El ministro de Asuntos Exteriores, UE y Cooperación, Josep Borrell, ha desvelado este lunes que el domingo habló con su homólogo marroquí, Nasser Bourita, y ha asegurado que por parte de Marruecos "no hay ningún cambio de actitud" sobre la inmigración, "ninguna intención deliberada de dejar que aumente el flujo por descuido o inadvertencia".
Borrell ha atribuido el aumento de llegadas de migrantes a las costas españolas al "cierre de la ruta libia", que ha hecho que aumente "de manera natural" la presión sobre el Mediterráneo occidental, ya que "circulan más seres humanos por circuitos que hasta ahora estaban menos transitados".
En todo caso, ha llamado a "medir las cosas en sus justos términos" porque cree que se está "banalizando" el término "inmigración masiva". El ministro estaba compareciendo junto a su homólogo de Jordania, Ayman al Safadi, que ha explicado que, de los 10 millones de habitantes que tiene su país, 3,5 son inmigrantes y refugiados.
Borrell compareció junto al ministro jordano, un país que tiene una gran presión migratoria
"Compárenlo con las peores cifras de Europa", ha dicho Borrell, aludiendo a los 180.000 migrantes que recibió Italia en 2016 o a los alrededor de 20.000 en lo que va de 2018 en España, un país de más de 40 millones de habitantes y con una renta per capita mucho más alta que la jordana.
A Jordania han llegado desde el inicio de la guerra en Siria, en 2011, un total de 1,5 millones de refugiados, el doble de los empleos que la economía jordana, con un 18,4 por ciento de paro, puede crear cada año. Y ese millón y medio se suma a los dos millones de refugiados palestinos. Según Al Safadi, solo un 10 por ciento de todos los refugiados e inmigrantes viven en campos de refugiados -fundamentalmente sirios-- mientras el resto vive distribuido por el resto del país.
Invertir en refugiados para más seguridad
El ministro jordano ha reconocido que para la situación sea sostenible es clave la ayuda internacional, y ha avisado contra la "fatiga del donante". Sin embargo, también ha hecho hincapié en la necesidad de dar a los refugiados atención, sanidad y educación, porque solo así podrán ser el "ejército" que reconstruya su país cuando puedan regresar a él, y no dejarlos en la "pobreza y la ignorancia" que los haga vulnerables. "Invertir en los refugiados es una inversión en la futura seguridad", ha advertido.
Ante este interlocutor, Borrell ha defendido que las llegadas de inmigrantes "se mantienen en unos límites controlables". Según ha dicho, los mensajes "más o menos oficiosos de supuestos documentos de la UE" no dicen nada que las autoridades no supieran ya.
Eso si, ha admitido que hay que tener en cuenta las cifras y que España está "con todos los efectivos desplegados y todas las capacidades en alerta". Para ello, ha señalado que el Gobierno ha activado mecanismos europeos de ayuda, a pesar de que los flujos de inmigrantes están muy por debajo de los que llegó a tener Italia.
A su juicio, lo que a los españoles les "choca" o les "produce temor" es el "carácter desordenado de la inmigración", que está siendo brusco y "aparentemente incontrolado", pero lo cierto es que 600 personas no es "algo masivo". "Las cifras para nada se corresponden con un fenómeno que no se pueda encauzar y ordenar como ya están haciendo los poderes públicos", ha dicho.
Y, al margen de la gestión diaria de los flujos de inmigrantes, el ministro se ha reafirmado en su análisis de que cualquier demógrafo defenderá que Europa necesita la inmigración porque necesita "savia nueva" si no quiere convertirse en un "continente de ancianos" y dada la escasa "capacidad de procreación" de los europeos.
En esa línea, ha señalado que aun con políticas de fomento de la natalidad -ha dicho que la maternidad debería considerarse "servicio público" y hacerse compatible con la carrera profesional de las mujeres-- el objetivo "no se consigue de la noche a la mañana". Además, aunque muchos inmigrantes que llegan a las costas españolas en realidad no quieren quedarse en España, sino continuar a países del centro de Europa, ha recordado que España es precisamente uno de los países con más baja natalidad.