El bofetón de Podemos a Pedro Sánchez el pasado domingo ha traído bronca a Moncloa. Pablo Iglesias chantajeó al Gobierno y subió el precio del voto de los cuatro diputados morados a los Presupuestos Generales del Estado: la ruptura de relaciones con Israel y la intervención del mercado inmobiliario para bajar los precios del alquiler. Según ha sabido Vozpópuli, el ministro de Presidencia, Félix Bolaños, conversó con la líder de Podemos, Ione Belarra, para cerrar el acuerdo de renovación del Consejo de Administración de RTVE. Pero, en ningún momento, trataron sobre el órdago de Iglesias, porque aún estaba por llegar.
Bolaños, el ministro encargado de las relaciones con las Cortes, no lo vio venir. Y, una vez con él encima de la mesa, lo desdeña y lo achaca a mero fuego de artificio. El ministro, que aparenta estar cero preocupado, considera que no hay una amenaza real por parte de los morados a la estabilidad de la mayoría que sostiene a Sánchez en el Congreso. Pero la vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, sí está alarmada por el tema, porque es a ella a quien afecta directamente, ya que se trata de una seria advertencia sobre las cuentas que está intentando encauzar y que son el objetivo principal del núcleo duro del presidente del Gobierno.
El Ejecutivo intenta responder al acoso de los morados y de sus dos aliados directos en el Congreso -ERC y Bildu- enseñando los dientes. Y para muestra el airado ataque de la ministra de Vivienda, Isabel Rodríguez, a Belarra este miércoles en el Congreso: “Con mis tres propiedades no tengo ni para pagar la mitad del chalé de Galapagar”. La tensión se mastica en el ambiente. Poco después, Belarra atizó a los socialistas por la trama de corrupción que tiene a José Luis Ábalos, ex mano derecha del líder del PSOE, al borde de la imputación. Los golpetazos son sonoros y van a hacer daño.
Lo cierto es que en el Gobierno se multiplican los análisis sobre la rebeldía de Podemos. Hay ministros que creen que no queda más remedio que ceder ante algunas pretensiones de Podemos a cambio de las cuentas, porque la mayoría es la que es. Hay otros, como Bolaños, que restan importancia y que creen que llegado el momento, Podemos no se atreverá a tumbar las cuentas de un gobierno de izquierdas. Y hay otros que ven a los morados poniendo la venda antes de la herida. El análisis que hace una parte del Consejo de Ministros es que someter a consulta de la militancia las exigencias de Podemos para cerrar un acuerdo de presupuestos es una defensa. "Intuyen que puede no haber cuentas", explican fuentes gubernamentales.
De esa manera, si no las hay, ellos aparecerán como el partido que no renunció a sus principios de izquierdas (de verdad) y no traicionaron el mandato de la militancia. No obstante, el Gobierno cree que esa consulta les dificulta la negociación. En Moncloa no están dispuestos a ceder. Pero el hecho irrebatible es que sin los votos de Podemos no hay mayoría 'progresista' que alumbre ley alguna. Y existe cierto temor en el Gobierno a que Iglesias 'revolucione' a los socios de izquierda de Sánchez; les alborote y les haga la vida más difícil coaligando intereses. Cabe recordar que debe aunar también los de Junts: la derecha independentista catalana.
El exlíder de Podemos, que el domingo pisoteó a Yolanda Díaz -también en un momento de máxima debilidad-, se erigió en el líder de una revuelta y puso a Junts como ejemplo a seguir. A Iglesias le gusta la política de navajeo de Carles Puigdemont para arrastrar al PSOE a su terreno. Esto quieres, esto pido. Los morados y sus socios de la izquierda plurinacional tildan a Sumar de mera comparsa del PSOE; de partido agradable que no hace ruido alguno y que, por tanto, es incapaz de impulsar leyes que mejoren la vida de la gente. Ese es el motivo por el que este fin de semana pidieron que toda la izquierda se resguarde en la casa de Podemos. Los morados se rearman y apuntan a Pedro Sánchez con el revólver.