El acoso escolar es un drama que se vive en silencio. Pero las historias que saltan a los medios no son más que la punta del iceberg del problema. A raíz de la publicación de la carta de despedida del pequeño Diego, la Fundación ANAR registró un incremento del 122% de las llamadas de niños y de un 360% en el caso de los adultos.
Según la UNESCO, dos de cada diez alumnos en el mundo sufren acoso y cada año 246 millones de niños y adolescentes se ven sometidos a violencia en el entorno escolar. En España llevamos una década contando casos que consternan a la sociedad. Estos son algunos de ellos.
Jokin. 14 años. Hondarribia. 2004
El martes 21 de septiembre de 2004, Jokin se montó en su bicicleta y aprovechó que todos dormían para arrojarse al vacío desde la muralla de la localidad vasca de Hondarribia. Quedaban cuatro días para que cumpliese 15 años, pero un vecino encontró su cadáver horas después de la tragedia. Un grupo de compañeros de clase llevaba tiempo sometiéndolo a una persecución sistemática a base de amenazas, palizas y vejaciones. La autopsia desveló los golpes que tuvo que soportar durante un año.
Mónica. 16 años. Ciudad Real. 2012
Casi ocho años después del caso de Jokin, esta adolescente de origen ecuatoriano falleció el 13 de noviembre de 2012 en la UCI del Hospital General Universitario de Ciudad Real (HGUCR), cinco días después de intentar suicidarse en su propio domicilio con una soga. Su familia aseguró que los compañeros del IES Maestro Juan de Ávila no la dejaban entrar al baño, se burlaban de ella por utilizar ropa usada y no le dejaban sentarse en el autobús escolar.
Su familia recurrió a la Fundación ANAR, que les recomendó denunciar el caso ante la policía y solicitaran el cambio de centro. El Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 3 de Ciudad Real archivó la causa al no existir “ningún indicio”. Pero su familia cree que no se activó el protocolo y reclamó a la Consejería de Educación de Castilla-La Mancha una indemnización.
Carla. 14 años. Gijón. 2013
La joven Carla Díaz se arrojó al mar desde el barrio de la Providencia de Gijón el 11 de abril de 2013. A sus 14 años no fue capaz de soportar la presión a la que estaba sometida. Insultos constantes como bollera o burlas por su estrabismo, que intentaba disimular con el flequillo. El suicidio de esta estudiante del colegio Santo Ángel acabó dos años después con la condena a seis meses de trabajos sociales de las dos menores implicadas en el acoso, que reconocieron su participación ante la Fiscalía de Menores. La otra menor denunciada por la familia de la víctima no superaba los 14 años, por lo que era inimputable.
La madre de Carla descubrió que los insultos se producían a diario y también a través de las redes sociales como Facebook y Tuenti. “Topacio, un ojo para aquí y otro para el espacio” le repetían a la cara. Tras su muerte, el centro educativo envió un SMS de pésame a la madre y explicó al resto de padres y alumnos que la tragedia se debió a “asuntos familiares”.
Aranzazu. Madrid. 2015
Arancha, como la conocían en su instituto del distrito madrileño de Usera, se despidió de sus amigas por WhatsApp diciendo: “Estoy cansada de vivir”. Tras tomar el desayuno y ponerse el chándal, el 22 de mayo de 2015 acabó con su vida arrojándose por el hueco de las escaleras de su bloque de viviendas. Sufría discapacidad intelectual y motora de cerca del 40% y, según confesó a sus profesoras antes de suicidarse, un alumno le pedía dinero y le chantajeaba. “Guarra, ¿qué dices de mí? Voy a ir a pegarte con mis primas. Me cago en tus muertos. Me vas a dar 50 euros o voy a ir con mis primas y más gente a pegarte”, recogía la denuncia policial que la familia interpuso tras ser alertados por el centro del acoso que sufría la niña.
"Me vas a dar 50 euros o voy a ir con mis primas y más gente a pegarte”, recogía la denuncia policial
El director del Instituto Ciudad de Jaén (casi 1000 alumnos), Luis Carlos Pérez, fue apartado de su puesto dos días después de la tragedia y pasó seis meses sin ejercer la docencia. La Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid le acusaba de haber incumplido el protocolo de actuación. Aunque el centro se había reunido por separado con la familia de la víctima y del supuesto acosador. Sin embargo, la inspección educativa negó haber sido informada del caso.
Diego. 11 años. Madrid. 2015
El pequeño de once años se lanzó al vacío por la ventana desde el quinto piso de su casa del municipio madrileño de Leganés. Junto a la ventana su madre encontró un mensaje: “Mirad en Lucho”. Era el muñeco con el que jugaba desde pequeño. A su lado había un cuaderno en el que el pequeño Diego explicaba de manera sobrecogedora la razón que le llevó a quitarse la vida. “Papá, mamá... espero que algún día podáis odiarme un poquito menos. Yo no aguanto ir al colegio y no hay otra manera para no ir”.
El juzgado de Instrucción 1 de Leganés (Madrid) archivó la causa y tanto la Consejería de Educación como la Policía confirmaron que no había ninguna denuncia previa por acoso al menor. El colegio Nuestra Señora de los Ángeles también aseguró no tener constancia del posible acoso, aunque los padres acusaron al centro de intentar tapar el caso.
Alan. 17 años. Barcelona. 2015
“¿Cómo es que te llamas Alan si tienes tetas?”, le preguntaban sus compañeros en el centro entre mofas continuas. En su anterior instituto también tuvo que sufrir las vejaciones de sus compañeros cuando en 4º de la ESO dijo públicamente que era lesbiana. El día de Nochebuena, Alan tomó un puñado de pastillas y las mezcló con alcohol. Veinte días antes había conseguido ser el primer menor transexual de Cataluña en obtener un cambio de nombre en el DNI. Dos años antes había estado ingresado en el hospital con un cuadro grave de depresión.
Lucía. 13 años. Murcia. 2017
La última víctima mortal del bullying es Lucía. A sus 13 años, decidió acabar con su vida en su domicilio de la pedanía de Aljucer (Murcia). De hecho, esta comunidad registra la mayor cifra de acoso escolar del país (un 11%, según un informe de Save the Children). Estudiaba en el Instituto de Educación Secundaria (IES) Licenciado Francisco Cascales de Murcia, tras haber llegado procedente del instituto Ingeniero Juan de la Cierva, de Patiño, donde dos chicos le llamaban “gorda” y “fea”, y le decían que daba asco.
Su madre encontró la carta en la que Lucía se despedía, camuflada en el cuaderno de Inglés, en la que describía su vida como “una montaña rusa”. Había tenido un primer intento de suicidio en agosto de 2016, tomando medicamentos. La Policía Nacional ha abierto una investigación, a instancias de la Fiscalía de Menores. Rastrean los discos duros del ordenador y el teléfono móvil de Lucía en busca de los culpables de su muerte.