Alejado de la política nacional, tras la disolución de la Asamblea y la instalación del Gobierno de Michel Barnier, el presidente Emmanuel Macron se centra en lo que en Francia se denomina “dominios reservados” del jefe del Estado, es decir, la política Exterior y de Defensa. La nueva diplomacia de Macron en el Magreb implica bandazos y concesiones que van a marcar lo que algunos llaman ya su fin de reino.
Inimaginable hace menos de un año, la “reconciliación entre París y Rabat ha sido sellada con deslumbrante pompa durante los dos días de visita oficial del presidente francés a Marruecos, a finales de octubre. Acompañado desde la llegada del avión presidencial francés por el un rey Mohamed VI irreconocible por su espectacular pérdida de peso, Macron pudo disfrutar en las calles del Rabat de lo que en su país le está vedado por seguridad y riesgo de fracaso mediático: un baño de multitudes que su criticado narcisismo le compensará del abismal nivel de confianza le profesan sus compatriotas (un 15%, récord negativo histórico).
Como afirman muchos analistas en Francia, si la “cumbre” de Rabat se ha podido llevar adelante y con el éxito que los macronistas y las cifras quieren confirmar, es porque el Elíseo ha cumplido al pie de la letra lo que el monarca alauí había exigido desde hace años.
Y una de esas exigencias, la mayor, la madre de todas ellas - la piedra angular de la diplomacia marroquí - es bien conocida por los españoles: reconocer oficialmente la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental. La “reorientación estratégica”, el abandono de las recomendaciones de la ONU y del apoyo discreto al pueblo saharaui fue oficializado por París el 31 de julio pasado, siguiendo la estela de Estados Unidos, España o Alemania.
Argelia y el "odio a Francia"
Según dijo Macron en Rabat, “un nuevo capítulo de las relaciones franco-marroquíes se inicia en un momento de rápida transformación del escenario internacional”. La “rápida transformación” es sobre todo aplicable a la política magrebí de París. Desde su llegada al poder en 2017, Macron había volcado su diplomacia norteafricana en un galanteo con Argelia que incluyó humillaciones, actos de arrepentimiento y autoflagelación ante los dirigentes del antiguo territorio francés independizado en 1962.
Macron llegó incluso a declarar en Argel que la colonización francesa de Argelia podía ser calificada como “un crimen contra la humanidad”. Pero inclinar la cabeza y la columna vertebral ante los dirigentes autócratas de la antigua colonia no le estaba siendo útil ni para una reconciliación de memorias sincera, ni para obtener gas y, menos, para hacerse con una parte de los 23.000 millones de euros del presupuesto militar argelino que el año pasado hacía babear a los encargados de vender los aviones de combate franceses, Rafale.
Macron, harto de los desplantes y exigencias de su homólogo argelino, Abdelmajid Tebún, selló los intentos de acercamiento con otra declaración inesperada y poco diplomática en 2023. En una recepción con jóvenes descendientes de los protagonistas de la guerra entre independentistas argelinos y Francia (1954-1962), afirmó que, “tras su independencia, Argelia se ha construido sobre una renta de memoria, mantenida viva por un sistema político-militar”; para remachar, aseguró que “Argelia vive una historia oficial totalmente reescrita que no se apoya en verdades, sino que está basada en un discurso que se cimenta sobre el odio hacia Francia”. Una opinión que la mayoría de los franceses suscribiría pero que espantó a los diplomáticos de carrera del Quai d’Orsay (sede del ministerio de Exteriores) a los que Macron desprecia.
Pocos días más tarde, y todavía no dispersos los efluvios de la nueva luna de miel entre París y Rabat, Argelia decidía “aislar” comercialmente a Francia, suspendiendo exportación e importación con la antigua metrópoli. El embargo decretado por el régimen de Tebún afectará más al país africano que a Francia, por lo que algunos comentaristas argelinos, fuera de su país, consideran la medida como un tiro en su propio pie. Dejando aparte el petróleo y el gas, Francia es el primer socio comercial de su antiguo departamento. La broma le puede costar a Argelia, unos 10.000 millones de euros en ese apartado.
Por supuesto, la deriva argelina, tanto en política interior, como en exterior, aumenta el grado de implantación de Rusia, ya gran socio del aparato político-militar que rige el país. Pero los ciudadanos argelinos no parecen muy convencidos de querer sustituir los productos franceses por los “made in Russia”.
El espía marroquí condecorado por París
El volantazo hacia el oeste del Magreb y el acercamiento a Marruecos requería otras “condiciones” para ser aceptadas por el monarca y, en especial, las relacionadas con el escándalo descrito en 2021 por el colectivo de periodistas Forbidden Stories, que denunciaba el espionaje telefónico realizado por los servicios secretos marroquíes en Francia, a través del sistema Pegasus, y que afectaban al propio presidente Macron y a varios de sus ministros. Macron telefoneó a Mohamed VI dos veces para preguntarle sobre el caso; en la segunda ocasión, el rey de Marruecos le colgó el teléfono porque su interlocutor parecía no creer en su inocencia.
