La vicepresidenta del Gobierno cambia sobre la marcha de planes y de calendario. La Conferencia de Presidentes, anunciada por Mariano Rajoy para las próximas fechas, no se celebrará hasta mediados de enero. Sáenz de Santamaría, encargada de las relaciones con las autonomías desde el puesto de mando de la cartera de Administraciones Territoriales, pretende que el encuentro inaugure el año político con un éxito redondo. Es decir, con una cumbre en el Senado a la que asistan todos los presidentes regionales. Hasta ahora, tan sólo había dos ‘ovejas negras’: Íñigo Urkullu y Carles Puigdemont, remisos a sumarse a la reunión.
Las relaciones de Moncloa con el PNV marchan viento en popa, según reconocen en privado ambas partes. Las negociaciones sobre los presupuestos han engrasado el diálogo entre el Gobierno central y el vasco. Sáenz de Santamaría acudió el fin de semana a la toma de posesión de Íñigo Urkullu como lehendakari y allí hablaron de dar un empujón a estas relaciones. La frase por ambas partes es que “se ha iniciado el deshielo”. El cupo y algunas infraestructuras logrará, posiblemente, superar el actual atasco. Y algún asunto pendiente sobre recursos en el terreno judicial.
Puigdemont es otro cantar. El mensaje, amable, que se le envía desde Moncloa es el riesgo de aislamiento ostensible en que quedaría de mantener su actitud, el problema de quedarse solo en un asunto que a todos favorece. “Soraya pretende que Puigdemont se asome al espejo de Urkullu y comprenda cómo se tienen que hacer las cosas sin renunciar a los planteamientos sensatos”, comentan en fuentes del Gobierno. El jefe del Ejecutivo catalán hace frente estos días al endiablado trámite de sacar adelante sus presupuestos, con una CUP exigente, que pretende señalar la senda por la que ha de transitar la Generalitat. "Está muy agobiado y presionado", añaden.
Hay que darle tiempo, dicen en Moncloa. De ahí el aplazamiento de la reunión de los presidentes autonómicos. En enero, quizás Puigdemont haya logrado ya zafarse del severo marcaje al que le tienen sometidos los diputados antisistema de la CUP, una compañía cada vez más incómoda para el presidente de la Generalitat.
Cuatro años de vacío
Sáenz de Santamaría quiere revitalizar una cumbre que puso en marcha Rodríguez Zapatero y que no se reúne desde hace cuatro años. “Considera que es una herramienta fundamental para reforzar el vínculo de Madrid con las comunidades, por encima del actual diálogo bilateral que algunas, como Cataluña, pretenden”. En suma, estructurar el mapa territorial. "Allí se puede hablar de todo, de financiación y de reformar la Carta Magna", mencionan.
Urkullu estaría dispuesto a replantearse su negativa, siempre y cuando las negociaciones presupuestarias le sean favorables. Puigdemont es una incógnita. Todos los grupos catalanes, salvo ERC y la CUP, le han demandado que acuda a este cónclave. El líder de de la antigua Convergencia se hace el estrecho, insiste en que Cataluña merece un trato diferencial y no está dispuesto a formar parte de algo que puede terminar en una especie de “café para todos”.
Sáenz de Santamaría va a invertir muchas horas y esfuerzos en demostrar que está equivocado, que la actitud de del Gobierno del PP ha cambiado, que entran en la era del diálogo y la negociación y que nada pierde por acudir a esta reunión. No lo tiene fácil, pero “pronto empezaremos a hablar de financiación y de dineros y, en ese punto, el debate puede cambiar”. Se le recuerda, por ejemplo, que Artur Mas asistió a la Conferencia de 2012,. Desde entonces, han cambiado demasiadas cosas. Los intentos de sacar adelante un proyecto de ‘desconexión’ con España por parte del Gobierno catalán, proyecto impulsado precisamente bajo el mandato de Mas, han torcido el ambiente y han tensado las relaciones. Tanto que Francesc Homs, portavoz del Partido Demócrata Europeo y Catalán, va a ser encausado por el Supremo acusado de desobediencia por su actuación en el referéndum del 9-N.
La vicepresidenta quiere aparecer como la gran apaciguadora de la España autonómica. Necesita para eso que acudan a la Conferencia los líderes soberanistas. En caso de que lo logre, resultará una proeza. Se ha dado tiempo para intentarlo. Ha modificado su estrategia y ha mudado el calendario. Tiene un mes largo, vacaciones de Navidad incluídas, para conseguir que Puigdemont afloje. Si no lo hace, ‘quedará retratado’, ya que estarán todos menos él’, declaran en círculos del Gobierno central.