La vida era mucho más divertida cuando Boris Izaguirre subía a la mesa del programa Crónicas Marcianas y se bajaba los pantalones mientras se contoneaba como un enfermo de sarna. Existía el derecho a criticarle y le despellejaron, pues lo merecía, pero ahí estaba, cada noche, exhibiendo delante de una audiencia millonaria su mal gusto y su desfachatez.
Antes de eso, Paco Arévalo era capaz de iniciar su casete de 'humor al por mayor' con el chiste del gangoso que se subía por primera vez a un autobús y encendía un cigarro. Quien se sintiera ofendido, podía adelantar 'la cinta' hasta la sección dedicada a los andaluces, los “mariquitas” o los valencianos. Porque quizás tuviera algo de enfermizo el afrontar los propios males riéndose de los de otros, pero hay que reconocer que era efectivo. No me chilles, que no te veo.
Hace tanto tiempo de aquello que ni siquiera recordamos que ha habido una contra-revolución que ha amordazado a todo aquel que ose bromear contra quien tenga capacidad de ofenderse y boca para decirlo. Todo ha cambiado, pero es difícil saber muy bien cómo ha ocurrido.
Fue hace unos días cuando una tal Ylènia Morros, de la CUP, interrumpió la actuación del humorista Albert Boira por considerar que sus chistes eran machistas y podían herir a las personas de la comunidad LGTBI. Paró la actuación, agarró un micrófono y comenzó a hablar. La mujer era concejal de Feminismos -sí, eso existe- en la localidad barcelonesa de Navarclés y poco tiempo después dimitió, al no sentirse apoyada por el resto del equipo de Gobierno. En el público, la abuchearon.
Imagino cómo debe sentirse Morros ahora mismo. Estará abatida, pues pensará que el resto del mundo no está a su nivel, pues la sociedad -compuesta eminentemente por cabestros- no entiende su empeño en proteger a lo débiles. Querida Ylènia, ésa es la gran frustración de los intelectuales: mientras ellos reflexionan sobre la vida e invierten días, meses y años en definir sus principios éticos, el resto de la humanidad no piensa, sino que simplemente actúa. ¿Cómo evitar la misantropía en estas condiciones? ¿Cómo no odiar, Ylénia, a todos esos bárbaros que te abuchearon pese a tu valiente labor en favor de la igualdad?
Mundo injusto, mundo cruel. La exconcejal, intoxicada por su superioridad moral, como todas las torquemadas dedicadas a la labor de protegernos, seguramente nunca podrá apreciar que la victimización de las minorías -en caso de serlo- no sirve para mejorar su posición social, pues no hay una actitud más injusta y paralizante que el paternalismo. Porque sobreproteger a un hijo le hace inútil y le deja expuesto hacia sus 'depredadores naturales'. Que comienzan siendo los demás y terminan por ser los propios.
Tampoco debería considerarse anecdótica la actitud de esta ex-representante pública, pues es similar a la que contaba el gran Leo Bassi a este periódico hace unos meses. El actor recordaba lo que le ocurrió en un teatro de Polonia antes de la caída del Muro de Berlín, cuando se atrevió a cuestionar la actuación de los soviéticos en Afganistán.
En aquel entonces, dos comisarios políticos se sentaban en el patio de butacas y revisaban el libreto y la representación. Cuando algo les chirriaba, actuaban, al igual que hizo Ylènia Moros. Ese día, hace 40 años, a Bassi le soltaron a perros de presa para intimidarle y tuvo que ser evacuado mediante una cadena humana conformada por los asistentes, hastiados de la censura impuesta desde Moscú. La técnica contemporánea más utilizada es la de amenazar con los cánidos de internet. Ya saben: troles y fundamentalistas varios, con medio cerebro y muy poca dignidad que perder.
Idealistas y pobres de mente
Cioran definió lo que ocurre actualmente con una milimétrica precisión en Brevario sobre la podredumbre. El filósofo afirmó que todas las ideas son neutras, pero que los hombres proyectan en ellas sus creencias y obsesiones y las convierten en ideologías. A partir de ahí, se generan divisiones e ídolos por los que morir y matar. “Las épocas de fervor sobresalen en hazañas sanguinarias (…) En las crisis místicas, los gemidos de las víctimas son parecidos a los gemidos de éxtasis”.
Mientras los soviéticos apelaban al paraíso comunista, lanzaban a los perros de presa a quien cuestionaba su ideología. Y mientras ahora se apela a la libertad de expresión y al respecto desde las sectas ideológicas progresistas, en realidad se están restringiendo unas y otras. Porque hoy en día no se puede descartar la celebración de un juicio sumarísimo, con resultado de muerte social, por contar un chiste de gangosos, uno machista u otro de “mariquitas”, como los de Arévalo.
Y llámese Ylènia Moros, Marta Flich o Carlota Corredera...nos sobran comisarios de la moral que censuran opiniones con total desfachatez si no les encajan. O humor. Flaco favor nos hizo quien inventó las luces LED, pues nos han metido dentro de la cueva y ni nos hemos enterado de la llegada de esta oscuridad.