Madrid

Las gominolas de Móstoles, el nuevo 'fentanilo' que causa estragos entre los cayetanos: "Era como tener DJs en la cabeza"

Las 'gummies' con HHC (hexahidrocannabidiol), causantes de fuertes efectos psicotrópicos, son la última droga llegada a Madrid. "Creía que me estaban raptando", asegura una consumidora

"Nos las dio un amigo de la hermana de una amiga". Parece imposible que una historia que comienza con esa frase termine bien. Porque lo es. María, Cristina y Eva acudieron al Festival Tomavistas celebrado en Madrid el pasado 24 de mayo con ganas de colocarse. Cayetanas, con buenos puestos de trabajo, curiosas, adictas a la música indie y consumidoras esporádicas de drogas de diseño –no necesariamente en ese orden–, estas tres amigas, en la frontera de los 30, se presentaron hace cuatro viernes en la Caja Mágica guiadas por la leyenda pureta de Los Planetas y el soniquete pastillero de The Blaze, un grupo parisino de french house con tirón internacional.

Que abandonaran el recinto arrastrándose como Leonardo DiCaprio ante aquel lambo en El lobo de Wall Street lo explica la ingesta de gummies de HHC (hexahidrocannabidiol), la última droga aterrizada en la capital. La cayetanía las llama chuches y su consumo se ha extendido como la pólvora en determinados ambientes de la capital. Fue la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid quien alertó el pasado viernes de su presencia en la región tras haber incautado una caja en Móstoles. "Antes de ser intervenidas por la Policía, algunas personas han cogido varias bolsas de la caja, incluido una persona que ha sufrido una intoxicación, y ha sido atendida en el hospital", informaba la nota de prensa sobre un cannabinoide semisintético que figura en la Base Europea de Nuevas Drogas. "NO CONSUMIRLAS Y ACUDA AL MÉDICO SI LAS HA CONSUMIDO", advertía así, en versales, la autoridad sanitaria madrileña.

Fueron 30 euros los que le cobró el amigo de la hermana de la amiga por seis chuches con el aspecto de la fruta escarchada. Las intervenidas en Móstoles, si bien contenidas en un bolsa parecida, psicodélica, tenían la forma de un osito de Haribo. Nada más lejos de la realidad. Las tres amigas comenzaron a sospechar de la magnitud del viaje que se avecinaba –la Comunidad de Madrid avisa, y con razón, de los efectos psicotrópicos, fuertes mareos, vómitos, alteraciones de la visión y del comportamiento causados por el HHC– cuando vieron al camello. Las amigas aseguran que éste las "compró en una soci" de Madrid, como se conocen popularmente los clubes de fumadores de marihuana que operan en un limbo legal.

Voy volando. Si no os importa, me voy a quedar un rato con vosotras porque mis amigos no se las han tomado y necesito gente que esté en el mismo rollo que estoy yo— les imploró el dealer.

Eran algo más de las ocho de la tarde y Los Planetas cantaban lo del gol de Mendieta cuando Eva comenzó a sentir el mordisco a la manzana. "Le empezó a subir que flipas", recuerda María. El Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías (EMCDDA) se percata en su último informe, publicado este mismo junio, de cómo "los productos se venden de forma engañosa" y "los consumidores pueden no ser conscientes de lo que están tomando y exponerse a mayores riesgos para su salud, incluida una intoxicación potencialmente mortal". No es el caso, a priori, del hexahidrocannabidiol, que si puede generar síntomas graves como los descritos.

Alucinaciones y distorsión temporal

Las amigas relatan un "despegue" que las dejó casi zombis. "Como si fuéramos de fentanilo, supongo", compara María con el opiáceo sintético que asola determinados barrios de los Estados Unidos, dibujando en algunos lugares de Filadelfia escenas propias de The Walking Dead y a cuya distribución el presidente Joe Biden ha declarado la guerra. Curiosamente, ha sido la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, quien ha impulsado en las últimas semanas una reforma de la Ley sobre Drogodependencias y Adicciones para proteger a los jóvenes de los derivados de la marihuana. Una medida simbólica en un lugar donde la droga aliña las canciones y las noches. Y una norma que apunta en la línea opuesta al que "que no esté colocado que se coloque" de Tierno Galván.

María, Cristina y Eva, además, apenas se tomaron el 25% de las gominolas de HHC. "Nos tomamos más de media y decidimos darle otro mordisquito.... En qué momento...", se lamenta Cristina, que pronto comenzó a sentir una fuerte distorsión temporal, un efecto común en las tres. "Cinco minutos era como una hora", calcula. "Subir las escalares de mi casa fue como escalar el K2 por la cara norte", ilustra María. "En el segundo piso, lloré", reconoce la joven, incapaz de dormirse una vez acostada. "Era como tener DJs en la cabeza. Fue una situación indescriptible. No paraba. Creo que no lo voy a superar nunca".

Compraron dos botellas de agua cada una. Comieron pizza. Se arrastraron hasta sentarse en la puerta de entrada al recinto. Comieron kebab. María sintió como "si cuadraditos de Lego" le escalaran la garganta. Y vomitaron, pasando punto por punto por todo el prospecto de la CAM. "No creo que vuelva a probar las gominolas", asegura. ¿Lo peor? "Hubo un momento en el taxi que creía que me estaban raptando, pero era incapaz de hablar". ¿Lo mejor? "Lo único positivo es que como vomité, no tuve resaca".

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