España

La mujer de Bárcenas: "Mi muerte y la de mi marido habrían beneficiado a mucha gente"

Rosalía Iglesias aprovecha su comparecencia como testigo en el juicio contra el asaltante de su vivienda para lanzar una sombra de sospecha sobre las motivaciones del acusado. "Cuando nos llevó encañonados al despacho de Luis pensé que era el final", ha dicho.

  • La mujer de Luis Bárcenas llega a la Audiencia Provincial junto a su empleada del hogar

Elegantemente vestida, muy maquillada y con aspecto de haber visitado hace poco la peluquería, Rosalía Iglesias, la mujer de Luis Bárcenas, ha comparecido este miércoles ante un tribunal, pero no con imputada. En esta ocasión, la esposa del extesorero era la víctima, la acusación, en el juicio contra Enrique Olivares García, el hombre que disfrazado de cura accedió el 23 de octubre pasado a la vivienda del matrimonio armado con una pistola y exigiendo la entrega de los célebres 'pendrives' del político ahora encarcelado. Quizá por ello, Rosalía ha sido especialmente locuaz y ha realizado una declaración en la que han hecho falta pocas preguntas para que explicase con todo lujo de detalles los momentos de tensión vividos en aquel suceso. Pero también para lanzar una sombra de sospecha sobre las verdaderas intenciones que tenía el asaltante. "Si hubieramos muerto mi hijo y yo ese día, mi marido también habría muerto. Eso habría beneficiado a mucha gente", aseguró, aunque sin concretar a quién se refería.

A los cinco minutos de haber comenzado a declarar, el asaltante "simuló" oír voces y logró suspender el juicio durante una hora. Su abogado pide la absolución por enfermedad psiquiátrica

La vista se había iniciado poco después de las once de la mañana con la declaración del acusado, quien vestido con una chaqueta de chandall y aspecto desaliñado, protagonizó un incidente que obligó suspender la vista durante más de una hora. Tras declararse "culpable con reparos", Enrique Olivares reconoció en todo momento que se había disfrazado de sacerdote ("¿es delito eso?", le respondió irónico al fiscal que le interrogaba) y que dijo que iba "de parte del Obispado" para tratar sobre la posible libertad del extesorero para poder acceder a la vivienda. Poco más duró su testimonio. Instantes después, y tras afirmar que iba a seguir contestando "con la cabeza alta y el corazón limpio", pero que su mente se encontraba "en un nebulosa", comenzó a temblar visiblemente y a pedir agua para tomar un medicamento.  

Tras ingerir una pastilla, Enrique Olivares comenzó a agarrarse la cabeza y a decir que oía "voces" y veía "luces" y que le condenasen "a lo que quieran. Firmo 20 años o lo que quieran". "Dejadme en paz. Estas voces no me dejan. Váyanse ya. No quiero escuchar más voces. Fuera de mi cabeza", aseguró mientras temblaba y se dejaba caer sobre la mesa situada frente al lugar en el que declaraba. En ese momento, el juez ordenó su desalojo y que fuera examinado por el forense de la Audiencia Provincial ante la sospecha de que estaba fingiendo. Una hora después, el médico comparecía ante el tribunal y ratificaba sus sospechas: ni mostraba síntomas de que la supuesta alteración de la personalidad que padece le impidiese declarar en ese momento ni la supuesta desorientación que alegaba era fruto de una dolencia física. "Simulación clínica", concluyó el doctor. Pese a ello, el acusado sigó mostrandose en la sala aturdido, como ido, por lo que el presidente de la Sala ordenó su expulsión después de que desoyera por tres veces las indicaciones del tribunal para continuar su declaración.

Una persona "amable"

Fue entonces el turno de Rosalía Iglesias. Interrogada en primer lugar por la Fiscalía, hicieron falta pocas preguntas del representante del Ministerio Público para que la mujer de Luis Bárcenas hilvanase un completo relato de lo ocurrido aquella tarde. Aseguró que en un primer momento no pensó atender en persona a aquel hombre que se había presentado como sacerdote, pero que al oír que quería hablar de la posible puesta en libertad de su marido, salió a recibirle junto a la asistenta de hogar. Según ha recordado este miércoles, durante veinte minutos mantuvieron tanto él como su hijo una conversación animada en el salón de la casa con el desconocido, quien, en todo momento daba muestras de "tranquilidad" y que, incluso, bromeó, además de dar muestras de conocer detalles muy precisos sobre la familia.

