España

Emiliano García-Page y la voz del mastín español

Todo a cambio de sus votos. Y encima a toda velocidad. Pero Emiliano García-Page no se ha callado en absoluto

  • Montaje de Emiliano García-Page

Emiliano García-Page Sánchez nació en Toledo el 11 de junio de 1958. Es uno de los cinco hijos que tuvieron Doroteo García-Page Muñoz, encuadernador, y su esposa, Gregoria Sánchez, ambos ya fallecidos. Lo curioso es que fueron cinco hijos en cuatro partos: Emiliano tiene un hermano gemelo, Javier, que es idéntico a él hasta en el corte de pelo. Esto ha provocado situaciones muy divertidas, otras incómodas (sobre todo para Javier) y otras que han sido causa de memorables costaladas periodísticas. Alguna vez se ha publicado el notición: “¡El presidente de Castilla-La Mancha va a recoger a su hijo al colegio!”, y resultaba que no, que era el tío Javier. Los dos hermanos, a quienes no les falta el sentido del humor, han favorecido algunas veces la confusión, de adolescentes con las chicas y más adelante con quien se terciara.

La familia García-Page era humilde y pasó estrecheces, porque los niños eran muchos, la vivienda era pequeña y los ingresos de un taller de encuadernación daban para lo que daban y ni un duro más. Emiliano vio el mar por primera vez a los quince años, en Cullera. También fue aquella la primera vez que se subió a un octavo piso (en Toledo vivían en un bajo): “Estábamos todo el día asomados a la ventana”, diría más tarde.

El chico salió listo, alegre, flaco, inquieto y desde luego precoz. Aficionado a la lectura (Yourcenar, Antonio Gala), a la historia, a Bruce Springsteen y a andar en bici, decidió estudiar Derecho. Se licenció en la Universidad de Castilla-La Mancha en 1991, a los 24 años. Lo que no se sabe es cómo le dio tiempo a estudiar, porque tenía 17 cuando se apuntó a las Juventudes Socialistas y algo más tarde al PSOE

Lo que no se sabe es cómo le dio tiempo a estudiar, porque tenía 17 cuando se apuntó a las Juventudes Socialistas y algo más tarde al PSOE

Ahí empezó su precocidad, al menos en política. El post-adolescente Emiliano, que era un poco repipi pero solo un poco, llamó rápidamente la atención del sumo pontífice del socialismo castellano-manchego, el todopoderoso José Bono, que entonces vivía la primera de las seis mayorías absolutas consecutivas que llegaría a cumplir como imbatible presidente de Castilla-La Mancha. Se oyó una voz que sonaba desde las alturas: “Este es mi hijo muy amado en quien tengo todas mis complacencias”, y la mano de Bono descendió y se posó sobre la pelambre rebelde al peine del joven Emiliano. Ahí empezó todo. En junio de 1987 fue consagrado concejal del Ayuntamiento de Toledo. Tenía 19 años. Y espinillas. En aquel momento fue el concejal más joven de España. Tiempo después lo diría: “Me gusta más la política que una piruleta a un niño”.

Acabaría por reventarle que siempre le llamasen “el delfín de Bono”, pero ¿qué otra cosa le iban a llamar? ¡Es lo que era! El piadoso, inteligente, sentimental y omnipotente presidente castellano-manchego se empeñó en otorgar a su “paje” (esta vez con jota) Emiliano una educación política inmejorable, como la que él mismo tenía. Aprendió rápidamente a intrigar, algo sin lo cual es imposible sobrevivir en el PSOE; aprendió a hablar, y muy bien; aprendió también a presentarse solamente a los cargos en cuya elección podía vencer, cosa que ha hecho siempre, y aprendió el valor de la lealtad hacia quienes te protegen. Lo que no aprendió nunca fue a mentir, que es algo que le saca de quicio, ni a callarse lo que pensaba, defecto este peligrosísimo en política. Pero frases como “los políticos somos el culo de la democracia”, “la mayor corrupción en política es la mentira” o “soy bastante librepensador en la cama”, son suyas. Como esta otra: “Castilla-La Mancha es una región conservadora; fíjese si lo es que nos ha conservado a nosotros durante 28 años…”. La voz de García-Page es poderosa. Y puede ser temible.

