Historia

Carlos V enamorado: así fue su relación con su "muy amada y cara esposa", madre de Felipe II

La figura de la emperatriz debe ser tenida en cuenta como una de las mujeres más importantes de la historia de España

  • Carlos V e Isabel de Portugal. -

La política matrimonial de los Habsburgo para la supervivencia de su dinastía y su buena relación con las demás familias europeas empujaron a Carlos V a prometerse con la hija de Enrique VIII y Catalina de Aragón: María Tudor. En 1522, el emperador aceptaba, como pacto con Inglaterra, aliarse contra Francia, aceptando la mano de una niña de tan solo seis primaveras. Tres años más tarde, el emperador se dio cuenta de la importancia de engendrar un heredero, que con la princesa inglesa se antojaba complicado. Por ello, la casa de Austria se movilizó para encontrar una esposa para la cabeza de su estirpe. La elegida fue Isabel de Portugal, una chica de 23 años, que sorprendió a Europa por su belleza. Lo que fue una decisión política propia de la época se tornó en amor verdadero. 

La joven portuguesa había crecido en una corte habituada a recibir las riquezas provenientes de la expansión lusa por África. El estatus de la hija del rey Manuel I reclamaba un marido de nivel. Carlos I, tras unas pugnas con el papado para anular su promesa de matrimonio, culminó su deseo el 11 de marzo de 1526. Ese día fue cuando conoció por primera vez en persona a su futura confidente. La ceremonia imperial se celebró en el Alcázar de Sevilla, donde lo más granado de la flor y nata local acudió a tal magna cita histórica.

En las sucesivas semanas la nueva pareja no se separó. Los diplomáticos portugueses decían que su reina “duerme en brazos de su marido todas las noches y están muy enamorados y felices”. Sus estancias en la Península culminaron con la esperada noticia de que la emperatriz estaba embarazada del que sería el futuro Felipe II. 

Carlos V de Alemania y I de España.

Carlos V

Regente de los reinos hispánicos

El periodista y profesor de Historia de la UFV, Isidoro Jiménez Zamora, rescata que uno de los motivos principales que escondía este matrimonio era “disponer de una persona idónea para hacerse cargo del gobierno durante sus ausencias”. Por ello, Isabel de Portugal fue regente de España durante siete años, mientras Carlos V viajaba por sus naciones haciendo presente su autoridad regia. Aunque, como certifica el entrevistado, no hay dudas de que desde el primer momento “fue una especie de flechazo instantáneo que unió hasta el final a ambos”.

La marcha de Carlos V en 1529 para su coronación en Bolonia por el papa supuso la primera regencia isabelina de España. En la Península tuvo que fusionar los deseos de sus nuevos súbditos con los del emperador, que, en ocasiones, no iban de la mano. La amenaza de los turcos en el Norte de África preocupaba en demasía a los castellanos. Para demostrar la importancia de los intereses hispánicos, propuso una campaña para tomar la ciudad de Argel, que no se emprendió -a pesar de su insistencia- con ella en vida. 

 

“Estamos ante un amor de película sin duda”

Isidoro Jiménez Zamora, periodista y profesor de Historia en la UFV

 

En 1533 ambos volvieron a reencontrarse en Barcelona, donde Carlos fue recibido por su mujer y sus dos hijos: Felipe y María. Esta etapa de felicidad en la Península duró hasta que el último rey caballero medieval decidió ponerse al frente de la expedición contra Túnez. Como definió el embajador veneciano Badoaro, este emperador era el primero en ponerse la armadura y el último en quitársela. En esta nueva marcha, Isabel volverá a asumir la gobernación española de 1535 a 1537, a la espera del resultado de la campaña militar. 

Durante este tiempo, la política de la emperatriz estuvo enfocada en la protección de sus fronteras, prestando en su segunda regencia, especial atención a Francia. Durante su mandato tuvo que despachar los asuntos de las Indias, ya que pertenecían a la Monarquía Hispánica. En cuanto a su relación con los territorios americanos, la portuguesa siguió el ejemplo de su abuela Isabel la Católica, abogando por tratar a los indios con buenas formas. 

Historiadores como Manuel Fernández Álvarez observan en esta mujer que supo ganarse a la sociedad de su tiempo, el elemento diferencial que motivó a Carlos V a interesarse más por los asuntos españoles. Esta influencia marcó la tercera etapa de su reinado, donde se rodeó en su Consejo de asesores más apegados a los temas peninsulares.

Muerte de Isabel de Portugal

En 1539 morirá Isabel de Portugal a los 35 años sin la presencia de su marido. Este matrimonio llegó a su fin tras trece años y dos meses de relación, de los cuáles convivieron seis. La carta que escribió el emperador a su hermana tras enterarse de la muerte de Isabel habla por sí sola: “Yo estoy con la angustia y tristeza que podéis pensar por haber tenido una pérdida tan grande y tan extremada y nada me puede consolar, si no es la consideración de su buena y católica vida y el muy santo fin que ha tenido”. 

Carlos V encargó a Tiziano el retrato de su “muy amada y cara esposa” para tenerla siempre presente hasta el final de sus días. Este cuadro será el que disponga en frente de su cama en su retiro en el monasterio de Yuste para tenerla siempre presente. En vida no volvió a casarse con ninguna mujer. La huella que le dejó Isabel se hizo patente hasta tal punto de recoger en su testamento el deseo de ambos de enterrarse juntos. 

El profesor Jiménez Zamora, autor de Isabel de Portugal, gobernadora. El poder a la sombra de Carlos V (SÍNTESIS, 2019), afirma tajantemente que estamos ante “un amor de película, sin duda. Y sería interesante poder contar con una película que abordara esa relación tan intensa, repleta de lealtad y admiración mutua, tanto en la esfera pública como en la privada”. Según se cuenta, Carlos regaló “a Isabel unos claveles procedentes de Persia y la decisión de esta fue la de plantar miles de ellos en los jardines de la Alhambra”. 

Sea o no cierta la leyenda de este obsequio, el lector en busca del amor verdadero puede optar por acudir en esta semana de San Valentín a los patios del palacio nazarí de Granada, a la caza de estas flores que reflejarían el símbolo de la unión para siempre entre dos personas, que se enamoraron en vida sin esperarlo. Esta pareja fue el ejemplo para las otras cortes de Europa de como una decisión política se tornó en una complicidad sincera. La figura de la emperatriz debe ser tenida en cuenta como una de las mujeres más importantes de la historia de España.

 

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