Cataluña

Puigdemont, el prófugo oportunista de Waterloo que ha puesto del revés la política nacional

Su regreso condicionaría completamente la agenda del Gobierno, la estrategia de la derecha y también dejaría en muy mala situación a Pere Aragonés, al frente de un Govern en minoría

  • El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont atiende a medios a su llegada al Parlamento Europeo -

Están los gatos con siete vidas y después Carles Puigdemont. El líder de Junts ha sido una de las personalidades políticas más destacada por la influencia que ha tomado su hoja de ruta en la política nacional después del pacto de investidura de Pedro Sánchez. El prófugo de la Justicia por el 'procés' ha conseguido que las conversaciones del más alto nivel con el Estado se pilotaran bajo sus condiciones, y que se tuviera en cuenta la imposición de un mediador internacional, la oficialidad del catalán en la UE y la tan polémica amnistía. Ha conseguido llevar la batuta de las negociaciones desde el extranjero, empezando por las reuniones con el tercero del PSOE, Santos Cerdán, en Bruselas para atar la investidura y la inminente reunión que tendrá con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, para 'normalizar' la relaciones entre socios después de tener el apoyo de los 7 diputados de Junts para seguir en Moncloa.

Su recorrido a lo largo de 2023 es ciertamente sorprendente: ha pasado de ser un apestado y eludido, incluso dentro de la facción más moderada de Junts, a estar en la primera fila de la actualidad política. Una oportunidad que no ha dejado pasar.

Puigdemont arrancaba el año 2023 aferrándose a su condición de eurodiputado para defender su inmunidad. En enero afirmó que no se rendiría después de que el TJUE diera la razón al magistrado Llarena ante la negativa de Bruselas de extraditar al exconseller Lluís Puig. Un comunicado que abrió la puerta a la extradición del líder de Junts. Su pulso con la Justicia europea en este sentido se recrudecía en verano con otro duro revés, cuando el TGUE desestimó tanto su recurso como el de dos de sus consejeros contra la retirada de su inmunidad como europarlamentarios.

El 24 de julio, un día después de las elecciones generales, la Fiscalía del Tribunal Supremo pidió al juez Llarena que acordara la detención y el ingreso de Carles Puigdemont y de Toni Comín con la emisión de una orden de busca y captura internacional. Sin embargo, la milésima vida del 'gato' Puigdemont ya estaba salvada gracias a los resultados electorales y su agonía con la Justicia empezaba a diluirse porque Pedro Sánchez tenía el agua al cuello: o pacto con el prófugo o repetición electoral.

En enero afirmó que no se rendiría después de que el TJUE diera la razón al magistrado Llarena ante la negativa de Bruselas de extraditar al exconseller Lluís Puig. Un comunicado que abrió la puerta a la extradición del líder de Junts

Mientras el Tribunal Constitucional (TC) inadmitía a trámite el recurso que presentó el expresidente de la Generalitat de Cataluña contra la orden de detención que dictó el Tribunal Supremo por los delitos de desobediencia y malversación, en agosto empezaba el juego de tensar la cuerda al máximo con el PSOE. A finales de agosto ocurría lo imposible: Sánchez daba su primera concesión al secesionismo y ataba la Mesa del Congreso a cambio de amparar el uso del catalán en el Congreso y el estudio de una Ley de amnistía para los implicados del 1-O. Puigdemont empezaba a coronarse con el laurel del César, llevando la voz cantante en las negociaciones frente a ERC, en una clara rivalidad por monopolizar la portavocía del nacionalismo catalán.

Incluso ERC se bajó los pantalones, tanteando a Junts para que formara parte de la Mesa de diálogo cuando fue una de las razones que rompió su coalición en el Govern. La sociedad española se frotaba los ojos ante la película de que la amnistía se hiciera realidad. Ya a principios de septiembre, Yolanda Díaz rompía el hielo al reunirse con Puigdemont en Bruselas para desencallar la investidura, rompiendo también cualquier pudor diplomático al normalizar a Puigdemont como figura negociadora. El 'gato' Puigdemont no solo salvaba la vida sino que se le domesticaba con caricias de todo tipo.

Mientras a finales de octubre Europa archivaba la petición de defensa de la inmunidad de eurodiputado de Carles Puigdemont, éste se frotaba las manos, no sin antes generar el levantamiento de la mitad de la sociedad española contra la amnistía y los pactos de Sánchez el 8-O.

Mientras a finales de octubre Europa archivaba la petición de defensa de la inmunidad de eurodiputado de Carles Puigdemont, éste se frotaba las manos, no sin antes generar el levantamiento de la mitad de la sociedad española contra la amnistía y los pactos de Sánchez el 8-O. El mes de octubre, gran mes para el independentismo, fue exhaustivo para Pedro Sánchez. El PSOE se desquebrajaba con voces referentes en contra de los acuerdos que se estaban cociendo como la de Page o la vieja guardia socialista. Sin embargo Sánchez era imperturbable. A finales de octubre, con la visita del PSOE a Bruselas, los socialistas ya llamaban "president" al 'gato' Puigdemont, casi que eludiendo el hecho de que hubiera estado 6 años huyendo de la Justicia española.

El 9 de noviembre fue la gran fecha para Junts. A pesar de solo contar con 7 escaños en el Congreso y que la mayoría de los votos en las generales en Cataluña hubieran recaído en el PSC, Sánchez entró por el aro. Aceptó un relator internacional, el análisis de un referéndum y la amnistía total para los políticos independentistas implicados en el 1-O. Es decir, el perdón total a los responsables de los delitos que llevaron a Cataluña a una confrontación sin casi precedentes con el Estado. Un golpe de muy mal gusto al juez Llarena y a todas las instituciones judiciales, que ha abierto una guerra sin cuartel entre el poder Ejecutivo y Judicial en el que el nuevo ministro de las Cortes, la Presidencia y la Justicia, Féliz Bolaños, está tratando de minimizar.

Habrá que ver cómo se desarrolla la legislatura socialista con la hipoteca a cuestas de todas las concesiones a los grupos nacionalistas. Es la primera vez desde el estreno de la Constitución de 1978 que hay una grave polémica sobre la inviolabilidad del Estado de Derecho y al separación de poderes. Una realidad que ha dejado muy maltrecha la confianza cívica en el Gobierno de Pedro Sánchez. Si hubiera que destacar un peligro futuro dentro del clima de tensión que ya ha generado la instauración de esta legislatura, es la sombra recurrente de la vuelta de Carles Puigdemont. Como en el cuento de 'que viene el lobo', su posible vuelta de Waterloo puede suponer un revulsivo final de consecuencias imprevistas. Su regreso condicionaría completamente la agenda del Gobierno, la estrategia de la derecha y también dejaría en muy mala situación a Pere Aragonés, al frente de un Govern en minoría.

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