Podemos comenzó la campaña electoral en Villaralbo, un pueblo de Zamora que no llega a los dos mil habitantes y al que Pablo Iglesias se dirigió para protagonizar la llamada pegada de carteles. Lo acompañó aquella noche su padre, Javier Iglesias, quien desde hace casi 30 años vive en la provincia castellana. Hoy suplente en las listas de Podemos a las elecciones generales, Javier Iglesias resulta indispensable para armar el rompecabezas de la biografía del secretario general de Podemos. Y no sólo por un tema sanguíneo, sino acaso por un parentesco mucho más complejo: el de los temas que pasan, irresueltos, de padres a hijos. Lo que no pudo él, quizá su vástago sí.
"Somos igual de rojos", dice sobre su hijo Pablo Iglesias, a quien acompaña como suplente en las listas por Zamora.
Aunque el candidato de Podemos en Zamora, Braulio Llamero, asegura que Javier Iglesias conoció las listas "cuando ya estaban presentadas", es innegable que la voluntad de acompañar a su hijo es mayor que la estabilidad de su salud, quebrantada en estos últimos tiempos. Desde que Pablo Iglesias le hizo saber que emprendería un proyecto político, Javier Iglesias decidió acompañarlo y ayudarlo. Por aquello de lo que se hereda no se roba -“somos igual de rojos”, dijo Javier Iglesias a Jesús Cintora-, se incorporó como miembro del Consejo Ciudadano de Podemos Zamora. De eso hace ya dos años.
"Pablo vino a verme en las Navidades de 2013 y me dijo: ‘Padre vamos a dar el paso’. Me explicó con la gente que contaban, grupos que habían surgido a partir del 15-M. Como a mí me preocupaba en un primer momento que el proyecto se hiciera al margen de Izquierda Unida -Javier Iglesias era, hasta entonces, militante-, me dijo: ‘No, vamos a invitarla a que hagamos un proceso de primarias, yo me presento con el candidato que ellos quieran. Enseguida me di cuenta de que aquello no iba a ser aceptado por IU’. Lo que me sorprendió enormemente fue el fenómeno en que se convirtió Podemos”, contó Javier Iglesias en mayo de 2015 en una entrevista concedida a La opinión de Zamora.
Lo que viene de lejos en esta familia es la política, y puede incluso que luzca como un lazo más directo que cualquier otro, es aquello que los aceita y los coloca uno detrás de otros a Pablo Iglesias, a su padre y su abuelo. Sobre el padre de Pablo Iglesias se han publicado muchas versiones -entre inexactas y exageradas-, casi todas volcadas en su militancia comunista de juventud. Se habla poco sin embargo de sus años con los trabajadores y sindicatos, a los que dedicó décadas enteras de su vida y que el propio Pablo Iglesias reconoce como aquel lugar del que proviene una de las imágenes fundamentales de su infancia, el día que fue de la mano de su padre a una fábrica. Así lo contó el candidato a la presidencia de gobierno al periodista Manuel Jabois al describir el día en que su Javier Iglesias lo llevó a presenciar una Huelga General.
Se habla poco de su trabajo con los trabajadores y sindicatos, a los que dedicó décadas y que el propio Pablo Iglesias reconoce como una influencia política
Era el año 1988, Pablo Iglesias tenía diez años y el PSOE gobernaba España. “Él me hablaba de la importancia histórica que tenía aquello, de la necesidad de defender los derechos de los trabajadores. Mi padre me habló como a un adulto. Aquella conversación que tuve con él me marcó a pesar de que yo era un niño”, dijo el líder de Podemos a Jabois. En aquel entonces, Pablo Iglesias todavía vivía en Soria. Tres años más tarde, al separarse sus padres, viajó con su madre María Luisa Turrión, abogada de Comisiones Obreras, y se instaló en el madrileño barrio de Vallecas. De Soria le quedó sin embargo su amor por el Numancia y aquella estampa fabril.
Poquísimas personas del entorno sindical tienen algún reproche hacia Javier Iglesias. A sus 25 años, con un hijo recién nacido, Javier Iglesias comenzó a trabajar como Inspector de Trabajo y Seguridad Social. Primero en Soria –donde nació Pablo-, luego en Guipúzcoa y más adelante en Zamora. Fueron casi cuarenta años de servicio en los que Javier Iglesias intervino como mediador y asesor en convenios colectivos, huelgas, pleitos entre patronos y trabajadores. “Es un hombre justo, honrado. Alguien honesto. Como profesional siempre supo estar a la altura. Aconsejaba a todos por igual, buscando lo mejor para todas partes. Ojalá hubiese más personas como él. Además, es alguien muy culto”, asegura Jerónimo Cantuche, secretario general de la Federación de Servicios Públicos de Zamora que durante ocho años mantuvo contacto directo con el padre de Pablo Iglesias.
