España

Nervios en Moncloa: Pedro Sánchez precipitó el abrazo con Yolanda Díaz ante el frenazo de Puigdemont

Fuentes gubernamentales reconocen que el acto con el que el PSOE y Sumar escenificaron su acuerdo busca presionar al resto de socios para acelerar los otros pactos a la espera de Waterloo

  • Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, este martes en Madrid. -

Pedro Sánchez precipitó la escenografía del acuerdo con Yolanda Díaz ante el silencio de Carles Puigdemont. Las fuentes consultadas en el Ejecutivo reconocen en privado la premura con la que se organizó el acto. El candidato socialista a la investidura quería tener firmado el acuerdo con Sumar antes de que trascendiera el bofetón que los independentistas más acérrimos propinaron al expresidente catalán en la consulta del Consejo de la República: bloquear la investidura de Sánchez.

Además, hay fuentes de alto nivel en Moncloa que reconocen que el acto con el que el PSOE y Sumar escenificaron su acuerdo solo busca presionar al resto de socios para acelerar los otros pactos a la espera de Waterloo. Todo parece indicar que la negociación con Junts sigue enquistada. El plan de Moncloa era cerrar el acuerdo con Sumar el último.

Es más, una ministra dijo, en conversación con este diario, que dado que era el más sencillo, sería el que llegaría más tarde. Pero ahora Moncloa celebra que haya sido el primero. "Los grupos [parlamentarios] siguen trabajando y la comisión negociadora también. El primer acuerdo tenía que ser este. La transparencia [sobre la amnistía] llegará cuando tenga que ser. Lo importante es que las cosas vayan saliendo bien", sintetizan fuentes gubernamentales.

La ruptura de los plazos

Pero lo cierto es que tres semanas después de que el Rey encargara a Pedro Sánchez buscar apoyos para ser investido, los nervios siguen instalados en Moncloa. Y en el PSOE. Tanto, que se han visto obligados a organizar la parafernalia con Yolanda Díaz para provocar una suerte de efecto cascada que mueva al resto de socios de Sánchez. Especialmente a Puigdemont. Aunque, por supuesto, también a ERC, al PNV y al resto de aliados de la mayoría de estos últimos cuatro años.

Poco a poco, Sánchez ha roto cada uno de los plazos que se puso en el calendario para explicar la amnistía, que no deja de ser otra cosa que su llave para permanecer a los mandos del país. En septiembre, el aparato de persuasión del Ejecutivo se escudaba en que era el momento de Alberto Núñez Feijóo y, por tanto, no era oportuno enfocarse en la medida de gracia, porque removía al Partido Socialista. Era el tiempo de Felipe González y Alfonso Guerra estallando contra Sánchez, quien para evitar que se hablara de la amnistía eludió participar en el debate de investidura del líder del PP.

Luego, en Nueva York, durante el plenario de las Naciones Unidas, el presidente advirtió de que en cuanto recibiera el encargo del Rey para someterse a la confianza de los diputados abordaría "con total franqueza" su postura sobre la negociación con Junts y el resto de partidos independentistas. Después, Sánchez volvió a dar una patada al balón con la ronda de encuentros con los portavoces en el Congreso. Dijo que una vez concluyera fijaría su postura ante la amnistía y sobre la negociación. La ronda empezó el 9 de octubre y finalizó el 13 sin dar explicación alguna.

Sin fecha para no presionar a Junts

Tras entrevistarse con todos los responsables de los grupos parlamentarios, excepto Vox, el presidente designó una comisión negociadora que, supuestamente, iba a ser la encargada de seguir conversando en aras de recabar los apoyos necesarios. Pero esa comisión es un mero fuego de artificio: abierta a más personas de las que de verdad están en el ajo.

Y es que solo el núcleo duro -Félix Bolaños, María Jesús Montero y Santos Cerdán- es el que negocia. No hay constancia de que la comisión de marras se haya reunido más veces con otros partidos. Al menos según coinciden fuentes de los grupos que Sánchez corteja en conversación con este diario. El PSOE se agarra a la "discreción" cuando se le pregunta; la palabra de moda en Moncloa.

Fuentes socialistas de alto nivel, además, apuntan a que Sánchez sigue sin poner fecha para la investidura porque no quiere presionar a Junts. El presidente en funciones cree que podría llevarles a reventar la negociación. "No ponemos fecha, lo pueden percibir como una pistola", sintetizan en Moncloa. El núcleo duro del presidente sigue vendiendo optimismo. Y, por supuesto, "discreción". El PSOE lleva semanas sin ofrecer ruedas de prensa. El apagón informativo sigue vigente.

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