El 30% de las bodas españolas del último año se han celebrado bajo el rito cristiano. Para suscribir el protocolo católico es obligatorio cumplir los preceptos de la Iglesia, entre ellos realizar un curso prematrimonial de adaptación de la pareja a los valores cristianos.
La mayoría de las parroquias incluyen un curso presencial con el párroco o el sacerdote que va a realizar los oficios. En grandes ciudades como Madrid lo más normal es hacerlo a distancia con un manual y unas preguntas tipo test que se devuelven luego para ‘convalidar’ el curso. Basta leer el libro y contestar correctamente el cuestionario de cada capítulo. Este método es muy usado por las parejas no practicantes que deciden casarse por la Iglesia por presión familiar o social.
El método Ottawa es un texto de 1984 reeditado por el Servicio de Formación Prematrimonial en 1993 (ISBN 84 85032-12-8), y republicado hoy mil veces sin retoques ni correcciones mediante fotocopias cutres que distribuyen algunas parroquias [aquí otro testimonio de 2011]. El curso consta de 15 lecciones por fascículos y un test de 20 preguntas al final de cada lección. La mayoría del texto habla de como vivir la fe y Dios en pareja. Nada que se pueda criticar sin conflicto desde la razón. Nosotros solo vamos a analizar la parte secular, la ética cristiana sin componentes divinos. Esa que tanto gusta a algunos destacar como ética ejemplar.
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Para ello diseccionamos un manual rescatado de una parroquia madrileña del barrio de Salamanca. No se trata de fotocopias de un antiguo catecismo de los años 60, es un texto tremendamente machista y misógino que todavía reparte la Iglesia para formar a sus corderos del siglo XXI. No tiene desperdicio.
El hombre es la fuerza y el poder. La mujer es la compañera
Empezamos por el final. La última lección del curso trata sobre “La vocación y la misión del hogar”. Tras 14 lecciones de prescripción ética y religiosa se propone aleccionar sobre la posición que debe ocupar cada miembro de la pareja en el nuevo hogar cristiano.
La página 0 de la lección está, lógicamente, dedicada a Dios. (Imposible refutar la fe) Pero ya en la primera página aparece este maravilloso cuadro que resume muy bien todo lo dicho en este manual misógino.
El hombre es ‘la fuerza’ (¡tenga cuidado, señora!). El que debe cargar con la iniciativa (la mujer a mirar, claro) mientras ella lleva el peso en ‘el corazón’ (se admite que tiene menos capacidad e iniciativa con una cursilería Disney). El hombre es firmeza y solidez (La mujer debe ser debilidad y fragilidad) y establece las estructuras del mundo y del hogar. (Contra eso no hay nada que hacer, señora)
La mujer, por el contrario, ha sido creada para ser ‘compañera de’ (Mujer florero, el hombre por encima de todas las cosas). Su alegría consiste ¡Ojo! en sentir la presencia del marido e hijos (¿Una mujer no puede ser feliz sin ellos?).
El cuadro no es casualidad o mera anécdota. En la misma lección se vuelve a incidir en el papel de cada miembro de la pareja. El alma femenina es más de inyectar dulzura y cariño, el hombre inspira más confianza y es el responsable y el dueño de la marcha del hogar.
La mujer a 'sus labores'
Un continuo referente en el texto. La mujer siempre a la sombra del hombre. Su profesión seguirá siendo 'sus labores' a pesar de que luego —si es capaz de sacar tiempo suficiente— pueda trabajar fuera de casa. Todo para que ella se sienta un poquito más culpable.
Especial repugnancia la justificación machista de actitudes rancias. La vagancia del hombre está siempre justificada:
"[..] El hombre es capaz de hacer un trabajo duro de durante varias horas, tal vez durante varios meses. Incluso en los días ordinarios, se da intensamente a intervalos. Esto explica por qué siente la necesidad de arrellanarse en la butaca al volver del trabajo; no obedece necesariamente a pereza o indiferencia el que no se ponga inmediatamente a ayudar a su mujer en los trabajos de la casa [..]"
La sinceridad de un matrimonio cristiano consiste en que él cuente sus cuitas profesionales y ella sus problemas con la escoba.
Sexo y vida íntima
En esto el manual cristiano es un baúl de disparates exóticos, misóginos e irracionales. Un compendio de consejos, que más allá de la moral cristiana, interfieren en las normas básicas de convivencia y del sentido común, coqueteando no en pocas ocasiones con la cultura de la violación y de la misoginia.
Por ejemplo, en la lección 14, sobre la fecundidad de los esposos cristianos, se incluye este cuadro a modo guía moral sobre los actos de la vida íntima. Una especie de pliego de descargo a la hora de tener relaciones sexuales con tu pareja y redactado por verdaderos ‘expertos’ en la materia.
El acto de la vida íntima “Es OBLIGATORIO cuando uno de los cónyuges lo reclama razonablemente”. Es decir, el consenso me lo paso por el forro de la Biblia. Ya puedes tener una excusa personal inconfesable que si no entra en la razón del otro te toca abrir las piernas. Por si no ha quedado claro te lo repito al final de otra manera. “El acto es tolerable a pesar de que la petición no sea totalmente razonable”. ¿De verdad? Esto, en lenguaje no cristiano, se llama cultura de la violación.
