Hace apenas unas semanas, el vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, declaró en Radio Nacional que decidió no devolver la tarjeta SIM presuntamente robada en 2015 a Dina Bousselham (30) para protegerla: “Tomé la decisión de quitarle presión”; “la situación le supuso a Dina una presión enorme”, remachó el líder de Podemos al recordársele que la tarjeta el móvil de la que fuera su asistente contenía información “íntima” de una joven “de veintipocos años”.
Bousselham acaba de llegar a la treintena (27 de julio), edad a lo que parece suficiente para no necesitar el tutelaje de nadie. Pero su antiguo jefe sigue manteniendo ese hábito tan caritativo de proteger a las jóvenes desamparadas a las que acechan la cloaca y los herederos del villarejismo. Y ahora, la favorecida por la atenta tutela de nuestro particular paladín de la muchachada en flor se llama Lilith Verstrynge (27), hija del que fuera secretario general de la Alianza Popular de don Manuel Fraga Iribarne, Jorge Verstrynge, el mismo que tiempo después se cayó del caballo del Cid y tras el golpe vio la luz y se pasó con los carros y las carretas del servicio doméstico al podemismo naciente.
Pero a lo que íbamos. Lilith Verstrynge es asesora parlamentaria del vicedos, y colaboradora del periódico de partido que dirige Bousselham, pero tiene prohibido acercarse al líder. Las órdenes son que cuando Iglesias acude a la Carrera de San Jerónimo a cumplir con las obligaciones propias de su cargo, la vástaga de aquel Verstrynge de gomina y pasador de corbata tiene que desaparecer. La consigna es evitar a cualquier precio la foto en la que aparezcan ambos. A cualquier precio, incluyendo el de sobrepasar los límites de lo que podríamos considerar un trato digno e igualitario.
El último ejemplo de la ingrata situación por la que está atravesando Lilith Verstrynge, que ya sin la menor ironía podríamos calificar, como poco, de espectáculo bochornoso, se produjo no hace muchos días, cuando la joven asesora y otros compañeros fumaban un pitillo en el patio del Congreso y el jefe de Gabinete de Iglesias, el teniente general en la reserva Julio Rodríguez, le advirtió, con exquisita educación, bien es cierto, que se recluyera en el interior del edificio ante la inminente aparición por el lugar del vicepresidente del Gobierno. Educado pero lamentable el requerimiento de un general devenido en una especie de patético anti alcahuete. Intolerables órdenes las emanadas de un político al que se le llena la boca de feminismo y lo que ejerce es una de las más cínicas modalidades del machismo.
Después del incidente, alguien le preguntó a Lilith Verstrynge por qué soportaba tal humillación. “Me han dicho que es por mi bien”, fue su respuesta. Esto se parece cada día más a una secta.