Al igual que el Gobierno, los sindicatos mayoritarios CCOO y UGT también improvisan. Ayer martes por la tarde se reunieron las cúpulas de ambas centrales, cada una con sus respectivos secretarios generales, Ignacio Fernández Toxo y Cándido Méndez. Tras la decentes movilizaciones del 19 de febrero y del 29 de marzo -el día de la huelga general-, seguida de otra sin apenas repercusión como la del 29 de abril y de una cuarta con más fuerza como la del Primero de Mayo -las protestas han tomazo forma de zigzag-, los sindicatos tenían que adoptar ayer una decisión coincidiendo con el final del trámite parlamentario de la reforma laboral, que verá la luz en junio. Al final, han descartado convocar otra huelga y saldrán a la calle el miércoles 20 de junio, exactamente 10 años después de la huelga contra la reforma laboral de José María Aznar.
Como los actos anteriores, se convocarán protestas por toda España, lo que complicará el éxito de la cita tratándose de un miércoles. Corre el riesgo de enfriarse la ira contra la reforma del mercado laboral, piensan en las centrales, por lo que las movilizaciones apuntarán también contra los recortes en los Presupuestos Generales del Estado y en los PGE autonómicos.
CCOO y UGT tratan así de aunar el cabreo creciente contra el sector bancario -hiperrescatado desde que llegó la crisis-, contra los recortes en Sanidad y Educación –la huelga del 22-M en los centros educativos pasó la prueba con nota-, contra los malos datos de paro que están por venir, contra los frenéticos acontecimientos macroeconómicos que desbordan al equipo de Mariano Rajoy… No obstante, la sensación que deja la convocatoria del 20-J es de cansancio sindical, de tiempo muerto, de prórroga, antes de la hipotética huelga general que pueda llegar en septiembre u octubre.
En cualquier caso, el primer round contra la reforma laboral lo han perdido las centrales: durante su convalidación parlamentaria, el texto se endureció a instancias de CiU. CCOO y UGT buscan ahora un segundo asalto.