La masturbación te convierte en homosexual
Mención especial merece el tema de la masturbación. “Síntoma de retroceso psicológico”, dice textualmente y que “retarda el pleno desarrollo de la sexualidad humana”.
En uno de los párrafos (subrayado en rojo) se llega a insinuar que los jóvenes que no dejan de tocarse sus genitales acaban sintiendo excitación sexual sólo con personas que tengan sus mismos genitales. Una deducción de verdaderos expertos en la materia, lógicamente.
Los anticonceptivos
Ninguna sorpresa encontrarse con el rechazo frontal a cualquier método anticonceptivo artificial. Al fin y al cabo es parte de la doctrina de ¿toda? la Iglesia. Lo que no tiene nombre es utilizar falsas afirmaciones científicas para vender tus peroratas.
El manual hace un viaje hipócrita durante ¡13 páginas! por la fecundidad y los mecanismos para encontrar la fertilidad: Ogino, Knaus, continencia, Temperatura basal... en lo que llaman “mecanismos de regulación de los nacimientos”. Una forma de explicarte que conocer los periodos de fertilidad te ayuda también a usar los infértiles como anticonceptivo. Todo ello sin decirlo veladamente porque sus argumentos posteriores contra los anticonceptivos artificiales también valdrían contra los naturales. El fin del matrimonio es la reproducción. (Siglo XXI, recuerden)
El problema viene cuando meten a la ciencia por medio. ¿Dónde dice la ciencia que el aborto provocado es un asesinato? ¿Desde cuando la ciencia se mete en cuestiones jurídicas?
Más tarde también se pone en boca de la ciencia: “Todos los anticonceptivos ocasionan una disminución del control cerebral sobre los reflejos eyaculatorios y el instinto sexual” ¿De verdad? El condón retrasa un poco la eyaculación por una mera cuestión física, no psicológica ¿y el diu? ¿y el diafragma? ¿y la píldora?¿O la mujer no eyacula?¿No será al revés? ¿Que el método anticonceptivo ayuda a entregarse mejor sin tener que preocuparse de la eyaculación?
Cabeza de familia
Atención a este párrafo. El comienzo es desconcertante para luego llegar a un final revelador. El hombre es el ‘cabeza de familia’ por imposición de la sociedad (no se sabe muy bien de qué siglo). Ahora la autoridad (siempre servicial y sumisa) hay que compartirla. ¿Cómo? haciendo lo que te pida. Aquí es donde la misoginia se delata. Las necesidades del hogar las ve siempre mejor la mujer. Porque claro, los hombres no se deben/pueden mover del sofá mientras reposan de sus complicadas vicisitudes diarias.
El siguiente párrafo revela aún más sutilezas y clichés. ‘El hombre pide, la mujer solo sabe sugerir” (muestra clarísima de la pedagogía machista). La mujer tiene que pedir susurrando, con la boca pequeña y sin molestar, esperando que no le caiga una bronca encima por pedir a destiempo que el marido lleve al hijo al dentista. El hombre solo ordena y, directamente, hay que cumplir sin rechistar. Porque su opinión es cristianamente irrefutable.
Y es que cada vez que empieza un párrafo pedagógicamente prometedor acaba estropeándose. Las tareas del hogar hay que compartirlas porque ambos están capacitados para solventarlas con brillantez, pero oye, no lo olvidéis, mujeres: está archidemostradísimo que los hombres cocinan mejor que vosotras porque hay cuatro chefs que salen en la tele.
No. Los hombres no cocinan mejor de la misma manera que no pintan mejor porque en El Padro solo haya cuadros de ellos. Es un argumento simplista obviar un problema de invisibilización histórica y aún contemporánea.
Si realmente fuera así la vergüenza de siglos relegando la tarea culinaria a las mujeres en el hogar siendo genéticamente superior en la cocina además de machista y prepotente te deja como un gran gilipollas.
Edad
Dentro de este manual de vida que todo lo sabe y todo lo controla tenemos generalizaciones para llevarnos las manos a la cabeza una y otra vez . “El hombre tiene que ser dos años mayor que la mujer para compensar su menor desarrollo fisiológico” ¿Perdona?¿De verdad?¿Adultos que hace lustros han dejado de crecer tienen que ponerse a buscar la armonía por su desarrollo físico?
Visto y leído el manual entero esta recomendación suena a condescendencia con el manido cliché paternalista. De toda la vida en el matrimonio cristiano ha estado mal visto que ella sea mayor que él. No puede ser ese ‘cabeza de familia’ si tu mujer te saca 10 años. Hay que buscar una excusa por muy poco científica que esta sea.
La certificación de la teoría aparece al final del párrafo. La mujer no puede superar en ningún caso en más de 5 años a su marido, la mitad de lo exigido a ellos… no vaya a ser que se note demasiado.
Que este manual lleve tanto tiempo en circulación sin que ninguna autoridad civil (incluso eclesiástica) se haya pronunciado al respecto no es más que un síntoma de un problema mayor. El de una sociedad desigual y aún muy tolerante con el machismo y con la bula eclesiástica para adoctrinar más allá de sus dogmas de fe.