Ayer Madrid estuvo de puente y hoy es día laborable. Y hoy, el segundo día que ese hermético grupo de nueve personas llamado Comité Olímpico Internacional (COI) recorre la villa para ponerla nota, empieza el mambo en la calle: es la primera vez -de tres intentos en ocho años- que sindicatos y ciudadanos madrileños boicotean la visita decisiva para la ciudad candidata a unos Juegos Olímpicos, los de 2020. La movilización sindical se erige contra los recortes sociales, y se suma al rechazo, cada vez más popular, hacia un evento que ya se nota en el bolsillo del contribuyente –el Ayuntamiento ha consumido para los juegos de ahora, los de 2016 y 2012 prácticamente lo mismo que costaron los últimos de Londres, 11.000 millones-. “Si viene el COI y hay una huelga, a mí no me asusta, esa es la imagen de Madrid, es normal que haya desafección en la calle en un país en crisis”, ha dicho el portavoz socialista en Cibeles, Jaime Lissavetzky, exsecretario de Estado para el Deporte en las candidaturas anteriores, siempre partidario de que Madrid acoja unas olimpiadas.
Para empezar, hoy arranca la huelga de Metro, transporte clave en la puesta en escena de cualquier olimpiada. Durante las horas punta saldrán la mitad de los vagones. Sí circularán en cambio los autobuses, ya que el comité de trabajadores de la EMT alcanzó algún tipo de acuerdo durante el fin de semana que desbloqueó las protestas. A los operarios del suburbano se les unirán muchos otros colectivos, como el de Bomberos, en guardia desde hace meses contra las políticas de Ana Botella y que prepara una cadena humana de dos a diez de la tarde en la Plaza de Cibeles.
Les acompañan los trabajadores del Samur y de Madrid Movilidad; los de Instalaciones Deportivas -3.000 trabajadores- y los del Club de Campo; y a última hora, los de Madrid Espacios y Congresos, la empresa que gestiona el Madrid Arena y que prepara un ERE para casi la mitad de la plantilla, como adelantó este medio la semana pasada. Por el contrario, la participación en los actos de delegados de la Policía Municipal está casi descartada.
Pero el núcleo de las protestas gravitará alrededor de los cuatro rascacielos de Castellana, donde se hospedan los nueve jueces de la disputa olímpica. Hoy, mañana y pasado se esperan concentraciones de los sindicatos más activos (UGT, CGT, CCOO, USO, CSIF, CSIT…) frente al Hotel Eurostars a diferentes horas del día, según el calibre de los comparecientes (esta mañana hay convocada una a las 11.30 coincidiendo con una rueda de prensa de Botella). También hay previstas tres manifestaciones en Madrid contra los juegos, una de las cuales se celebrará junto al Estadio Olímpico de La Peineta, por el que ayer preguntó el COI precisamente.
Ana Botella tiene delante un pulso que nunca afectó a su predecesor Alberto Ruiz-Gallardón, abanderado de las derrotas de 2005 y 2009. En dos ocasiones, el ministro de Justicia supo recoger el apoyo a los Juegos que él siempre quiso encabezar, activando de paso un ritmo urbanístico incomprensible (obras como la Caja Mágica, infrautilizada, superaron los 300 millones de euros) para una ciudad que nunca ha sido designada, pese a pugnar en tres finales olímpicas consecutivas. La próxima será el 7 de septiembre en Buenos Aires. Pero esta vez la contienda porteña verá a una delegación madrileña menos excitada, consciente de la crisis nacional, la deuda de más de 7.000 millones que arrastra el Ayuntamiento, la promesa de la alcaldesa de invertir cerca de 2.000 kilos más si gana Madrid y la popularidad de Botella, hundida desde la tragedia del Madrid Arena.
En realidad, las movilizaciones comenzaron ayer. Un nutrido grupo de empleados municipales penetró en el Retiro cuando los nueve enviados llegaban al parque tras inspeccionar el Palacio de los Deportes. Los manifestantes, la mayoría trabajadores de Instalaciones Deportivas, desplegaron una pancarta con el lema Menos Olimpiadas, Más Deporte Público. Después siguieron lo que pudieron a los miembros del COI a bordo de una embarcación en el Estanque del Retiro.