Rosalía Iglesias aprovechó el detallado relato que hizo del secuestro sufrido para quejarse de "la situación" en la que se encuentra su familia tras el encarcelamiento de su marido

Sin embargo, la situación cambió bruscamente. Según recordó la esposa del extesorero del PP, con la excusa de "coger una pastilla para la acidez", Enrique Olivares sacó del maletín que llevaba una pistola. "Nos dijo que se había acabado el teatro, que no era sacerdote y que había venido a por lo que yo tenía". Rosalía Iglesias aseguró entonces que ella se enfrentó de manera "temeraria" al falso religioso y que, incluso, se encaró con él para preguntarle "quién le había mandado". El asaltante le mandó callar. "Me dijo que no me hiciera la tonta o me daba un tiro" y comenzó a reclamarle unos 'pendrives' y una información "que puede derribar al Gobierno". Poco después, tanto ella, como su hijo Guillermo y la asistenta fueron maniatados con bridas y comenzaba un particular calvario a punta de pistola que incluyó un peregrinar por la casa que les llevó, primero a la cocina para que la empleada de hogar pudiera tomar un tranquilizante, y, más tarde, al despacho de Luis Bárcenas.

Según la mujer del extesorero, fue ese el momento más crítico del secuestro. "Lo he hablado luego con mi hijo y los dos pensamos en que era el final", aseguró Rosalía, quien añadió que para ese momento el asaltante se mostraba "cada vez más nervioso, grosero, violento y amenazante" y que ya antes les había dicho que "había estado en la guerrilla y que tres muertos más no le importaban". A partir de ese momento, Rosalía Iglesias aseguró que se precipitaron los hechos. Su hijo consiguió romper las bridas "de la rabia contenida", liberar sus manos y saltar "como una fiera" sobre el falso sacerdote, al que inmovilizó tras darle un cabezazo. "Fue un milagro que mi hijo las rompiera. Yo lo había intentado y no había conseguido moverlas ni un milímetro", aseguró. Poco después, ella pedía auxilio por la ventana y, más tarde, llegaba un empleado suyo y la Policía. La pesadilla había terminado.

"Llena de sufrimiento"

Durante su testimonio, Rosalía Iglesias puso en varias ocasiones de manifiesto "la situación" en la que se encontraban entonces y ahora su familia tras el ingreso en prisión el pasado verano de Luis Bárcenas. "Desgraciadamente he vuelto a fumar dadas las circunstancias", aseguró al tribunal tras reiterar que los últimos meses su vida había estado "llena de sufrimiento". De hecho, mostró su convencimiento de que si ella y su hijo hubieran muerto, "mi marido también habría muerto. Eso habría beneficiado a mucha gente"", afirmó. Incluso, al explicar que el asaltante les dijo que tenía intención de huir a través de la azotea a la Embajada de Perú, situada en el inmueble contiguo, la mujer de Bárcenas reconoció que aquella vía de escapa la habían utilizado a menudo ella y su marido "para evitar a los periodistas" que tras estallar el escándalo de las cuentas suizas de habían apostado a la entrada del edificio.

Tras su testimonio, Rosalía Iglesias decidió permanecer en la sala de vistas a la espera de que declarase su empleada de hogar. La vista continuará el jueves con la prueba pericial que debe determinar si el asaltante es realmente el enfermo mental que él mismo "simuló" ante tribunal. Ese es, de hecho, su principal argumento de defensa y por lo que pide la absolución. La Fiscalía, pese a reconocer que sufre un trastorno de personalidad, pide 18 años de prisión, mientras que la acusación de los Bárcenas eleva la pena a los 19 años y seis meses. Los tres magistrados que componen la sala ya dieron muestras este miércoles de que tampoco ellos se creen lo de las "voces en la cabeza"

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