Pedro Sánchez ha pasado de anunciar su Manual de resistencia a asumir lo efímero de su Gobierno en apenas una semana. Siete días que han convencido al presidente de que gobernar con 84 diputados unido a la obligación de aceptar 'sapos' de los secesionistas para aprobar cualquier norma de calado es imposible. Esto, que saltaba a los ojos de cualquiera, no cabía en la cabeza del socialista. Pero, desde el pasado lunes, los hechos se han impuesto a las esperanzas. Unas ilusiones que Sánchez ha decidido aparcar, según ha podido saber Vozpópuli, de la mano de su 'guardia de corps', a saber: Iván Redondo, jefe de Gabinete; José Luis Ábalos, secretario de Organización y ministro de Fomento; y Santos Cerdán, número dos de Ábalos en el PSOE y encargado de mantener prietas las filas en Ferraz.
Con este grupo, casi el único del que se fía el presidente pero en el que en realidad van Cerdán y Ábalos por un lado y Redondo por otro, Sánchez ha avanzado en la decisión de finiquitar su Gobierno y convocar a unas Generales antes de que los errores propios y las presiones externas tumben de forma abrupta su estancia en Moncloa.
Después de asegurar que no iba a presentar Presupuestos si no tenía asegurada su aprobación, para "no marear a los españoles" y, luego, que agotaría la legislatura "con o sin Presupuestos", Sánchez parece decidido a adelantar elecciones en un intento desesperado por impedir así que PP y Ciudadanos reediten, con apoyo de Vox, un tripartito como el que ha desalojado a Susana Díaz de la Junta de Andalucía.
Salvar los muebles
A fijar la convocatoria ha contribuido que tanto Ábalos como Cerdán, defensores en un principio del súperdomingo electoral, viesen una ventana de oportunidad para salvar los muebles dentro de Ferraz, donde las voces críticas empezaban a ser algo más que un murmullo. Desvincular las generales de las municipales acalla a los barones. Y si además se hacen antes, nadie dentro del PSOE podrá cuestionar la figura del presidente porque días después tendrá que defender las mismas siglas para mantenerse en los gobiernos autonómicos y locales. Los barones estarán más preocupados por ganar las elecciones del 26 de mayo que de reeditar la defenestración del traumático Comité Federal del 1 de octubre de 2016.
Hoy en día es mucho más difícil que eso ocurra porque con la reforma de los estatutos del partido la revocación de un secretario general debe contar con el voto de la militancia -y Pedro Sánchez volvió a ganar sus segundas primarias por 74.805 votos el 22 de mayo de 2017- pero el enfrentamiento latente nunca ha cesado y ambos bandos se miran de reojo.
Elecciones en abril
Con esta idea, el entorno de Ábalos ha asegurado que "al 90%, se votará en abril". Es la opción que más gusta en el equipo de Sánchez y que seguramente se concretará este viernes tras el Consejo de Ministros.
Al mismo tiempo, Redondo ha encontrado la opción de construir un relato hacia el exterior que movilice a sus bases después de que la derecha y los secesionistas le tumbasen los presupuestos y de que la foto de lo que llaman 'trifachito' del pasado domingo colabore a movilizar a sus posibles votantes.
La manifestación del domingo con menos gente de la que la expectativa había generado puso el aliño. Y la imagen de Casado, Rivera y Abascal juntos y mezclados, el argumento para aprovechar la circunstancia y como en una llave de judo, usar la fuerza del rival en beneficio propio. Ya hay discurso -la derecha y los 'indepes' han tumbado los Presupuestos más sociales por electoralismo- y también rival a batir: el tripartido de derechas y los secesionistas. Con el CIS bien cocinado y Sánchez en cabeza de las encuestas, este parece el mejor momento de 'sacar al corredor a pista'.
Según los cálculos del Ejecutivo, el socio débil de esa triple alianza no es tanto el PP, que ya ha trasvasado a Vox casi todo el voto que podía trasvasar, sino Ciudadanos. La formación de Albert Rivera se ha "escorado" tanto a la derecha que empieza a ceder voto también a la formación de extrema derecha. Ese inesperado estancamiento centrista con tendencia a la baja, dicen, hace albergar a los socialistas esperanzas de obtener más escaños en determinadas provincias e impedir el tripartito en el Gobierno.
