Avanzamos entre trigales, viñedos e iglesias románicas por Tierra de Campos, sorteando en ocasiones el canal de Castilla, para alcanzar en Sahagún el epicentro del Camino y proseguir rumbo a Santiago, previa parada y fonda en León.
La perfección de San Martín de Frómista
Esta iglesia erigida a finales del siglo XI, con las armoniosas proporciones de sus tres naves, las torres circulares que flanquean su acceso y la historiada belleza de sus capiteles, es todo un referente no solo del románico palentino sino también del español y el europeo.
Un auténtico peso pesado con el que se topan en pleno Camino quienes avanzan por la comarca de Tierra de Campos, sembrada de extensiones infinitas de cereal, de vides y girasoles -que contribuyen a regar las aguas que acarrea el no menos histórico canal de Castilla-.
Pecados de la panadería Salazar
El local por fuera, a dos pasos de la iglesia de San Pedro de Frómista, dice más bien poco. Sin embargo el aroma a anís y canela que desprende esta tiendita -regentada por ya la quinta generación de panaderos y pasteleros- invita a colarse dentro.
Apetece cargar la mochila o el maletero del coche con sus productos artesanos y sin aditivos: rosquillas de palo, sequillos, pastas de yema, reliquias de San Telmo, bizcochos de naranja o nuez, pan candeal, de semillas, de kamut, las típicas fabiolas palentinas… Todos hechos aquí a mano, en el obrador, con el mayor de los mimos.
La Casona de Doña Petra
Con el declive que a partir del siglo XVII sufrieron las rutas jacobeas, el monumental hospital de peregrinos del pueblito de Villarmentero acabó transformándose en una casa de labranza. Y, en los últimos tiempos, en un precioso alojamiento rural en cuya rehabilitación se ha respetado el adobe, la piedra y las techumbres de madera del noble edificio original.
Apenas una docena de habitaciones -con todas las comodidades- sirven de refugio a quienes salen a explorar tesoros de los alrededores como la iglesia de San Martín de Frómista, el claustro renacentista de San Zoilo en Carrión de los Condes, la villa romana de La Olmeda o el paseo inolvidable que río arriba, con al fondo los perfiles de la montaña palentina, sigue el curso del Ucieza hasta la ermita de la Virgen del Río, en Villasirga.
Santa María la Blanca, en Villalcázar
No tiene pérdida porque sus hechuras de fortaleza dominan entero el caserío de Villasirga o, como le dicen otros, Villalcázar de Sirga. De haberla, bastaría con buscar la inconfundible escultura que homenajea a Pablo Payo, Mesonero Mayor del Camino de Santiago, para encontrarse frente a frente con esta maravillosa iglesia de transición del románico al gótico y origen templario. Una de las órdenes que antaño protegieron por estos pagos a los peregrinos.
Los dulces de las clarisas de Carrión
Amarguillos, almendrados y pastas de limón son algunas de las delicias que, en esa otra delicia que es la monumental villa de Carrión de los Condes, pueden comprarse a las monjas del Real Monasterio de Santa Clara. Donde también funciona un sencillo albergue de peregrinos y una hospedería algo ya menos austera.
El mejor queso de Castilla y León
Fernando Díez Boñar y Clemente, todo un personaje, comenzó haciendo queso en la bañera de su casa. Hoy su Conde Duque Viejo, elaborado con leche cruda de oveja, vaca y cabra, gana casi un año tras otro el Cincho de Oro, el concurso más importante de cata de quesos a nivel nacional.
También algún otro queso, de los que producen a las afueras de León en Lácteas San Vicente, se ha alzado con un galardón en el World Cheese Awards, el campeonato del mundo oficioso en el universo de los quesos.
La bodega de Pedro Casis
Este enólogo riojano llegó en los sesenta a Gordaliza del Pino para trabajar en su ya desaparecida cooperativa y vio las posibilidades, tan desaprovechadas de esta zona, hoy con la Denominación de Origen Tierra de León. En la que ya plantaron viñas los romanos y donde el cultivo de la vid siguió favoreciéndose gracias a los monjes del cercano monasterio de Sahagún.
Además de la uva prieto picudo y la mencía -“la uva de la ruta jacobea”, como dice su hija y mano derecha Ana-, se sirven de muchas otras variedades para elaborar sus vinos. El más premiado de todos es su Casis Gran Reserva, el primer Gran Reserva del mundo hecho con prieto picudo, que elaboran en una bodega subterránea, diminuta y sorprendentemente tradicional en la que pararse a hacer una cata.
El epicentro del Camino
De la gran villa que, tras asentarse en ella la Orden de Cluny, llegó a ser Sahagún a partir de la Edad Media, quedó un buen puñado de ermitas, capillas, conventos e iglesias. Monumentos tan emblemáticos como la torre del Reloj, el arco de San Benito y, claro, el puente Canto, de origen romano y reconstruido en el XVI para facilitar el cruce del río Cea.
Todavía hoy pasan sin falta por él los peregrinos, sabedores de que al alcanzar esta localidad a rebosar de arquitectura mudéjar les queda solo la mitad del Camino para llegar a Santiago.
El monumental Parador de León
Da igual que sus habitaciones estén pidiendo a gritos una reforma, y es que reservar en el hostal de San Marcos es lo más parecido a dormir en un museo. A principios del siglo XVI, Fernando el Católico financió la construcción de este monumental convento destinado a albergar a la Orden Militar de Santiago. Ya de antes, en un edificio anterior, había servido como albergue de peregrinos.
A lo largo de su jugosa historia haría también las veces de colegio, prisión -en la que por cierto encerraron cuatro años al mordaz Quevedo-, así como campo de prisioneros durante la guerra civil y hasta parada de sementales. Hoy oficia como un cinco estrellas que puede, con todo derecho, presumir de ser uno de los hoteles más señoriales del viejo continente. Si el presupuesto no diera para hacer noche, podría buscarse la excusa de ir a tomar un café o a comer en su muy tradicional restaurante para franquear su fachada plateresca y entrar a curiosear por sus salones, su espectacular claustro y sala capitular.
Cocinandos, un estrella Michelín por 40 euros
Hay en León imprescindibles de toda la vida como la catedral, la basílica de San Isidoro o la casa Botines. Y desde hace una década está también Cocinandos, donde darse el gustazo de disfrutar de un restaurante con una estrella Michelín por un precio que cualquiera puede permitirse.
Yolanda y Juanjo, después de haber pasado por los fogones de Arzak, Zalacaín o La Broche, abrieron este pequeño local de corte minimalista, con apenas ocho mesas y capacidad para una treintena de comensales. No hay carta alguna sino un menú degustación, osado y de primera, que cambian de arriba abajo cada semana con lo mejor que encuentran en el mercado. Cocina renovada con acento leonés por apenas 40 euros, IVA incluido, y 16 euros más si se opta por disfrutar los seis platos del menú con maridaje de vinos.