Vetar a medios de comunicación no es nuevo en España. No hace tantos años que la izquierda abertzale vetaba la entrada de determinados periodistas a sus mítines. Acabamos de conocer gracias a El Periódico que en Cataluña se elaboran listas negras de informadores no afines a la causa separatista. En los últimos meses Vox no acredita a los trabajadores de Público, El Español, La Marea, El Diario o El Huffington y, desde hace unos días, tampoco a los del grupo Prisa al completo.
No hay lugar para la equidistancia ni la comprensión ni las medias tintas en este caso. Este comportamiento de Vox es profundamente antidemocrático porque contradice los postulados liberales que dicho partido dice defender y porque, como exponía aquí mismo Verónica Fumanal, igualmente es contradictorio con el orden constitucional que consagra el derecho a la información en su artículo 20. Sí, ese mismo ordenamiento jurídico que Vox promete custodiar.
A pesar de que conozco personalmente a varios de los periodistas vetados, en este juicio que suena lapidario no hay corporativismo ni camaradería algunos. Se trata sólo de entender un principio básico de cualquier democracia que, sin una prensa que trabaja en libertad, cojea. Esto no va de ideologías o propuestas más o menos desafortunadas. Va de libertad y del derecho a discrepar. Hay que denunciarlo cuando lo hace Vox, la izquierda abertzale, los separatistas catalanes o cualquier partido o asociación.
De no atender a marginar hay un trecho
En tiempos confusos hay que repetir las obviedades. Vox tiene todo el derecho del mundo a no conceder entrevistas, incluso a no atender a determinados medios de comunicación y, por supuesto, a criticar su trabajo porque no comparte sus líneas editoriales. José María Aznar se vanagloriaba en su día de no acudir al programa de Iñaki Gabilondo, por ejemplo. Tampoco imagino a Pablo Iglesias acudiendo al programa de Federico Jiménez Losantos. Y nadie se echa las manos a la cabeza por esos casos.
Pero una cosa es no ser proclive a un periódico o hacer caso omiso a sus empleados y otra cosa bien distinta es vetarlo, ningunearlo y marginarlo en el debate público. No permitir a un periodista entrar en un acto o en la sede del partido, como si fuera un apestado, es, amén de un insulto a la inteligencia, una actitud injustificable. Entre otras cosas porque eso supone al mismo tiempo señalar a dicho medio como enemigo, con los peligros que eso entraña. Y porque con esta actitud se puede hurtar a los ciudadanos que consumen esos medios su inalienable derecho a la información.
Desconozco si la motivación de estos vetos es, simple y llanamente, que Vox pretende imitar el populismo contra los medios que exhiben Donald Trump y otros políticos para deslegitimar a quienes los retratan o si, por el contrario, parten del convencimiento de que se debe combatir a determinados periódicos y televisiones. Pero, sea por la motivación que sea, además vetar supone un error de libro porque no va a impedir que dichos medios informen sobre el partido en cuestión.
Una 'fake' que no justifica los vetos
Esta misma semana, nada más conocerse el sorpresivo acuerdo de gobierno entre PSOE y Podemos, los líderes de Vox comparecieron en el Congreso. Santiago Abascal afirmó que se avecinaban "las cartillas de racionamiento". En muchos telediarios, esa fue la frase escogida, sin añadir, y por tanto descontextualizando, que el líder de Vox se había limitado a parafrasear una expresión que en su día profirió Pedro Sánchez contra Podemos.
El propio líder de Vox publicaba un vídeo en las redes sociales donde se veía a Antonio García Ferreras censurando el comentario en cuestión, pero sin emitir el corte completo donde Abascal explicaba el uso de semejante expresión como una copia a Sánchez. Pasó en más informativos y en más medios, sí, y, por tanto, se manipuló contra Vox. No puede negarse. Pero eso no justifica vetar a medios de comunicación.
Coger la parte por el todo es una trampa demasiado antigua y demasiado simple. Que uno o varios medios difundan una noticia falsa, o incompleta o manipulada o como ustedes quieran, no justifica que un partido político vete a dichos medios. Ni a ningún otro. Son vetos antidemocráticos, torpes y, sobre todo, intolerables.