Roman Abramovich se quedó huérfano a los tres años, pero logro convertirse en uno de los hombres más ricos del mundo. Ahora, sus vínculos con el presidente de Rusia, Vladímir Putin, lo han despojado de sus negocios y su reputación. "Estoy seguro de que la gente se centrará en mí durante tres o cuatro días, pero pasará. Se olvidarán de quién soy, y eso me gusta", aseguraba en 2003 cuando compró el Chelsea. No funcionó entonces y menos aún ahora. Hay pocas posibilidades de disfrutar del anonimato debido a los recientes acontecimientos. Tras años de demandas por sospechas en los tratos del multimillonario ruso, finalmente ha sido la guerra en Ucrania el desencadenante para que el Gobierno de Reino Unido congele sus activos en el país, incluidas sus casas, obras de arte y su equipo de fútbol. Le han acusado de ser cómplice del jefe del Kremlin en la invasión, con su consiguiente caída en desgracia. No obstante, según recoge la BBC, Roman Abramovich ha superado grandes desafíos en su vida, especialmente en sus comienzos.
Abramovich nació en Sarátov, en el suroeste de Rusia, en 1966. Su madre murió de envenenamiento de la sangre cuando él tenía un año y su padre murió dos años más tarde después de un accidente con una grúa de construcción. Después de eso, Abramovich fue criado por familiares y pasó un tiempo en Komi, en el noroeste del gigante euroasiático, donde el dinero escaseaba y las temperaturas invernales eran muy bajas. "A decir verdad, no puedo decir que mi infancia fuese mala", afirmaba a The Guardian en una entrevista. Dejó la escuela a los 16 años, trabajó como mecánico y sirvió en el Ejército Rojo antes de vender juguetes de plástico en Moscú. Más tarde se pasó a los perfumes y los desodorantes, acumulando su riqueza a medida que una mayor apertura bajo el líder soviético Mijaíl Gorbachov permitió más posibilidades para los empresarios.
Con la desintegración de la Unión Soviética surgieron más oportunidades para un joven Abramovich, de apenas 20 años. Por aquel entonces tuvo un golpe de suerte y se apoderó de la compañía petrolera Sibneft del Gobierno ruso en una subasta amañada en 1995 por alrededor de 250 millones de dólares, que vendió de nuevo al Ejecutivo por unos 13.000 millones una década después. Para sus abogados, no hay base para alegar que acumuló una riqueza muy sustancial a través de la delincuencia, pero en 2012, admitió ante un tribunal británico que había realizado pagos corruptos para ayudar a poner en marcha el acuerdo con Sibneft.
Por otro lado, se involucró en las guerras del aluminio de la década de 1990, en las que los oligarcas, aquellos que habían acumulado grandes fortunas y poder político después del colapso soviético, lucharon por el control de esta vasta industria. "Cada tres días, alguien era asesinado", dijo Abramovich en 2011, y agregó que esta amenaza a su seguridad lo había convertido en un participante reacio. Pese a esto, demostró su dureza acumulando cientos de millones en medio del conflicto.
Política
Entró en política como aliado del presidente Borís Yeltsin y llegó incluso a tener un apartamento en el Kremlin durante un tiempo. Cuando Yeltsin renunció en 1999, Abramovich se encontraba entre los que apoyaron al primer ministro y exespía de la KGB, Vladímir Putin, como su sucesor. Cuando Putin se estableció, trató de afirmar su dominio sobre los oligarcas displicentes. Algunos acabaron en prisión y otros en el exilio. Pero Abramovich aguantó. En el 2000 fue elegido gobernador de la desfavorecida región de Chukotka, en el extremo nororiental del país, donde ganó popularidad después de invertir su propio dinero en servicios sociales. Al final renunció en 2008. Durante este periodo, mantuvo sus intereses comerciales en marcha y siguió comprando pinturas, automóviles y casas.
Propiedades
En el 2003, Abramovich se hizo famoso en el mundo del fútbol cuando compró por 140 millones de libras el Chelsea, el club más grande del oeste de Londres. El dinero de los oligarcas ha inundado la capital británica en los últimos años. Se cree que la cartera de propiedades de Abramovich incluye una mansión de 15 habitaciones en Kensington Palace Gardens, valorada en más de 150 millones de libras esterlinas; un piso en Chelsea; un rancho en Colorado; y una casa de vacaciones en la Costa Azul. Sus yates, el Solaris y el Eclipse, se encuentran entre los más grandes del mundo, y también posee un avión privado. Bloomberg estima su fortuna en 13.700 millones de dólares, ubicándolo como la 128 persona más rica del mundo, y Forbes la fija en 12.300 millones, colocándolo en el puesto 142.
Caso de difamación
Cuestionado por su independencia de Putin, el año pasado, Abramovich demandó a la editorial HarperCollins por difamación en un libro, Putin's People de Catherine Belton, que afirmaba que el presidente ruso le había ordenado comprar el Chelsea. Las dos partes llegaron a un acuerdo extrajudicial y el editor accedió a hacer algunas correcciones.
Invasión de Ucrania
Las asociaciones de Abramovich con Putin han seguido persiguiéndolo, sobre todo tras la invasión de Rusia a Ucrania. Cuando se anunció la congelación de sus activos británicos y los de otros seis oligarcas rusos, la ministra de Relaciones Exteriores, Liz Truss, dijo: "Con sus estrechos vínculos con Putin, son cómplices de su agresión. La sangre del pueblo ucraniano está en sus manos".
Posible envenenamiento
Lo último que se sabe es que Abramovich y el equipo diplomático ucraniano que negocia un posible alto el fuego sufrieron síntomas de un posible envenenamiento tras una reunión en Kiev celebrada a principios de este mes. El oligarca ruso y el resto de afectados culpan a los halcones del Kremlin, los miembros del ala dura del Gobierno de Putin, que pretenden sabotear las negociaciones para poner fin a la guerra, según fuentes conocedoras de dicho encuentro citadas por The Wall Street Journal.