadanos es un error que termina con decisiones como la de construir algo que los comerciantes y vecinos no han pedido y no quieren. Pero Ana Botella tendrá suerte. Seguro que esta vez ninguno de sus compañeros de partido firma contra las obras de la calle Serrano.