El responsable de los servicios de inteligencia de Marruecos y, por lo tanto, supuesto cerebro del pretendido espionaje es Abdelatif Hamuchi. El poderoso 'zar' de la inteligencia marroquí obtuvo gran protagonismo en Francia hace diez años al estar perseguido por una juez parisina que le quería retener como sospechoso de “crímenes contra la humanidad”, basada en el testimonio de dos ciudadanos binacionales que le acusaban de torturas infligidas en territorio marroquí. Según informaba el semanario satírico, 'Le Canard enchaîné', en su edición del 2 de octubre, Hamuchi estaba también, en 2023, detrás de la campaña contra Macron en la prensa argelina, centrada en su “falta de virilidad política”. Entiéndase lo de “política” para suavizar la ofensa.
Hoy, Hamuchi puede presumir de haber recibido tanto la Legión de Honor, por su colaboración en la captura de uno de los asesinos islamistas del 13-N de 2015 en París, y de la Medalla de Honor de la policía francesa, este mismo año. Reconciliación, ¿y pragmatismo?
Lluvia de millones en contratos para sellar la “reconciliación”
La estancia de dos días de Macron en Rabat y su 'realpolitik' tiene también una recompensa de 10.000 millones de euros en proyectos/promesas de inversión para empresas francesas. En el avión presidencial tenían butaca más de 40 dirigentes de sociedades francesas que creen asegurados acuerdos para, por ejemplo, construir el segundo tramo del ferrocarril de alta velocidad entre Tánger y Marraquech (Alstom); 12 vagones para el mismo trayecto; la mayor central de desalinización del mundo (Veolia); proyectos de energía verde (Total), entre otros... En el apartado militar, la oferta de ventas francesa incluye 18 helicópteros de transporte Caracal, construidos por Airbus, y dos submarinos Scorpene. Francia intenta también ganarle la partida a Boeing y que Airbus se haga con buena parte de los 118 aviones comerciales que la Royal Air Maroc necesita para renovar su flota de aquí a 2030. Eso sí, Marruecos prefirió comprar este año un satélite espía israelí antes que el propuesto por Francia.
Inmigración y narcotráfico
No se puede hacer negocios si antes no se han acordado los términos del mensaje político, y en ese apartado, el Parlamento de Rabat fue el escenario escogido por ambas partes para que el presidente francés expresara su contenido.
La inmigración ilegal y el tráfico de drogas, y su control, figuraron como dos de las prioridades de Macron en su alocución ante el legislativo marroquí. Macron hizo un llamamiento a una “cooperación natural y fluida con Marruecos contra la inmigración ilegal”, y para a obtener mejores resultados en este apartado insistió en que las autoridades marroquíes acepten las devoluciones de sus compatriotas expulsados de Francia por haber entrado ilegalmente en su territorio.
El presidente francés quiso también ser muy claro sobre el narcotráfico: “Necesitamos una cooperación judicial más estrecha y rápida en la lucha contra los tráficos de todo tipo”. Para nadie es un secreto que el hachís, principal droga consumida en Francia, proviene de Marruecos, en gran medida,vía España.
El asunto de la inmigración es uno de los habituales puntos de fricción entre París y Rabat. Hoy es también el caballo de batalla del nuevo ministro francés del Interior, el conservador Bruno Ratailleau, que propone un endurecimiento de la política francesa en ese terreno. Francia sigue todavía bajo los efectos del choque emocional que supuso la violación y asesinato de una joven universitaria a manos de un marroquí que ya había violado a otra francesa y que estaba pendiente de una orden de expulsión.
El patinazo de Macron con al-Ándalus
Ante los parlamentarios de un país de mayoría musulmana y cuyo monarca es considerado descendiente del profeta y emir de los creyentes, Macron quiso enviar también un mensaje que sirviera para los locales y para la comunidad musulmana de Francia. Para ello, no tuvo mejor ocurrencia que alabar al-Ándalus, el periodo de invasión y dominación islámica de España, Portugal y parte Francia durante ocho siglos. Ante un auditorio que no se esperaba tamaña osadía, el jefe del Estado francés dijo textualmente: “Los años de al-Ándalus hicieron de España y del sur de Francia un terreno de intercambio de vuestra cultura”. Y mencionó como ejemplo la Giralda de Sevilla...
El 'ghostwriter' o, 'negro', que le escribió el discurso a su presidente sin duda no conocía el estatus discriminatorio de 'dhimmi' que cristianos o judíos sufrían en las sociedades bajo control musulmán. Ni el escribiente del discurso ni Macron han leído al arabista y profesor español Serafín Fanjul, que en su libro 'Al-Ándalus, la invención de un mito', manifiesta lo que ese fantasma cree representar también para Macron: “La verdad histórica ha sido arrastrada por la creencia; y esta es tan seductora que las sirenas del conformismo han sabido desviarla en su provecho para hacer de la España de entonces un verdadero paraíso perdido del multiculturalismo europeo”.
Escrito en 2017 y, por cierto, traducido y publicado por la editorial francesa L’artilleur, Fanjul da en el clavo. Macron, como tantos desinformados sobre el asunto, intenta utilizar el timo de al-Ándalus como los islamoizquierdistas lo hacen en España o Francia. El presidente francés ha sido siempre ambiguo en su actitud con el islam en su país. Con sus declaraciones en Rabat pretendía también regalar los oídos de las 'banlieues' francesas, en el momento en el que las fuerzas laicas de su propio país combaten el entrismo islamista en todos los estamentos de la sociedad francesa: escuela, empresa, deportes, cultura… A menos que Macron piense que hacer concesiones a Marruecos incluya, además de venderle trenes y aviones, adoptar el estado de sumisión que padecían los no musulmanes en la, para él, ejemplar Al-Ándalus.