El año 1962 fue significativo y determinante en la vida española. El 10 de julio de aquel año, Franco, que todavía se recuperaba de una herida en su mano izquierda causada por un accidente de caza la Nochebuena del año anterior, nombra un nuevo Gobierno que afecta de modo sensible al mundo informativo, con la destacada noticia del cese de Gabriel Arias Salgado, Ministro de Información y Turismo desde 1951, y su sustitución por Manuel Fraga Iribarne.
Precisamente ese año, Eugenio Fontán Pérez, después II Marqués de Guadalcanal, distinción otorgada a su hermano el profesor Antonio Fontán por el rey Juan Carlos, es nombrado Director General de la Sociedad Española de Radiodifusión (SER), en sustitución de Virgilio Oñate, cargo que ocuparía durante 25 años.
El nuevo responsable de la SER, cuya propiedad se repartía entonces entre la familia Garrigues, los Fontán Oñate y el Estado español, toma las riendas de la Cadena desde la vicepresidencia, a la que había llegado con su título de ingeniero de telecomunicación bajo el brazo y sus 21 años de edad.
El panorama radiofónico español en aquel momento no era precisamente modélico. En una Europa en donde toda la radiodifusión resulta de titularidad pública, España es una isla en donde conviven en evidente desequilibrio Radio Nacional de España (RNE), que mantiene desde su fundación el monopolio informativo, y las emisoras privadas que pasaron el filtro impuesto por la Guerra Civil. Las privadas tienen en el limitado campo de su programación la música, el deporte y la información llamada “la cultura”.
Fontán trata de evitar la censura con la búsqueda de fórmulas tan ingeniosas como la de convertir hechos políticos relevantes en supuestas noticias locales o deportivas
En la radio privada, y por supuesto en la SER, está terminantemente prohibido emitir noticias políticas, viendo reducido su ámbito a temas municipales, con el agravante de que ha de someter todos sus guiones a la censura previa con 24 horas de antelación, mediante el envío al departamento ministerial correspondiente de los textos a radiar.
Fontán, con un equipo directivo en el que destacan dos radiofónicos históricos de la categoría de Antonio Calderón y Manuel Rodríguez Cano, empieza a sortear tan injustas imposiciones, con la búsqueda de fórmulas tan ingeniosas como la de convertir hechos políticos relevantes en supuestas noticias locales o deportivas. Con autoridad moral y un cierto decaimiento del ánimo de los censores menos exigentes, ello provocado por la llegada de Fraga, la SER pone en antena programas como “Matinal Cadena SER, “Hora 25” y otros, para lo cual cuenta con profesionales de la dimensión de Manuel Martín Ferrand y el desparpajo de José María García, figuras que coexisten otras de la talla de Vicente Marco.
Llegada de Prisa
La inteligente e indesmayable labor de Fontán convierte así a la Sociedad Española de Radiodifusión en un apetitoso objeto de deseo que se concreta en una operación de acoso y derribo por parte del todopoderoso Jesús Polanco, que decide el asedio a la Cadena de la mano de colaboradores internos como Ramón Varela, y externos como Gregorio Marañón, agentes ambos del Banco Urquijo, lo que le lleva a conseguir la mayoría del capital social y por tanto el control total de la emisora.
Pronto se nota la larga mano de PRISA –que ha fracasado con su propia emisora, “El País”, hasta el punto de verse obligado a cerrarla-, que decide convertir lo que hasta entonces había sido una radio fresca y flexible en un poderoso medio radiofónico, editorialmente alineado con las tesis socialistas y la política personal de Felipe González, tal y como lo era entonces el propio diario “El País”.
El empeño y la vocación personal de Eugenio Fontán le indujo a perseverar en su afición radiofónica con la adquisición de Radio España
El empeño y la vocación personal de Eugenio Fontán, que nos abandonó este miércoles, 18 de octubre, le indujo a perseverar en su afición radiofónica con la adquisición de Radio España, donde reprodujo la línea independiente y cabalmente responsable, sin olvido de su finalidad comercial primera, que había marcado en la SER, hasta que el paso del tiempo y el propio desgaste personal le llevaron a traspasar la emisora decana de la radio madrileña.
Para Eugenio Fontán la radio era algo tan natural como respirar, una vocación que le venía de familia y que corroboraba diariamente con su tremendo oficio. La cadena SER marcó su vida por encima de todas las cosas, un empeño al que dedicó horas, esfuerzo, talento y paciencia. Y todo por la libertad de su medio, de su persona y de España. Descanse en paz.