"Fuera 'vendeobreros' de la Universidad". Los gritos de los estudiantes de la Complutense resonaron en la misma sala de la facultad de Políticas donde hace diez años el puesto de orador lo ocupaba la líder de UPyD, Rosa Díez. Esta vez le tocó a Pablo Iglesias. Por el camino, el líder de Podemos ha logrado llegar hasta el Gobierno a lomos de un partido político que consiguió capitalizar buena parte del descontento social plasmado por el movimiento 15-M.
"¿Alguna vez imaginó llegar hasta aquí?", le preguntaban hace dos meses en una entrevista en eldiario.es. "Nunca. Siempre milité en política desde los 14 años, pero desde que me empecé a dedicar a investigar en la universidad y a ser profesor me veía, en el mejor de los casos, como asesor. (...) poder ayudar en algunas cosas a los que ponen la cara. Y lo veía, además, como algo mucho más interesante, más divertido y menos sacrificado que asumir el protagonismo político en persona. Y ahora, después de lo que he vivido, lo pienso todavía más", respondía.
En el salto de los platós al escaño en Bruselas y después a la Cámara Baja, Iglesias tuvo que ir dejando aparcados algunos de sus postulados más radicales. "Cuando uno habla sin responsabilidades políticas dice lo que le apetece y cuando uno tiene responsabilidades políticas, está representando muchas cosas. Y por tanto, hay que ser mucho más prudente", explicaba él mismo en una entrevista hace cinco años con Jordi Évole.
Instalado ya en una de las cuatro vicepresidencias del primer Ejecutivo de coalición, el líder de Podemos se topa con la realidad del ejercicio del poder y con el difícil equilibro que ha de mantener con los socialistas para que el experimento no salte por los aires a la primera de cambio. De momento, los morados han tenido que tragarse varios sapos como el nombramiento de la Fiscal General del Estado o el presidente del CIS, para los que hace no muchos meses pedían la dimisión.
Pero al margen de cuestiones puramente políticas, el flanco de la apariencia y la ejemplaridad. "En el momento en que mínimamente nos parezcamos a la casta, estamos muertos", decía él mismo en Salvados en 2014. La polémica compra del chalet en Galapagar con su pareja y también ministra de Igualdad, Irene Montero, causó conmoción dentro y fuera del partido. Por el camino también fue dejando a muchos de los compañeros de viaje; la última, la anticapitalista andaluza Teresa Rodríguez.
La transparencia de las cuentas de la formación, una de las grandes banderas con la que se quisieron diferenciar de los partidos tradicionales, quedó totalmente olvidada a partir de mediados de 2017. La web donde podían consultarse las nóminas y facturas de gastos nunca más se volvió a actualizar.
Ahora, de cara a la tercera Asamblea Ciudadana que se celebrará este mes de marzo, Iglesias ha dado una vuelta de tuerca a los estatutos para transformar el sistema empleado hasta ahora para limitar los salarios de los cargos públicos en base al Salario Mínimo Interprofesional. También propone que la limitación de mandatos desaparezca si así lo avalan los inscritos.