La gestión de los flujos migratorios es uno de los principales retos a los que la Unión Europea no ha sabido dar una respuesta conjunta. Las llegadas irregulares por las fronteras exteriores han puesto contra las cuerdas una de las esencias del bloque comunitario.
Si en 2015 el crecimiento de la presión migratoria por la guerra de Siria provocó una grave crisis interna a la canciller Angela Merkel, ahora la llegada al poder del Gobierno italiano apoyado por el antisistema Movimiento 5 Estrellas (M5E) y la ultraderechista Liga han vuelto a activar la alarma sobre el actual sistema de reparto. El ministro del Interior italiano es quien más ruido ha hecho, a través de un discurso populista que justifica el cierre de sus puertos para los barcos como el Aquarius, que rescatan a los migrantes que quedan a la deriva en el Mediterráneo.
La llegada al Gobierno de Pedro Sánchez, en cambio, marcó el contrapunto a la deriva adoptada por Italia. La decisión de abrir el puerto de Valencia para acoger al buque de las ONG SOS Mediterranée y Médicos Sin Fronteras ante la negativa de Malta e Italia a facilitar un puerto seguro, puso el debate migratorio en el centro de la agenda nacional y europea.
Muchos miraron a la Francia de un Emmanuel Macron fuertemente presionado por los populistas del antiguo Frente Nacional de Marine Le Pen. Pero no hubo respuesta más allá de la felicitación al Ejecutivo español por su "solidaridad". Ahora que el mismo buque ha vuelto a solicitar ayuda (esta vez con 141 migrantes a bordo), han sido seis los países europeos que han decidido sellar un acuerdo para repartir la acogida de las personas en situación irregular y estudiar uno por uno sus casos.
"Alabo a estos Estados miembros por su solidaridad y por compartir la responsabilidad", aseguró el comisario europeo de Migración, Dimitris Avramopoulos. Pero un acuerdo puntual como este no es suficiente ante una cuestión estructural. "No podemos depender de acuerdos ad-hoc, necesitamos soluciones sostenibles", advertía el mandatario europeo, al tiempo que recordaba que la cuestión migratoria "no es responsabilidad de uno o de varios países miembros sino de la Unión Europea en su conjunto".
Gracias al acuerdo alcanzado este martes, Malta permitirá que el Aquarius desembarque en su territorio y sea la "base logística" para que los 141 migrantes se distribuyan entre Francia, Alemania, Luxemburgo, Portugal y España. Un eje del que sigue desmarcándose Italia y otros estados como Hungría, donde los planteamientos xenófobos más triunfan. Precisamente, poco antes de que Merkel pasase un fin de semana de trabajo con Sánchez en el entorno de Doñana, Berlín quiso lanzar un guante a Madrid proponiendo repartir por toda Europa a los inmigrantes que llegan a las costas españolas.