Hay una memorable foto que se hizo en el palacio de Fuensalida (Toledo) en 1995. El alcalde le daba el premio Alfonso X el Sabio a Adolfo Suárez, que entregaba el rey Juan Carlos. Bono invitó a un almuerzo que acabaría a las diez de la noche. La foto de los comensales es de escalofrío; el Rey no está pero aparecen, entre otros (y además de Suárez y Bono), Landelino Lavilla, Pérez Rubalcaba, Narcís Serra, Enrique Fuentes Quintana, Fernando Álvarez de Miranda, Juan José Laborda, Ramón Tamames, José María Barreda y Fernando Ledesma. Y en la fila de atrás, de pie, en medio de semejante constelación de veteranos ilustres, aparece un chiquilín de pelo medio rizoso, con una corbata de topitos y con una sonrisa de “esto no me puede estar pasando a mí”: es Emiliano García-Page, que de aquella, con 27 años, era ya consejero-portavoz de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. La mano derecha del Altísimo, es decir, de Bono, que llevaba ya tiempo haciendo que el chaval se bregase en las grandes ligas.

El alcalde le daba el premio Alfonso X el Sabio a Adolfo Suárez, que entregaba el rey Juan Carlos. Bono invitó a un almuerzo que acabaría a las diez de la noche

Page ocupó aquel puesto, en tres periodos distintos, entre 1993 y 2004, con dos interrupciones. Pero su currículum político es de los de sudar frío. Por este orden, teniente de Alcalde de Toledo y concejal de festejos, consejero de lo que hiciese falta (Portavocía, Obras Públicas, Bienestar Social, Relaciones Institucionales), diputado en las Cortes autonómicas, secretario provincial del PSOE toledano y más tarde secretario general del partido en la región; alcalde de Toledo, vicepresidente segundo de la Junta de Comunidades y senador autonómico. Y, en algún momento, presidente de la Asociación de Vecinos del barrio toledano de Palomarejos, eso que no se olvide.

Pero el problema era que Bono no tenía un solo delfín. Quizá por prudencia, quizá por astucia, quizá por las dos cosas. Y en 2004, cuando el presidente Zapatero (que le había derrotado por muy poco en el liderazgo del PSOE) le propuso ser ministro de Defensa, Bono se dio cuenta de que 21 años seguidos como presidente en Castilla-La Mancha eran más que suficientes. Seis mayorías absolutas seguidas. Nadie batiría ese récord seguramente en este siglo. Y se planteó la pregunta: ¿Y ahora? ¿Quién habrá de venir después del Hijo del Hombre?

Bono, que llevaba cultivando a García-Page casi desde su infancia, que se lo había enseñado todo, se decidió por José María Barreda, más veterano. Y le vino a decir, mirando a Emiliano: A este me lo cuidas. Barreda obtuvo una mayoría absoluta más, la de 2007, y la verdad es que no cuidó mucho a su más claro rival, Emiliano, al que destinó a la Alcaldía de Toledo: era como ponerlo en una hornacina de la catedral. 

Pero en 2011, después de siete años de gobierno y de controlar el PSOE regional, Barreda fue aquejado de una enfermedad casi inevitable: sufrió unos fortísimos dolores de Cospedal y el PSOE perdió el gobierno de Castilla-La Mancha por primera vez en casi tres décadas. La única alternativa era Emiliano García-Page, estaba clarísimo. Este destronó al vencido Barreda del liderazgo del partido y en el verano de 2015, gracias al indispensable apoyo de Podemos, Emiliano se sentó por fin en el “sillón de Bono”. Cuatro años después ya no necesitó a la formación morada para gobernar: obtuvo su propia y cómoda mayoría absoluta. 

Eso le convertía en uno de los “barones” más importantes del PSOE. Desde entonces gobierna muy al estilo de su Hacedor, Bono: de una manera claramente personalista y sin demasiadas contemplaciones, ni con extraños ni sobre todo con propios. Los votos de los ciudadanos han hecho casi inevitable “olvidar” (o al menos aplazar) algunos de sus errores. Por ejemplo, su apoyo a Susana Díaz frente a Pedro Sánchez en la pelea por el liderazgo del PSOE. Ganó Sánchez, como es bien sabido, y Susana Díaz entró con todos los honores en el baúl de los recuerdos; pero no sucedió lo mismo con García-Page, que logró su mayoría absoluta en Castilla-La Mancha después de haber proclamado a todos los vientos que, si triunfaba Sánchez, que se olvidaran de él, que por ahí no pasaba.

