La alarma suena con fuerza en todas las federaciones socialistas de España. El episodio de ira ciudadana que se desató en Paiporta este domingo contra Felipe VI, Pedro Sánchez y Carlos Mazón ha horrorizado al PSOE. La imagen del Rey, el presidente del Gobierno -que fue agredido con un palo- y el presidente de la Comunidad Valenciana bajo una nube de barro e insultos es muy potente. Tanto, que simboliza una crisis que está removiendo los cimientos del Estado; el mismo al que decenas de miles de ciudadanos han señalado por incomparecencia durante los primeros días tras la peor tragedia natural de la historia reciente de España -217 muertos al cierre de esta información-.
Antiguos altos cargos socialistas se llevan las manos a la cabeza cuando repasan los hechos de Paiporta, especialmente el choque entre Moncloa y Zarzuela a cuenta de los incidentes del viaje. La sensación de estas fuentes, según explican en conversación con Vozpópuli, es que "no hay quien salve al Rey en el Gobierno" y, por eso, echan de menos la altura de mira de Alfredo Pérez Rubalcaba. En plata: vienen a decir que ese choque institucional no hubiera pasado con él. El análisis de estas fuentes es que la confianza entre la jefatura del Estado y la presidencia del Gobierno ha saltado por los aires, "si es que alguna vez la hubo", tras una visita oficial que algunos ministros del Ejecutivo creen que no debió producirse en el momento en que finalmente se hizo. "Es evidente que la propia presencia del Rey impidió una toma de decisión más sosegada [que tuviera en cuenta los riesgos]", explica un ministro del Ejecutivo a este diario. Zarzuela no iba a cancelar el viaje. El deseo de los reyes de escuchar y consolar a quienes lo han perdido todo -familiares, amigos, negocios, hogares...- era inamovible. Y, por eso, aguantaron.
"La visita [a Paiporta] tenía un riesgo, se hizo con la mejor de las intenciones, pero probablemente no se acertó con el momento", se atrevió a decir este lunes el ministro de Transportes, Óscar Puente, en Ondacero. Y es que en Moncloa se disparó el cabreo con Zarzuela. Al equipo del presidente del Gobierno no le sentó nada bien que Felipe VI y la reina Letizia, así como Carlos Mazón, continuaran la visita por las calles de Paiporta pese al estallido de violencia. El equipo de escoltas de Pedro Sánchez, en cuanto la situación se descontroló, activó el protocolo de seguridad y le trasladó al puesto de mando avanzado, desde donde culpó del episodio a organizaciones de extrema derecha. Esa fue, precisamente, la línea argumental del partido y del Gobierno este lunes, 24 horas después de las agresiones que ya investiga el juzgado de Torrent (Valencia).
Lo cierto es que un sector del PSOE, según varias fuentes consultadas por este diario, siente vértigo por lo sucedido y se acuerda, en estos momentos de zozobra, de quien se hizo con las riendas del PSOE entre 2012 y 2014. "La situación es muy, muy mala", explica un barón autonómico. Quienes conocieron al ex secretario general socialista coinciden en que era uno de esos políticos que "tenía el Estado en la cabeza". No por casualidad, él fue uno de los ejecutores de la operación política que permitió que la abdicación de Juan Carlos I y la llegada al trono de Felipe VI fuera un éxito en un momento de máxima tensión política, en mitad de una crisis económica que auspició el auge de Podemos -un partido abiertamente republicano y hostil a la Corona-. Cabe recordar que la Monarquía, asediada entonces por los escándalos que afectaban al Rey Juan Carlos, era el objetivo prioritario de los morados, que estuvieron a pocos votos de superar a los socialistas en respaldo electoral.
En cualquier caso, el choque entre Moncloa y Zarzuela tensiona aún más las costuras de un Estado debilitado y cuestionado, cuyas dos administraciones responsables de la gestión inicial de la catástrofe -el Gobierno y la Generalitat valenciana- se perdieron en una maraña competencial y en una refriega de responsabilidades y relatos de ida y vuelta mientras los ciudadanos achicaban lodo y buscaban desaparecidos. Buena parte de la indignación que se desató contra Sánchez estuvo alimentada por su propia comparecencia un día antes, en la que evitó una vez más tomar el mando de la situación elevando la alerta, pese a que en el comité de crisis de Moncloa se discutió hacerlo. Decenas de miles de valencianos que escucharon al presidente tienen tatuada su expresión “si [el Gobierno valenciano} necesita más recursos, que los pida”. Cuando Sánchez dijo aquello, buena parte de la provincia parecía una zona de guerra. Del mismo modo, la indignación hacia Carlos Mazón está cebada por su alerta tardía a los valencianos y su falta de percepción del riesgo pese a disponer con antelación de la información meteorológica. No entienden cómo sus móviles sonaron cuando tenían el agua al cuello.
Todo ello ha socavado la confianza en el Estado autonómico, así como la credibilidad de la tarea pública, que se ha desmoronado. Los políticos son el centro de todas las iras. Y temen que la situación ya no sea reversible. La huida del presidente, que evidencia su desconexión con la calle, y la imagen embarrada de los reyes ante el estallido de indignación evidencian el deterioro del sistema español, atrapado desde hace años en un enjambre de polarización, crispación y desconfianza en las instituciones. Nada de ello impedirá al PSOE preparar el relato para intentar estirar una legislatura que se ha visto atravesada por una tragedia colosal. Es más que probable que el partido del Gobierno intente impulsar unos Presupuetos de recuperación nacional que forzosamente deberá actualizar para paliar el desastre de la DANA. Por el camino, intentará arrastrar a todas las formaciones políticas. Ese será el salvoconducto que intentará emplear Sánchez mientras el ruido se multiplica y la guerra entre partidos y administraciones se recrudece. "Mazón va a la confrontación y creo que es un error pero bueno…", zanja un alto cargo socialista. Vienen días duros que parecen calcar el guion que siguió al 11-M.