Internacional

Qué propone el Pacto Intergeneracional Europeo

El informe Pacto Intergeneracional Europeo recoge las principales conclusiones de una de estas consultas, basada en una revisión conjunta y en unos grupos de discusión realizados en noviembre de 2021 con expertas y expertos

Cristina López Navas, Universidad Complutense de Madrid

Desde el próximo 1 de julio y hasta el 31 de diciembre, España ostentará la presidencia rotatoria de la Unión Europea. Es la quinta vez que esto ocurre desde que se creó la Unión en 1993 y supone que el estado que preside tiene capacidad de marcar en la agenda los temas que considera que requieren mayor atención. Digamos que España va a dirigir la conversación. Y, entre otras formas de recogida de información para que la conversación sea, de verdad, de todas y todos los ciudadanos, se han trazado los “marcos de consultas ciudadanas sobre el futuro de Europa”.

El informe Pacto Intergeneracional Europeo recoge las principales conclusiones de una de estas consultas, basada en una revisión conjunta y en unos grupos de discusión realizados en noviembre de 2021 con expertas y expertos de distintos ámbitos de lo social sobre políticas públicas. La premisa compartida para el desarrollo de ambas técnicas de recogida de información fue proveer a las y los participantes de una perspectiva europeísta, con el objetivo de encontrar soluciones transnacionales a problemas que también lo son. El encuentro fue organizado por el Centro Reina Sofía de Fad Juventud y reunió a más de una treintena de académicos y académicas.

Todas las conversaciones mantenidas coinciden en la urgencia de proteger la vulnerabilidad padecida por quienes están en los extremos, los márgenes o directamente han sido expulsados o expulsadas del sistema social. Y aunque el mandato inicial suponía “dar un papel especialmente relevante a la discusión en torno a la situación de la población juvenil”, al aterrizar las propuestas se incluyeron también muchos puentes entre generaciones que comparten fragilidades. Así, al hacer el esfuerzo de delimitar ámbitos de actuación, podemos encontrar que en todos ellos existen puertas y ventanas por las que se escapan y se cuelan acuerdos tácitos de ampliación de las políticas de bienestar a todas las franjas de edad.

Trayectorias vitales cada vez más complejas

Para vivir íntegramente necesitamos sustento y salud. Y si no podemos proveernos nosotros mismos de estos, son necesarias políticas de prestaciones y de bienestar. Según el mundo experto, la complejización de las trayectorias vitales lleva a una fragilidad que no ha tenido un reflejo en las políticas de protección sociales, que siguen respondiendo a trayectorias lineales y no incluyen modelos de reversibilidad como la de la vuelta al hogar de los progenitores en edades adultas.

Es el caso del ingreso mínimo vital, que se distribuye de forma desigual entre generaciones, teniendo en cuenta que durante la juventud se prevé que la precariedad tendrá un fin, a pesar de todos los problemas indicados anteriormente. También es el caso de la protección a la salud, especialmente la mental, común a todas las franjas de edad y supuestamente protegida por la Estrategia de Salud Mental del Sistema Nacional de Salud en España, pero que necesita una revisión presupuestaria continua.

Cuestionando el modelo productivo

Para vivir íntegramente necesitamos también creer en el cambio. El mundo experto reclama que, en la conversación sobre el futuro de Europa, se introduzcan políticas de transformación integrales del modelo productivo, teniendo en cuenta que hay diferentes formas de obtener rentabilidad. Se comenzaría creando un observatorio de empleo nacional que investigase la cuestión del empleo, pudiendo plantear nuevos indicadores de la evolución de la economía que no solo midiesen factores económicos, sino también sociales. Ahí es nada. Ahí es todo.

Habría que revisar muchas cosas: el marco regulatorio de apoyo a nivel laboral y financiero; las políticas que calibran la cualificación de los distintos puestos de trabajo (la famosa “gestión del talento”); el trabajo gratuito o casi gratuito (prácticas, becas, voluntariado); el trabajo de cuidados y la conciliación; y, por supuesto, las políticas de desempleo. La regulación laboral actual favorece a quienes ya están dentro del mercado de trabajo, lo cual perjudica a la juventud y también a las personas más mayores.

Formación a lo largo de la vida

Para vivir íntegramente necesitamos formación desde el inicio hasta el final de la vida. La Sociedad del Conocimiento nos sirve de marco aspiracional, pero no está tampoco funcionando, según las percepciones académicas. Habría que eliminar todo lo que, durante el camino, nos aparta de la educación por ser discriminatorio o disfuncional: repetir curso, no titular al terminar la ESO en España, la reducida oferta de Formación Profesional, etc. Urge flexibilizar aspectos organizativos y didácticos que eviten el etiquetaje y la segregación. Es necesaria la atención al alumnado con necesidades especiales y a grupos vulnerables.

La formación a lo largo de la vida, recordando la idea de pacto intergeneracional, contempla desde la alfabetización clásica hasta la formación continua, la formación ocupacional y la educación de adultos. También incluye una mejora de la gestión de recursos humanos dentro de las empresas que favorezca la renovación de sus empleados, la modulación de la oferta formativa para poder reengancharse a ella en cualquier momento y la transformación de los centros escolares en territorios comunitarios, lo que ayudaría a entender que la escuela, el instituto o las universidades no tienen la exclusiva del aprendizaje –lo que lleva, además, a ampliar la mirada a la educación no formal–.

Recordar el sentido de pertenencia

Para vivir íntegramente necesitamos, al fin y al cabo, sentirnos parte de algo. Ahondando en las actividades de participación y actitudes, expertas y expertos proponen establecer vínculos entre personas de diferentes generaciones fomentando el intercambio de patrimonio cultural. También son necesarios rituales que nos recuerden nuestro sentido de pertenencia, de ciudadanía: celebraciones, días señalados en el calendario, procesos participativos, diálogos, asambleas…

Y en esto, como Unión Europea, aún quedan cosas que decir y que aportar. Ojalá este segundo semestre del año nos sintamos todas y todos informados sobre esa conversación grande y diversa que se espera sobre nosotras y nosotros. Es lo deseable, es lo justo, es lo necesario y es lo que nos integra.

Cristina López Navas, Periodista, PhD Comunicación Social, especialista en divulgación de estudios de juventud y docente, Universidad Complutense de Madrid

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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