Primero fue cesado ilegalmente. Después detenido, torturado y fusilado en la selva. Bruselas y Washington no querían que el Congo independiente cayera bajo influencia soviética en plena Guerra Fría y el líder africano fue eliminado. Corría 1961. Patrice Lumumba, que tenía 36 años, ejercía como el primer jefe de Gobierno de Congo y flirteaba con Moscú para aplacar los movimientos secesionistas en el sur de un país convulso, que se acababa de emancipar de Bélgica.
El presidente congolés Joseph Kasa-Vubu anunció en septiembre de 1960 la destitución del que fuera el primer ministro del Congo durante los primeros 67 días de independencia tras 75 años de régimen colonial, y ordenó su captura.
Lumumba fue arrestado, encarcelado, y finalmente ejecutado junto a dos de sus lugartenientes a las 21.43 del 17 de enero de 1961 en un bosque de la región separatista de Katanga, con la complicidad de oficiales belgas y también agentes de la CIA estadounidense, que ya antes había intentado eliminarle con pasta de dientes envenenada.
Al día siguiente, el cuerpo del fundador del Movimiento Nacional Congolés fue desmembrado y disuelto en ácido. No debía quedar resto. Pero uno de los policías de nacionalidad belga encargados de hacer desaparecer el cadáver, Gerard Soete, robó dos dientes del líder nacionalista y los conservó como "trofeos de caza", según relataría después.
Soete guardó el secreto durante casi cuatro décadas y sólo confesó en 1999, un año antes de morir, abriendo la puerta a investigaciones judiciales aún no resueltas en torno a un crimen en el que Bélgica ha admitido oficialmente su "responsabilidad moral".
En 2016, la Fiscalía belga registró la casa del policía y encontró un diente, única reliquia de la que se tiene constancia aunque la familia sospecha que un segundo diente y la falange un dedo todavía están en Bélgica.
Ceremonia de entrega en Bruselas
"El Gobierno belga denuncia sin ambages la colonización, como sistema de gobernanza e ideológico", ha declarado este lunes el primer ministro belga, Alexander de Croo, quien también presentó sus "disculpas" durante la ceremonia en Bruselas en donde la Fiscalía Federal entregó los restos a los tres hijos de Lumumba -François, Juliana y Roland- en presencia del primer ministro congolés, Jean-Michel Sama Lukonde.
La restitución llega 61 años después del crimen, en un nuevo esfuerzo por restañar las heridas de su brutal pasado colonial de Bélgica, que entre finales del siglo XIX e inicios del XX se aupó como potencia económica a costa de explotar inhumanamente los recursos de un territorio 76 veces más grande que su metrópoli.
Antes de la ceremonia, los allegados de Lumumba se habían reunido en Palacio con el rey Felipe de los belgas, que este mismo mes viajó a la República Democrática del Congo y expresó su "más profundo pesar por las heridas" de un régimen colonial "basado en la explotación y la dominación", palabras repetidas hoy literalmente por el primer ministro.
El período más atroz de la era colonial del Congo fue la primera etapa (1885-1908), cuando el país era propiedad privada del rey Leopoldo II, quien sometió a la población autóctona a condiciones de semiesclavitud y castigos atroces. Murieron entre cinco y diez millones de personas.
El diente del héroe anticolonialista, que desde 2018 tiene también una plaza en Bruselas, volará el martes por la noche hacia su país natal, donde emprenderá un periplo conmemorativo hasta su inhumación el 30 de junio en el Memorial Patrice Emery Lumumba de Kinsasa.
Compensaciones económicas
Con una investigación judicial aún en curso, y como en cada uno de los muchos gestos que la exmetrópoli ha dirigido en los últimos años hacia su excolonia, la cuestión de las posibles indemnizaciones económicas sobrevuela la entrega de los restos de Lumumba.
"Las reparaciones financieras las dejamos para la Justicia. Si las hay, las aceptaremos. Pero ese no es nuestro combate", dijo en conferencia de prensa el pasado viernes en Bruselas Roland Lumumba, quien considera que la entrega de la reliquia marca "el fin de una época, pero ahora hay que construir la siguiente".
La familia del político africano denunció hace años a los diecisiete belgas que presuntamente participaron en el asesinato en 1961, de los que sólo quedan vivos dos.
"Esperamos tener el resultado antes de su muerte", zanjó el hijo del primer gobernante del Congo independiente, un paraíso de reservas naturales y minerales, pero a la vez uno de los lugares más pobres del mundo, saqueado entre 1965 y 1997 por el dictador Mobutu Sese Seko -que cambió el nombre del país por Zaire- y devastado todavía hoy por décadas de desgobierno y conflictos armados.