Nieves Rodríguez García, secretaria general de UGT Zamora, comparte la misma opinión que Cantuche y aunque al comienzo parece reacia a hablar del tema, cuenta los atributos de Iglesias sin regatearle ni un milímetro. “Conocí a Javier Iglesias en los años noventa, entonces él era jefe de inspección laboral de Zamora. Es una persona honesta y justa. Buscaba siempre la mejor solución tanto para los trabajadores como los empresarios”, dice.
Fue él quien introdujo a su hijo Pablo en la lectura de Julio Verne o Emilio Salgari. El propio Pablo Iglesias ha admitido que comenzó a leer El Príncipe, de Maquiavelo, por su padre
Que Javier Iglesias es un hombre culto, leído y sensible son rasgos que se repiten en quienes intentan hacer un retrato suyo. Y no es de extrañar. Fue él quien introdujo a su hijo Pablo en la lectura de Julio Verne o Emilio Salgari. El propio Pablo Iglesias ha admitido que comenzó a leer El Príncipe, de Maquiavelo, por su padre. Además de inspector del trabajo, Javier Iglesias ha sido profesor de Historia Contemporánea e Historia de Relaciones Laborales en la Escuela de Relaciones Laborales de Zamora, que depende de la Universidad de Salamanca.
Las lecturas, como la filiación política, tienen largo recorrido en el árbol sanguíneo de Pablo Iglesias Turrión. "Mi familia está marcada por las heridas del compromiso", ha dicho en varias ocasiones el líder de Podemos. Hijo de un alto cargo republicano represaliado por el franquismo, el humanista Manuel Iglesias, Javier Iglesias tuvo una juventud marcada por la lectura de Marx y el compromiso político. Era la España del franquismo, la misma que había condenado a muerte a su padre Manuel, quien logró salvar el pellejo ya que la pena fue conmutada por prisión.
A comienzos de los setenta tanto Javier Iglesias como María Luisa Turrión, entonces su pareja y futura madre de Pablo, militaron en el Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP), una organización formada al amparo del Partido Comunista y que contó con la colaboración activa de la Unión Socialista Española, entonces dirigida por el ex ministro de Estado durante la II República, Julio Álvarez del Vayo.
La participación de Javier Iglesias en distintas “acciones subversivas” contra el régimen de Franco lo llevaron a la cárcel. José Bono fue su abogado y consiguió librarlo de una condena. Y aunque hay quienes aseguran que Javier Iglesias llegó a cometer delitos de sangre, su hijo Pablo asegura que lo encarcelaron por “repartir propaganda antifranquista”, tal y como recoge Iván Gil en su libro Pablo Iglesias. Biografía política urgente. Tanto María Luisa Turrión, hija del fundador de la UGT, como Javier Iglesias militaron en el Partido Comunista Español. Sin embargo, Javier Iglesias tuvo también relación con Izquierda Unida, en cuyas listas por Zamora se presentó como candidato en varias oportunidades.
Aunque hay quienes aseguran que Javier Iglesias llegó a cometer delitos de sangre, su hijo Pablo asegura que lo encarcelaron por "repartir propaganda antifranquista"
No es de extrañar entonces que Pablo Iglesias haya decidido iniciar la campaña de la mano de su padre, quien antes de dar la palabra a su hijo, le dedicó los versos del poeta zamorano Agustín García Calvo. "Enorgullécete de tu fracaso, que sugiere lo limpio de la empresa: luz que medra en la noche, más espesa hace la sombra, y más durable acaso. No quiso Dios que dieras ese paso, y ya del solo intento bien le pesa; que tropezaras y cayeras, ésa es justicia de Dios: no le hagas caso. ¿Por lo que triunfo y lo que logro, ciego, me nombras y me amas?: yo me niego, y en ese espejo no me reconozco. Yo soy el acto de quebrar la esencia: yo soy el que no soy. Yo no conozco más modo de virtud que la impotencia".
Que son igual de rojos, como dice él, acaso lo dirá el tiempo (que a veces el color y la ideología destiñen, aunque puede que éste no sea el caso). De momento, a sus 61 años, Javier Iglesias –quien en alguna ocasión ha preguntado, protestón, para cuándo un nieto- ve en primerísima línea cómo su único hijo, de 37, corre la larga maratón hasta Moncloa. Algo suyo hay en ese joven flaco que habla como si compusiera la rima de un Rap. Y no es el mismo aire de fruta lustrosa que comparten sus mejillas, tampoco los ojos así o asá. Por esa razón, porque las lecturas, como la filiación política, tienen largo recorrido en el árbol sanguíneo de esta familia, cuando Javier Iglesias introdujo a su único hijo en la lectura de Maquiavelo sabía perfectamente lo que hacía: empujar una herencia a la generación siguiente.