Y, una vez impedido el tripartito, se abriría un escenario de bloqueo como el que vivió España entre diciembre de 2015 y octubre de 2016 pero con Sánchez resistiendo en La Moncloa, en lugar de Mariano Rajoy; y se abriría una puerta a la esperanza de reeditar, si no un pacto de investidura como el que firmaron el secretario general del PSOE y el presidente de ciudadanos el 23 de febrero de 2016, sí una fórmula de investidura con Ciudadanos y abstención de Podemos que permitiera arrancar la legislatura. Máxime cuando los barones socialistas como el presidente aragonés, Javier Lambán; el castellano-manchego, Emiliano García-Page; o el extremeño, Guillermo Fernández Vara, no ocultan su preferencia por mantenerse en el poder a partir de las elecciones del 26 de mayo mediante acuerdos con la formación naranja.
El principal inconveniente para la continuidad del presidente es que Rivera ya ha dicho que con el PSOE de los barones está dispuesto a llegar a acuerdos pero "con el sanchismo no" y cualquier acuerdo suyo con Podemos también se antoja remoto; y la estrategia de Ferraz de englobar a Ciudadanos con el "fascismo" militante que se manifestó en la plaza de Colón contra las cesiones a los separatistas no hace sino ahondar una brecha que, a día de hoy, parece insalvable:
https://twitter.com/Adrilastra/status/1094569818156683264?ref_src=twsrc%5Etfw
El debate de #PGE2019 debe ser el último de la era Sánchez. Su escapada ha terminado: ponga las urnas de una vez, convoque #EleccionesYa y deje de temer al pueblo español.
Mi réplica hoy en el Congreso?? pic.twitter.com/t2phy0Uf5v
— Albert Rivera (@Albert_Rivera) February 12, 2019
Cómo se gestó el adelanto
Una vez decidido que la legislatura debía terminar, comenzó el 'baile' para que la noticia no fuese una bomba y aterrizase tanto en el partido como en la sociedad de la forma más pausada posible.
Fue el viernes cuando, tras un Consejo de ministros lleno de preguntas sobre el relator y la imposibilidad de explicar su figura, el Ejecutivo se planteó por primera vez el adelanto. Pero el sábado, con Pedro Sánchez en la soledad de Moncloa, se convirtió la jornada en la que se puso en marcha la maquinaria. El Ejecutivo asumió que había que salir de la espiral en la que les había metido el secesionismo y recuperar la iniciativa del discurso.
Entonces, siempre según fuentes próximas a Sánchez, se trazó una nueva estrategia. Por un lado, presionar a los catalanes con un adelanto electoral, al que el lunes el entorno de Redondo -con cabreo por parte de los 'patanegra' de Ferraz- puso la fecha del 14 de abril a través de la agencia Efe, para hacer un último esfuerzo y contar con su apoyo en la votación de los Presupuestos. Era casi imposible, pero se intentó y se contó para ello con el apoyo del líder de Podemos, Pablo Iglesias.
Si esto no funcionaba, había que aprovechar el debate presupuestario para retomar el discurso social de las cuentas y comenzar a definir los trazos principales de la estrategia socialista: culpar a los catalanes de rechazar grandes y generosas inversiones en Cataluña y mezclar a PP, Cs y Vox en el epígrafe de las derechas para convertirse en la única alternativa al acuerdo que gobierna ahora en Andalucía.
Fin de trayecto
Las meteduras de pata de Carmen Calvo y su incapacidad de explicar la figura del relator, las presiones dentro del propio Gobierno por desconocer esta propuesta, la salida en tromba del viejo PSOE con Felipe González y Alfonso Guerra a la cabeza, los aspavientos de los barones por la pérdida electoral que suponía esta supuesta cesión al secesionismo y la filtración de los 21 puntos que Quim Torra intentó colar al Ejecutivo fueron el detonante.
Con ello, el equipo íntimo de Sánchez ha compuesto un adelanto electoral en el que pretenden que el PSOE sea la única alternativa a la radicalización de la derecha y, al mismo tiempo, el partido que ha apostado por resolver el conflicto catalán con diálogo... y pingües inversiones. La fecha se conocerá mañana. El 28 de abril parece la más probable pero, como dice alguna fuente socialista en petit comité, "Sánchez es como la reina del ajedrez, puede moverse en cualquier dirección". De hecho, hay quien incluso cree que, en una última pirueta, el presidente podría plantear una moción de confianza en el Congreso de los Diputados. El resultado, en este tiempo en el que vive la política española, es tan incierto como lo han sido los últimos siete días en los que Sánchez ha pasado de anunciar un libro a firmar el (pen)último capítulo de este Gobierno.