Pese a ser tan diversos, son un grupo bastante desconocido. Hasta que Linneo no puso las cosas en su sitio, se creía que eran un tipo de aves y hasta 1957 no todas las especies tenían nombre.
Nocturnos, voladores e insectívoros
La evolución de los quirópteros es distinta. Adaptarse a la noche y al vuelo, única entre los mamíferos, les ha llevado a adaptaciones singulares. Durante la noche, la mayor parte de las aves descansan, a excepción claro está de las rapaces nocturnas, por lo que los murciélagos primitivos vieron su oportunidad y decidieron que ese era su lugar.
En cuanto a su alimentación, tranquilos. Casi todos los quirópteros europeos son insectívoros, los hay también frugívoros y sólo 3 del millar de especies existentes son hematófagas y estas tres son exclusivas de América. Y a excepción de los chupasangres, los murciélagos tampoco son portadores de la rabia canina, ni muerden.
El cazador más formidable de los quirópteros españoles es el nóctulo grande, Nyctalus lasiopterus, capaz de comer insectos y también pequeñas aves que atrapa en pleno vuelo. Es el mayor de los murciélagos europeos con hasta 69 mm de antebrazo y 46 cm de envergadura. El más modesto es el murciélago común, el Pipistrellus pipistrelus, con sólo 8 g de peso y al que le encanta vivir en tejados, casas viejas y fisuras de los edificios, en colonias de hasta 1.000 murciélagos.
Otra posible explicación a sus hábitos nocturnos es consecuencia de su capacidad de volar. Las alas de los murciélagos, el patagio, están compuestas por una membrana muy vascularizada que provocaría una fuerte desecación en el animal si fueran diurnos. Tendrían que estar todo el día bebiendo agua.
Sea como fuere, la noche les obligó a agudizar sus sentidos y en lugar de seguir el camino de las aves nocturnas, una visión excepcional, prefirieron un camino distinto: el oído. La ecolocalización es el radar natural que utilizan los murciélagos, delfines, cachalotes y algunos pájaros. Sólo fue descubierta en los años 30, cuando el biólogo Donald Griffin consiguió desvelar el misterio de estos curiosísimos animales que ciegos no chocaban en la noche pero sordos, si. Los murciélagos emiten a través de la boca y la nariz sonidos en alta frecuencia y escuchan esos sonidos rebotados en los obstáculos y presas para orientarse.
Narizotas, zambos y orejudos
Este tipo de ‘visión’ nocturna ha provocado su fealdad. Los más feos son los rinolófidos, los murciélagos de herradura tienen enormes narizotas, la nariz tiene una excrecencia nasal tremendamente compleja con tres estructuras unidas: la hoja, la silla y la herradura.
Otra lindeza de los quirópteros son las orejas. Son en general bastante grandes en relación al tamaño de la cabeza, siendo hasta en los más ‘guapos’ del mismo tamaño que su cabeza... ¡cada oreja! Si nos vamos a los más exagerados, el género Plecotus tiene las orejas tan grandes que las pliega para evitar la pérdida de calor y de humedad.
Para remate, su andar es muy torpe. Las patas traseras y los pies sirven sólo para poder colgarse durante el sueño sin esfuerzo y como ayuda al vuelo. Las caderas han sufrido una rotación de 90º quedando las piernas de lado y la rodilla y pies prácticamente mirando hacia atrás. Vamos, zambo, zambo.
Graves amenazas
No por feos, pero todos los murciélagos se encuentran muy amenazados en España. Sus poblaciones han caído brutalmente en el último siglo por dos razones: la utilización masiva de pesticidas y también la molestia a sus refugios como cuevas, huecos en los árboles y desvanes.
Pese a que han desarrollado una estrategia de éxito en su alimentación y lucha contra predadores naturales, son animales con una tasa reproductiva muy baja y que pasa grandes periodos de tiempo en torpor e hibernación, por lo que las molestias en sus descansaderos pueden ser devastadoras en una colonia.
Así de mal están las cosas para los murciélagos, que tienen el dudoso honor de ser bioindicadores de calidad ambiental y que no olvidemos que son un elemento muy importante en la lucha contra plagas de insectos.