Pasó. Esos errores no se perdonan, pero en este caso todo indicaba que el impetuoso y moloso Emiliano podía recuperar el gobierno castellano-manchego en solitario. Y Sánchez se guardó en la vaina el cuchillo de destazar. Pero no lo puso muy lejos. Nunca lo hace.

Quizá lo necesite ahora. Nunca se han llevado bien, a pesar de las fotos divertidas de los gemelos García-Page (Emiliano y Javier) haciendo unas risas con Sánchez hace pocos años. Y el presidente de Castilla-La Mancha está que trina con el del gobierno. El descarado mercadeo de Sánchez con los secesionistas catalanes (ERC, sobre todo), aguando hasta extremos casi homeopáticos el delito de sedición para comprar apoyo parlamentario, y luego el de malversación, han hecho aullar al indoblegable Emiliano. 

Muchas bocas han callado en el PSOE (la mayoría) ante este chalaneo que consiste en cortar las leyes, que rigen para todos, a la medida de los delincuentes, para favorecer con muy poco disimulo a quienes consciente y deliberadamente transgredieron la ley. Todo a cambio de sus votos. Y encima a toda velocidad. Pero Emiliano García-Page no se ha callado en absoluto. De todos los que han protestado, que han sido bastantes, su voz ha sido la más potente, la más descarnada y la más áspera: “Que no se esfuercen en explicar lo que es inexplicable”, se ha reído amargamente de las prestidigitaciones verbales de un mustélido político como Bolaños. El toledano, que se ha sentado en el Senado pero nunca en el Congreso de los Diputados, está llamando la atención de muchos compañeros de partido, cada vez más, que podrían terminar por pedirle que opte a un puesto para el que siempre ha dicho que no se siente preparado: el de líder del PSOE y, si los ciudadanos quieren, presidente del Gobierno. 

Todo a cambio de sus votos. Y encima a toda velocidad. Pero Emiliano García-Page no se ha callado en absoluto

El que fuera cachorrito de Bono ha crecido muchísimo y ha enseñado los dientes. Y tiene unos molares que dan miedo.

*     *     *

El mastín español, llamado también mastín leonés o mastín extremeño, es una raza de perro guardián de ganado muy abundante en España. De todos los cánidos españoles, seguramente es el más conocido. Y uno de los más antiguos: está documentado en la Hispania prerromana. Y es el perro que sale en Las Meninas de Velázquez.

Primera característica del mastín español: es un perro grande (casi 90 cm. y unos 80 kilos) y muy fuerte. Vamos, que acollona así, según lo ves que se te acerca con su habitual paso despacioso y su mirada desconfiada. 

Segunda: es un perro no especialmente obediente. No porque se vuelva loco sino más bien por todo lo contrario: sabe cuál es su cometido y lo cumple, pero a su manera. Lo de darle gritos u órdenes, lo de forzarle a hacer lo que no quiere hacer, eso le enfada. No tiene un carácter especialmente malo, pero es uno de los pocos perros con los que los lobos, todos los demás perros, desde luego los linces, los bolaños y aun las gamarras prefieren no meterse, porque es mal enemigo: como te enganche bien enganchado con las mandíbulas, estás perdido, muchacho.

Su aspecto temible no hace justicia, sin embargo, a la esencial bondad de su carácter, que es generalmente apacible y parsimonioso. Es un perro leal a su amo, pero sobre todo a sus convicciones, y lo mejor es no hacerle enfadar porque entonces se vuelve peligroso. 

Tiene una voz ronca, gutural y nada impostada que, sin embargo, se oye desde enorme distancia. El ladrido del mastín español es suficiente para poner en fuga a todo género de raposos, tejones, comadrejas, garduñas y rufianes.

Es curioso: los niños le adoran. Y él a ellos.

Apoya TU periodismo independiente y crítico

Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación Vozpópuli