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El 'cóctel perfecto' que desmadra los macrobotellones: "No era fácil de predecir"

Juan Carlos Revilla, profesor de psicología social en la Universidad Complutense de Madrid (UCM), no recuerda macrobotellones "tan masivos" como los celebrados en la capital en las últimas semanas: "No

  • Agentes de Policía Nacional intervienen en un botelló en el Parque del Oeste de Madrid, el pasado fin de semana. -

Juan Carlos Revilla, profesor de psicología social en la Universidad Complutense de Madrid (UCM), no recuerda macrobotellones "tan masivos" como los celebrados en la capital en las últimas semanas: "No era fácil de predecir". Las reuniones multitudinarias de jóvenes para beber en la calle se han multiplicado en varias comunidades desde el final del verano. No es un problema nuevo. Los botellones existen desde hace años. Sí lo es, sin embargo, la cantidad tan grande de personas que se cita a través de las redes sociales y el aumento de la violencia en estas celebraciones. El experto de la UCM sostiene que este fenómeno será "transitorio" y no tendrá "trascendencia a largo plazo".

Esta oleada de botellones se ha desatado a medida que se han relajado las medidas anticovid. La eliminación de los toques de queda, el buen tiempo de las últimas semanas y las limitaciones al ocio han alentado este tipo de celebraciones. Los ayuntamientos del País Vasco, Cataluña y Andalucía fueron de los primeros en sufrirlas a finales de agosto. Jaranas de miles de jóvenes frente a las pequeñas plantillas de los cuerpos de policía municipales.

"Es muy frecuente desde hace décadas que los jóvenes busquen esa fiesta nocturna como una forma ya no de socializar con amigos, sino con otras personas conocidas y desconocidas para generar redes de relaciones, vínculos amorosos y eróticos… Es muy importante para ellos porque no hay tanto control adulto de las instituciones", explica el profesor.

Esta "necesidad" de los jóvenes, añade, se ha visto "coartada" en el último año y medio. Revilla cree que al principio de la pandemia entendieron que debían respetar las normas sanitarias. Luego, a medida que se alargaron las restricciones, se les hizo "más difícil". Sobre todo, remarca, porque se veían "menos vulnerables" a la enfermedad.

Macrobotellones en el Parque del Oeste

Hace casi un mes, durante la madrugada del viernes 18 de septiembre, cerca de 25.000 jóvenes se congregaron en una fiesta callejera que abarrotó la Ciudad Universitaria de Madrid. Nadie esperaba un botellón de tales dimensiones. No estaba previsto y cogió a los efectivos de seguridad con el pie cambiado. El macrobotellón se saldó sin incidentes graves, pero abrió la veda en la capital a otros más violentos. La UCM, que acumula una buena parte de sus facultades en esta zona, defendió que siguió con el "protocolo" ante la llegada masiva de la muchedumbre. La Universidad alertó de que este tipo de iniciativas se impulsan por redes sociales.

Durante el siguiente fin de semana, en Barcelona, un macrobotellón por las fiestas de la Mercé reunió a 40.000 personas en la Avenida Maria Cristina y la Plaza de España y aledaños. En esta ocasión, derivó en actos vandálicos contra, por ejemplo, el Palacio de Congresos de la Fira. Aunque también se quemaron vehículos, hubo peleas entre grupos, un largo parte de detenidos y lesiones y una posible agresión sexual.

Vandalizan el edificio del Fira durante el macrobotellón en Barcelona
Destrozos en el Palau de Congressos de Barcelona durante la Mercè.

De vuelta a la capital, durante la madrugada del sábado 3 de octubre, el caos se desató en el Parque del Oeste, muy próximo a Ciudad Universitaria, en el distrito de Moncloa-Aravaca. En un momento dado, la policía entró a desalojar el parque. En su huida, decenas de jóvenes recorrieron las calles colindantes destrozando mobiliario urbano e improvisando barricadas. Al igual que en Barcelona, la violencia se adueñó del macrobotellón y se registraron tres heridos por arma blanca y una veintena de lesiones traumáticas.

El fin de semana pasado llegó con un aliciente más: las fiestas del barrio del Pilar. Más de 1.200 agentes, entre ellos, 874 policías nacionales, se desplegaron en esta zona, en el parque de Berlín y en el parque del Oeste. Miles de ojos controlando que el desmadre de los jóvenes no les fuera de las manos. El centro de la violencia fue, de nuevo, el parque del Oeste, donde la Policía Nacional llegó incluso a desplegar un dron para vigilar a las masas. El amplio despliegue policial no evitó los altercados violentos y los nuevos robos a adolescentes. Se detuvieron a 60 personas y se produjo un apuñalamiento. De los 60 detenidos, 43 de ellos eran españoles y 17, extranjeros.

Polémica por el origen de la violencia

La oleada de violencia en los botellones callejeros ha provocado discrepancias en la capital. Por un lado, a raíz del operativo desplegado durante el puente. Según el Ayuntamiento de Madrid, la Policía Municipal y la Nacional se dividieron los puntos a vigilar. El parque del Oeste, según el Consistorio, formaba parte del área asignada a la Policía Nacional. Pero fuentes del cuerpo consultadas por El País aseguran que esa división no existía y que el control de los botellones es una competencia local en la que la Policía Nacional actúa de refuerzo.

La otra polémica se ha generado sobre el supuesto origen y naturaleza de los delincuentes que actúan en estas concentraciones. El Mundo informó que una violenta banda de magrebíes estuvo detrás de robos durante el botellón del parque del Oeste celebrado el 3 de octubre. Un grupo de chavales armado con cuchillos e incluso machetes que actúa con crueldad si es necesario. Y no solo actúa en Madrid capital, sino que también se desplaza a las fiestas de los distritos y pueblos de la Comunidad para cometer los robos. Utilizan las redes sociales para buscar los lugares donde se celebran los botellones y las fiestas populares. Respecto al botellón del pasado fin de semana, según El País, no hay constancia de que ninguno de los detenidos formara parte de un grupo de esta naturaleza.

Para el profesor Revilla, lo ocurrido estas últimas semanas no es distinto a las "violencias" que se desatan habitualmente en las fiestas populares de barrio y de los pueblos. La diferencia, en el caso de los últimos macrobotellones, es que estas fiestas callejeras las autogestionan los jóvenes en vez de las instituciones.

El experto en psicología social, sin embargo, cree que este fenómeno tiene los días contados por varios motivos. "Tiene que decaer porque la gente ha sufrido las consecuencias negativas de haber acudido a los macrobotellones, el tiempo empeorará, las discotecas están abriendo y la gente se reconducirá. Seguirá habiendo botellones de una manera más moderada", vaticina.

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